domingo, 8 de junio de 2008

corben: segundo y último





Las imágenes que a uno se le vienen a la cabeza al pensar en Corben: cada cabeza es un archivo aleatorio, un glorioso desorden que crece en función de tantas cosas distintas. Y para mí, decir Corben es decir chicas de formas más que generosas, cuerpos elásticos y rostros aniñados. Decir Corben es decir, también, cielos abiertos de pesadas nubes, paisajes en cinemascope; profundidad de campo y, en primer término, detalles resueltos con trazo grueso de cartoon. Decir Corben es decir Poe y decir, sobre todo, Lovecraft. Decir Corben es decir Den y decir Mundo mutante, pero es, en especial, decir Bloodstar.

Decir Bloodstar es decir mucho, se harán ya cargo. Leerlo por entregas y en blanco y negro fue una revelación. Lo repasé docenas de veces. Hay secuencias que se me quedaron grabadas a fuego en la memoria; una memoria que es siempre engañosa, me dirán, pero tengo el libro aquí al lado y sus páginas conservan hoy toda la fuerza que me arrebató entonces. Lo leí más adelante en color: no me hizo gracia el experimento, lo prefiero en blanco y negro todavía hoy, pero la potencia de la narración se conserva intacta sea cual sea el formato, el soporte, la reproducción.

Decir Bloodstar, por cierto, es decir narración. Narración sofisticada, compleja. Narración visceral. Narración gráfica: no hagan caso de una primera impresión que podría resultar engañosa, los bloques de texto no interfieren con la acción y hay una considerable cantidad de secuencias que se resuelven sin una palabra. El equilibrio es modélico.


Decir Bloodstar es citar un libro que quizá sea la obra cumbre de su autor, la que mejor define su personalidad como creador. Sus páginas suponen un catálogo razonado de lo que mejor sabe hacer, y no incurren en ninguna de sus debilidades. Hay un momento, por ejemplo, en que el protagonista ayuda a su perra a dar a luz y acude con el cachorro aún empapado a la tienda donde su compañera se refugia, para encontrarse con que también ella ha dado a luz en ese tiempo. Por supuesto, el cachorro aparecerá después en casi todas las escenas, al lado de su madre, jugueteando, creciendo. Porque así tiene que ser, aunque ya no tenga importancia su presencia. Y, cuando la tragedia se abalance sobre los fugitivos, aparecerá su cadáver junto al de la perra. Detalles. Y hay otro momento, que todavía hoy me corta el aliento: Bloodstar regresa del pueblo de donde fue expulsado; ha ido a buscar al padre de su compañera para que conozca a su nieto, pero en su ausencia algo ha ocurrido. En medio del bosque sombrío tropiezan con Grom, que huyó con ellos y con ellos vive en el exilio; les advierte. Toda la escena tiene un cariz de vértigo y urgencia: la angulación, el encuadre de cada viñeta. Alguien pide silencio, se oye algo. Y hay una imagen en la que están los tres callados, al acecho, que materializa como ninguna que desde entonces haya visto el miedo, la sensación de amenaza. Ya la siguiente viñeta inicia una especie de carrera histérica hacia el desenlace de la historia, una carrera feroz que arrastra.

Decir Bloodstar es decir, además, pulp, aventura, terror, romanticismo. Bloodstar parte de un relato áspero y potente de Howard, un texto de un racismo nauseabundo que hoy se lee con cierto reparo (El valle del gusano), pero trasciende su origen para transformarse en una historia de amistad y devoción, en una historia de amor y sacrificio que es, además, homenaje a una cierta manera de escribir ficción, a unas formas y unas constantes. No hay monstruo más lovecraftiano que la abominación que aparece en Bloodstar, ni hay apocalipsis más pulp que el fin del mundo civilizado que se narra en las primeras páginas del libro. (Y mucho del mérito está en Corben, por cierto: no ya en su talento como narrador, que también, sino en su propio grafismo, en el estilo de sus dibujos, ese híbrido desconcertante de realismo fotográfico y humorismo grotesco.)


Tengo Bloodstar en una edición de Ariel Books, en rústica y blanco y negro. La portada es la que utilizaría Toutain para su versión coloreada. El diseño del libro lo firma Bruce Jones. Lleva años en mi casa, y aquí llegó gracias a las gestiones del amigo Oliver, que mucho después (hace algo más de un par de años) escribió y publicó, para Sinsentido, Richard Corben, un rebelde tranquilo, un libro excelente que, con el tiempo, gana en peso específico.



