Gracias a Agustín Fernández Mallo sabemos que Jorge Luis Borges trabajó durante la década de los años 60 para Marvel, y que suyos son muchos de los hitos que definieron a la editorial norteamericana durante su más fructífera época. Podemos leer, en las páginas de El hacedor (de Borges), Remake, la relación que se estableció entre el atildado escritor y los jóvenes artistas que frecuentaban las oficinas de Marvel, y quedan claros, además, los sutiles caminos que llevan de la escritura de El libro de arena a la creación del Hombre de Arena. (Cabe preguntarse si no habría razones para extender la red un poco más, si no habría manera de encajar al Hombre de la Arena de Hoffmann ahí, si la hermosa Olimpia no podría tener su reflejo en algún otro personaje artificial e inmutable, ¿quizá La Visión?. O, por qué no, si acaso Borges, cuando inventó la historia de Flint Marko, el Hombre de Arena, no habría tenido noticia de esa novela turbadora que Kobo Abe había publicado muy poco antes, en 1962: La mujer de la arena.)
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