domingo, 4 de septiembre de 2005

domingo oriental

En fin, tampoco tanto. Es que he estado viendo, en la sobremesa, La casa de las dagas voladoras, de este chino de aire adusto, ya saben, Zhang Yimou. Que es, después de todo, una historia de amor. De esas grandes como la vida, desesperada. (Bueno... y de desamor, también.)

Este hombre tiene un exquisito gusto para el color, para la composición. Las escenas iniciales dentro del prostíbulo son bellísimas, y toda la secuencia en el bosque de bambú. Por no hablar de ese último duelo en la nieve, rojo sobre blanco...

Uno no puede evitar la sonrisa en las secuencias de esgrima acrobático y de volatines asesinos, pero hay que admitirlo como lo que es: un código de género. Si puedo tragarme al último cow-boy borracho disparando como un campeón olímpico, si me tengo que creer que los galanes ancianos de Hollywood pueden enamorar a señoritas fascinantes con un mero encogerse de hombros... pues esto, también.

Una muy hermosa película, que vuelve a reconciliarme con este director... Habrá que recuperar títulos anteriores. (Me consta: están en DVD, baratos, El camino a casa y Ni uno menos; y Keep cool, creo... Las dos primeras eran deliciosas; la otra... pues eso, cool.)



En otro orden de cosas, me han prestado Firefly. Ya saben, esa serie de Ciencia Ficción que le cerraron a Joss Whedon y que luego, en DVD, vendió tantísimo que ahora está, el hombre, enredado con el primer largometraje. He visto ya un par de episodios, ya la cosa tiene buen cariz. Aunque el piloto es un poco... desconcertante, el segundo tiene ya todas las características del mejor Whedon: personajes bien perfilados, diálogos brillantes.

Ya les iré contando.



(Por cierto, que debo estar haciéndome un blando: hoy he leído varias cosas en EPS. Sí, además de la columna de Marías. Por ejemplo, el articulito autobombo de Rosa Montero, que me ha provocado una cierta curiosidad por su novela próxima... cosa que no había ocurrido desde... nunca. Y la tontada de los robots nipones. No sé, será la calor, a lo mejor...)



La banda sonora es hoy, de todas todas, de Los Planetas. Muchos de sus discos (uno detrás de otro, sí: así soy, compulsivo). Pero, sobre todo, POP. Y Una semana en el motor de un autobús.