martes, 31 de mayo de 2005

Más Durán, y mejor que nunca

Lo comentábamos ayer en el bar: lo de este hombre ha sido no una evolución, sino una explosión. Como ver una de esas flores que se abren ante nuestros ojos en los documentales de naturaleza o en los comerciales que venden felicidad a plazos. En muy pocos años se ha confirmado en el mercado con un puñado de libros magníficos que han desembocado en este último título, seguramente su mejor obra.



Dueño de un universo poético muy personal, de resonancias míticas y no exento de una peculiar ternura, Luis Durán entrega aquí su libro más redondo, a mi juicio. Porque supone una especie de resumen temático, una vuelta de tuerca a sus obsesiones: el tiempo, la magia, la realidad y la fantasía, la figura del que es diferente, la soledad, la muerte... Y lo hace gracias a un entramado fascinante que parte de una mentira (en palabras del personaje) que es, ni más ni menos, que el inicio de toda ficción, de toda fábula: ¿y si hubiera escogido este otro camino? Un entramado que se va desvelando mágico, que manipula el tiempo y el tempo, que se adentra en preguntas que son poemas y genera una belleza melancólica, porosa, más propia de viejos cuentos de hadas que de modernas historias de consumo.

Me consta que del libro se hablará aún mucho. Estas primeras notas no son más que hoja de ruta, por así decir, de mis impresiones tras una primera lectura.

(Una hoja de ruta en la que no puede faltar la mención a la calidad de la edición, con un papel adecuado y una presencia sólida que se ven, eso sí, un poco eclipsados por la maqueta, un poco torpe: esas letras gordas y con efectitos, esos créditos de cuerpo gigante, innecesarios y molestos...)


Caballero de espadas es, ya, uno de los libros del año. En un año que ha dado, a estas alturas, unos cuantos libros del año...


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Y, ya que estamos, un par de cositas: que está nublado, que ya tengo la garganta razonablemente bien, pero sigo aún congestionado. (A ver si va a ser la alergia, al final...)

Y que ya luego, si acaso...