martes, 23 de octubre de 2012

biográficos estamos...

Ha sido puro azar, pero en las últimas dos semanas, poco más o menos, han coincidido tres lecturas relacionadas con eso, con lo biográfico. Tan diferentes, eso sí, como la primera entrega de la autobiografía de Shigeru Mizuki, El deseo de ser inútil y el primer álbum de Pepe. Vayamos por partes y al grano.

De Shigeru Mizuki está publicando libros muy potentes Astiberri, y todos son muy disfrutables. Este primer tomo de su autobiografía (serán seis) reúne en sus páginas todas sus virtudes como narrador, como dibujante y como fabulador, que no son pocas. Reconocemos pasajes de su infancia que ya había contado en Non-Non Ba (personaje que, de hecho, aparece también). Disfrutamos del humor, a menudo escatológico, y del despojamiento de un narrador que parece estar de vuelta de todo (impagable, cuando se dibuja a sí mismo en actitud despreocupada, descalzo ante el tablero de trabajo). Nos sorprendemos con detalles de la vida cotidiana de un país y un tiempo que nos son muy ajenos, pero que nos resultan tan familiares como si fueran también parte de nuestra infancia. Fluidez, sensación de liviandad... la lectura de esta Autobiografía es tonificante: una de esas cosas que te pueden arreglar un mal día.

El deseo de ser inútil es un libro muy hermoso, editado con exquisitez artesanal por Confluencias, y recoge una prolongada entrevista que Dominique Petitfaux le hizo a Hugo Pratt a lo largo 1990 y parte de 1991, centrada en su historia personal, sus recuerdos, sus viajes, sus mujeres, sus obsesiones... Se lee casi como una novela de aventuras, pero es que es exactamente eso: los recuerdos de un aventurero de la vieja escuela, jocoso y melancólico, fanfarrón; un aventurero que era además un contador de historias como no ha habido otro. (Me confirma el señor Cuadrado, por cierto, que hay una edición anterior, en gallego: Hugo Pratt. O desexo de ser inútil. Lembranzas e reflexions. 2009, editorial Galaxia. Queda dicho, para completistas.)

En cuanto a Pepe, primera entrega de una biografía de Pepe González y nueva obra de Carlos Giménez, resulta complicado encontrar el término medio para hablar de ella. Por varias razones. La primera, en fin, su autor: Giménez es uno de los grandes del medio, un narrador poderoso y un excelente dibujante, un creador como no ha habido muchos. La segunda, el personaje biografiado. Y el tono del libro, que es a veces en exceso laudatorio, hasta empalagoso. Si uno lo hojea, la primera sensación es la de estar ante una nueva entega de Los Profesionales (que no sería, en sí misma, mala cosa), pero no es eso: el punto de vista se centra ahora en Pepe González, su dimensión coral queda en segundo término y hay, además, una pirueta un poco inexplicable del autor que opta por cambiarle el nombre a los demás personajes para evitar indiscreciones... si bien uno los reconoce sin problema, porque el dibujo, la caracterización, no cambia. (Quizá esta "discreción" sea más explicable en los volúmenes posteriores, no sé, cuando los rostros sean otros.) Pero lo que importa es que, a mi juicio, Giménez recupera un pulso que en su reciente trilogía sobre la Guerra Civil vacilaba (lo sustituía con una buena dosis de rabia, eso sí). Está el humor, el costumbrismo, esa maravillosa capacidad suya para definir personajes y ambientes, esa facilidad para el diálogo chispeante. Me chirría un poco la estructura, basada en anécdotas resueltas como capítulos independientes que, sin embargo, se concatenan sin solución de continuidad

¿El resumen? Pues sí, me ha gustado. Me parece que, con todos sus tics, con todos los peros que se quiera, Giménez es todavía Giménez, sí; y eso es decir mucho. 

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