martes, 26 de febrero de 2008

espacios

Mientras anoche todo era tirarse tierra a los ojos y yo esto pero tú más, mientras el de la barba acusaba al de las cejas de agredir a víctimas de las que se pasan la vida en la calle, al abrigo de las pancartas, hoy uno se va a la cama con esta noticia. Y se lleva a la almohada el sabor de la rabia entre los dientes, y de la desesperanza... porque hasta que estas cosas no tengan el mismo tratamiento, la misma "importancia", que otros atentados terroristas de corte más político (ah, no, que eso no se puede decir), nada va a cambiar.

2 comentarios:

  1. Anónimo18:12

    En mi calle tengo claro que no hay comandos de terroristas,
    pero vive un asesino que a su mujer la tiene en su lista.
    No hay bombas ni metralletas, pero en mi calle hay un arsenal
    del machismo más violento,
    del terror de un elemento
    que parece muy normal.
    Ella no recibe
    cartas que le exigen
    que se vaya lejos si es que su vida quiere salvar,
    si se va la persigue, persigue, persigue,
    y su etarra particular
    logrará encontrarla
    pa secuestrarla
    otra vez en su hogar.
    El terror que la amenaza nunca reclama su independencia,
    él le exige a su sirvienta que siga siendo su propiedad.
    Ella es tan poquita cosa
    pa ponerle alguna escolta...
    Su persona nada importa,
    no es ministra o concejal.
    Para defenderla,
    ella, pa defenderla,
    no tiene un juez Garzón
    que se apunte tantos
    porque su caso
    a nadie interesa.
    Si se acaba su infierno
    no acudirá el gobierno
    a un entierro del montón.
    No busca entre las sombras
    que alguien se esconda
    y ponga una bomba bajo su coche,
    pero evita cada noche
    tener un roce
    con el terror.
    En su casa no hay comandos,
    hay un macho amenazando,
    que no ha de perder de vista.
    Ella, sola y sin protección,
    espera su atentado
    durmiendo al lado
    de su terrorista.

    Tango del coro "El castillo encantado", que saliera, con música de Julio Pardo y letra de Antonio Rivas, en el Carnaval de aquí, de Cádiz, allá por el año 2002.

    Que pensé que venía a cuento y tal, vaya, aunque ya estemos en Cuaresma (sigh).

    Un saludo.

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  2. Muy a cuento, amigo Alfred. Muy a cuento.

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