martes, 28 de febrero de 2012

5000 kms de Blog a Blog

 Mi amiga R, que es una superheroína con don de lenguas y talento para lo plástico y la acrobacia, se dejó convencer un poco por todos para abrir un blog sobre cocina (que también en eso es buena): Siba-Rita, lo tienen ustedes ahí al lado, en la columna de Delicatessen. El pasado año me propuso un crossover: yo elegía un libro del que hablar y ella elaboraba una receta que tuviera que ver con él. Elegí Cinco mil kilómetros por segundo, de Fior; acababa de leerlo y estaba encantado. Ella lo leyó también, le gustó y, después de unos días, cumplió con su parte del trato. Yo, como es cada vez más frecuente, me retrasé lo indecible y hasta este fin de semana no escribí lo mío... (sorry, R). Pero ya está. La cosa ha quedado bien (y la receta tiene una pinta colosal).

(Uno de estos días, R se cruzará con un tipo con mucha prisa y un destornillador sónico y se marchará con él a bordo de la TARDIS, esto es algo que todos damos ya por descontado. Mientras llega el momento, no dejen de seguir su blog.)



"Cinco mil kilómetros por segundo"
Los colores y lugares al que nos conduce este libro están en estricta relación con los ingredientes que configuran este plato. Algunos quizás os puedan dar pistas de por dónde se mueven los personajes y para descubrir otros sencillamente tendréis que leeros este precioso cómic.
INGREDIENTES (para 2):
  • 2 rodajas de salmón
  • 40 gramos de pistachos
  • 3 tomates secos confitados
  • Zumo de 1/2 limón
  • 1/2 cucharadita de azúcar
  • 1/2 cucharadita de ralladura de limón
  • 3 cucharaditas de vinagre de Módena

Se limpian las rodajas de salmón, quitándoles la piel y las espinas. Se ponen en un plato hondo con el zumo de limón y el azúcar y se deja reposar durante una hora.
Se pelan los pistachos y se machacan con el mortero hasta que queden en trocitos pequeños (pero no en polvo). Una vez machacados se tuestan durante un minuto en una sartén a fuego medio y se dejan enfriar.
En una tacita se mezcla la ralladura de limón con el vinagre y se deja apartado durante un rato para que tome el sabor a limón. Mientras tanto picad los tomates confitados.
Poned una satén a fuego fuerte sin poner aceite. Cocinad el salmón a la plancha (dejadlo más o menos tiempo en función de cómo os guste de hecho) procurando que no caiga el zumo de limón.
Colocad en un plato llano el salmón, poned la mitad del vinagre sobre el salmón de cada plato, espolvoread los pistachos y terminad con el tomate confitado.





Estarán cansados de leerlo aquí, pero hay libros que entran por los sentidos, libros con los que entablo una relación física que comienza, sí, con la mirada, pero a la que enseguida se unen el tacto y el olfato. Abrir el libro por primera vez, sentir la textura del papel mientras se hojea despacio, oler esa combinación particular de tintas... una ceremonia sensual que, en ocasiones, crea vínculos especiales con determinados títulos. (En mi caso, al menos.)

Cinco mil kilómetros por segundo, de Manuele Fior, es un libro en el que, además, la riqueza visual colabora en el impacto de ese primer encuentro. Pasar sus páginas supone una experiencia casi intoxicante: los colores y el aroma del papel se alían para propiciar una primera impresión positiva que después, con la lectura, se confirma. Amarillos y verdes, lima y limón, azules melancólicos y lluviosos, la calidez ocre y anaranjada de Egipto: una paleta arriesgada que puede, además, parecer arbitraria a primera vista, pero que se confirma luego, durante la lectura, como acierto narrativo.

El libro de Fior cuenta, además, una historia romántica que se resuelve en el largo plazo y avanza merced a arriesgados saltos temporales centrados en cada uno de los tres personajes y las diferentes etapas de su relación. Un relato que se lee con mucha más facilidad de lo que la anterior frase parece sugerir, y se desarrolla con una liviandad a la que no es ajena el humor de muchas de sus escenas, para dejar una sensación ligerísima de agradable melancolía después de su última página, cuando uno cierra el libro y se queda un minuto con él entre las manos, sonriendo, antes de abrirlo de nuevo y hojearlo un poco al azar en busca de esos detalles que le llamaron la atención. (Con el tiempo, descubrirá que hay muchos más de esos primeros... Yo lo tengo aún a mano, y me gusta volver a sus páginas de cuando en cuando: un placer perezoso de tarde de domingo.)


La edición, de Sinsentido, es, por cierto, impecable, y eso aquí importa mucho, a estas alturas se habrán ya dado cuenta.

3 comentarios:

M.A.Aísa dijo...

Una reseña magnífica y que comparto punto por punto y una receta que tiene una pinta tan buena como el libro del genial Manuele Fior.
Vuestro trato combina muy bien, me abre el apetito para leer y comer, que mas se puede pedir.

Anónimo dijo...

¡Qué buena idea!

Excelente, más bien.

FHNavarro dijo...

En cuanto tenga un momento, bajo a comprar salmón ;)

Un saludo