Buenos días. Aprovecho que hace bueno y tengo un ratito, y les cuento así, sobre la marcha.
De lecturas voy regular y más bien renqueante. A ver. Terminé de disfrutar ayer del tercer libro que Fulgencio Pimentel ha dedicado al Frank de Jim Woodring, y qué voy a añadir: el verbo está ahí por algo. Leí también el Alter y Walter que Entrecomicscomics ha editado con mimo: un trabajo brutal en lo gráfico de Pep Brocal que me ha dejado, sin embargo, más bien frío... No sé si esperaba más... pero sí otra cosa: con más enjundia (o con menos ínfulas). Y tenía pendiente de contarles que muy bien la cosita de Corben y Jan Strnad que ha editado Norma: clasicote, resuelto con la eficacia previsible. No hay sorpresas, ni pasará a la bibliografía de los autores como una de sus obras mayores, pero a ver, es lo que es, no hay engaños: cartón piedra, el ulular del viento, un recuerdo cariñoso al señor Poe y un par de guiños lovecraftianos.
Más. Tengo a medio leer eso que les comenté de Juan Bonilla sobre Maiakovski, Prohibido entrar sin pantalones, y es una novela vibrante y muy divertida que mezcla la voz del narrador y la del poeta en un curioso burbujeo. Aunque la lectura que más he disfrutado en los últimos meses ha sido la de La noche de los tiempos, de Muñoz Molina, que es compleja y emocionante y hace unas cosas con el punto de vista que me han dejado patidifuso. (También me gustó mucho Todo lo que era sólido, un ensayo reciente sobre la situación política y social de nuestro país hoy, que parece nacido de una costilla de La noche de los tiempos.)
Y, por supuesto, Supercómic. Que empecé a leer en cuanto que pude hacerme con él, y que he disfrutado mucho en general, aunque de manera desigual (lógicamente: diferentes autores, muy diferentes registros). No sé si más adelante me animaré a entrar en más detalle, pero sí quiero dejar aquí constancia de que los mejores textos, desde mi punto de vista, son los de Daniel Ausente, Raúl Minchinela, Jordi Costa, Óscar Palmer y Pepo Pérez, además de la entrevista que Alberto García Marcos hace a Emmanuel Guibert. Es decir, y forzando la caricatura: aquellos en los que el espacio dedicado a las notas al pie es menor que el que se dedica al propio texto. Que, fíjense bien, son los que están escritos con más personalidad.
Eso hay, hasta hoy.
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