
Que es día de votaciones, y el cielo ha estado clemente. Excepto el ratito que he salido yo a la calle para, precisamente, ir a votar: cuatro gotas que han caído de un cielo gris tormentoso, amenazantes... pero todo ha quedado en nada, y el paraguas ha vuelto a casa sin abrir.
Yo voto en el instituto donde estudié el COU, un centro que hay justo detrás de casa, y que está rodeado por uno de FP y por un colegio público de primaria, uno a cada lado. En los patios correspondientes hay cemento y hay césped un poco asalvajado, y hay una comunidad de gatos que van y vienen, con indolencia y sabiéndose dueños del tiempo. En los pasillos, en las aulas, todo ha cambiado para seguir igual, y sólo los tablones de corcho cuajados de fotografías de los alumnos recientes son una novedad.
Cuando he entrado, y mientras me peleaba con la sábana asalmonada del Senado, ha habido un breve disturbio: un interventor ha pillado a alguien rellenando precisamente las papeletas gigantes para el senado y dejándolas otra vez, con la intención (es un suponer) de que la gente muy mayor que acudiera las introdujera en el sobre sin mirar. Tumulto, reproches, policía municipal.
Y mucha gente mayor, muy mayor.
Curioseo de cuando en cuando y veo que los índices de participación empezaron bien y van descendiendo conforme avanza la tarde. No mucho, pero sí lo justo para empezar a preocuparme... que sé que los otros votan como quien va a misa cada domingo: por convicción, pero también por obligación.
Veremos.
Por lo demás, el domingo se ha ido desplegando con su ritmo pausado de domingo, claro. Anoche salí y cené en un restaurante indio que descubrimos por casualidad, cerca del trabajo, y que resultó razonable de precio y sabroso de lo demás. Después, escuché Blue monday y Just like heaven en un local que no ha cambiado en los últimos veinte años, volví en taxi a casa, dormí como un cesto.
Y marzo no ha hecho más que empezar.
Yo voto en el instituto donde estudié el COU, un centro que hay justo detrás de casa, y que está rodeado por uno de FP y por un colegio público de primaria, uno a cada lado. En los patios correspondientes hay cemento y hay césped un poco asalvajado, y hay una comunidad de gatos que van y vienen, con indolencia y sabiéndose dueños del tiempo. En los pasillos, en las aulas, todo ha cambiado para seguir igual, y sólo los tablones de corcho cuajados de fotografías de los alumnos recientes son una novedad.
Cuando he entrado, y mientras me peleaba con la sábana asalmonada del Senado, ha habido un breve disturbio: un interventor ha pillado a alguien rellenando precisamente las papeletas gigantes para el senado y dejándolas otra vez, con la intención (es un suponer) de que la gente muy mayor que acudiera las introdujera en el sobre sin mirar. Tumulto, reproches, policía municipal.
Y mucha gente mayor, muy mayor.
Curioseo de cuando en cuando y veo que los índices de participación empezaron bien y van descendiendo conforme avanza la tarde. No mucho, pero sí lo justo para empezar a preocuparme... que sé que los otros votan como quien va a misa cada domingo: por convicción, pero también por obligación.
Veremos.
Por lo demás, el domingo se ha ido desplegando con su ritmo pausado de domingo, claro. Anoche salí y cené en un restaurante indio que descubrimos por casualidad, cerca del trabajo, y que resultó razonable de precio y sabroso de lo demás. Después, escuché Blue monday y Just like heaven en un local que no ha cambiado en los últimos veinte años, volví en taxi a casa, dormí como un cesto.
Y marzo no ha hecho más que empezar.
¿El "Just like heaven" de los Cure más positivos?
ResponderEliminarBesitos
"que sé que los otros votan como quien va a misa cada domingo: por convicción, pero también por obligación." Los otros dice... que pena.
ResponderEliminarLos otros, sí. Los de enfrente.
ResponderEliminarYo es que estoy en un lado... y, además, lo digo.