El día amaneció nuboso y fue luego acalorándose. Hacia la hora de la siesta cayeron cuatro goterones y se empezó a remover el aire. Ahora, cuando empieza a oscurecer, el cielo sigue cubierto de nubes grises, jabonosas, y se ha levantado un viento inquieto que refresca y presagia lluvia.
La tarde llegó con noticias: parece que las negociaciones se han vuelto a cortar, los skrulls no ceden un centímetro y nosotros... pues tampoco, que los interesados en cambiar las cosas son ellos y son ellos los que tienen que ceder. Llegó con alguna visita inesperada: L, que prepara una exposición sobre su padre y sigue bien, tan chispeante y energética como siempre; un gusto, abrazarla. Y N, que pasaba por allí y también se paró a saludar cuando ya se terminaba la jornada.
Ahora el cielo se ha teñido de acero. Tengo las ventanas abiertas, las cortinas se hinchan hacia dentro como velas de barco, intentan luego escaparse hacia fuera. Creo que voy a salir a la terraza, a ver cómo se respira...
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