Como ven, decir Bloodstar es, para mí, decir muchas cosas. Tantas, que todo acaba mezclado, desordenado, confuso. Cosas personales, cosas banales, cosas que acabaron siendo para mí importantes, cosas que me habré dejado en el tintero, estoy seguro. (Claro que nunca es tarde para volver a Corben y a Bloodstar.)

5 comentarios:

AnnieChristian dijo...

Recuerdo que mi hermano me dio a leer Bloodstar, en blanco y negro, la edición de Ariel, en color, la edición español y todo el libro está preñado de momentos memorables, recuerdo con especial emoción las páginas de "la prueba" que Bloodstar tiene que superar, con el pasillo lleno de estacas. Demoledora, el tiempo se detiene y se consigue transmitir los interminables minutos que esa tortura debe suponer para el protagonista. Una sensación terrible y dolorosa. Difícil encontrar otra historieta donde las sensaciones se transmitan tan directa y físicamente. Un genio con mayúsculas.

Anónimo dijo...

PLAS, PLAS, PLAS, PLAS.
Y una inclinación de cabeza.
Y un "¡QUE ME PLACE!".
¿Qué más le puedo decir? Sobre Corben o sobre Bloodstar nada, porque lo que no ha dicho lo ha sugerido (y ya me jode, tratándose de este autor, tener que reconocer que estoy mejor calladito si no puedo decir nada nuevo, porque este señor de Kansas es de los que me hacen perder la compostura).
Así que, me limitaré a decir que me encanta, que me deja más ancho que alto ver, oir, leer a alguien hablar así de Corben y de su trabajo. Vamos, que me gusta que le guste.

AnnieChristian dijo...

Al final mi hermanísimo me escribió un texto para la semana homenaje a Corben, largo, largo, nada de análisis, sólo sentimiento y, me parece, que es la mejor manera de entender a Corben.

Jeremy Brood dijo...

Repego el apunte del blog de Pepo en Con C de arte.

Un pequeño apunte de Bloodstar.

Todo el mundo comenta a la versión en Blanco y negro de Ariel como la mejor, y es algo en lo que no estoy de acuerdo.

Dejo aparte las cuestiones de los cambios de guión en la versión de
Ariel, que seguro pueden ser mejores, la versión en conjunto de Mornig Star Press, la primera versión limitada de tapa dura es objetivamente la mejor.

La versión Morning parece directamente pintada por Corben. Tiene una calidad de papel ( un gramaje y textura totalmente inusual ) y una impresión, valga la redundancia, impresionante. Para hacer una idea. Imaginar las laminas del portafolio de Pilgor y ahora pensarlo aplicado a las páginas de Bloodstar.

Realmente pude considerarse una novela grafica ( termino que en mi
opinión se usa como mero marketing en la actualidad) por el inusual
cuidado de edición y porque realmente es una fusión de dos géneros, lo literario de la novela y la concepción grafica del comic. La densidad literaria no es tal en la versión Morning, queda perfectamente en equilibrio
con lo grafico de Corben.
El uso de rotulación mecánica ( heredado por supuesto del lado novela ) es perfecto. Corben usaría la rotulación mecánica en posteriores obras pero sin conseguir el efecto de Bloodstar.
Realmente estas leyendo un relato, pero viéndolo a través de la mente
de Corben, a través de su medio, la narración grafica. Blacmark de Gil Kane con concepción similar no logra esa sensación.
Para mi, si algo merece el calificativo de novela gráfica es
Bloodstar, o mejor, como se llamó en la historia del comic de Toutain, comic novela. Bloodstar en su versión Morning es eso. Un comic y una Novela, 50 % novela 50 % comic, en prefecta armonía.
Si podéis haceros con una copia podréis comprobar lo dicho arriba, mas bien "sentir".

Un saludo Sr. Naranjo y gracias por sus palabras en este aniversario.

fcnaranjo dijo...

Hombre, señor Brood: la de Ariel es la que tengo. Me encantaría poder acceder a la otra (que fue la primera, si mal no recuerdo), pero debe estar difícil. Yo no olvidemos que, a todos los efectos, la que nos descubrió a todos al amigo Corben fue la de Creepy, por entregas. No tengo esos tebeos a mano, pero estoy seguro de que la reproducción deja mucho que desear.

En cuanto a los cambios de guión (o de texto, más bien)... es un campo en el que no entraré porque resbalo. Y por desconocimiento.

Por lo demás, un placer haber compartido mis recuerdos (algunos de ellos) con el resto de ustedes...