domingo, 14 de mayo de 2006

algún libro


Ayer ardió un poco el transformador provisional instalado en el Paseo del Prado, cerca de Atocha; justo el que está enclavado entre los puestos de libros de la Cuesta de Moyano provisional, en la reja del Jardín Botánico. Lo que trajo consigo una considerable serie de problemas en el metro y en la zona de alrededor, con apagones y fiestas eléctricas y tal.

El transformador sustituye al que ya ardió (y no un poco, sino mucho y con columna de humo de las de telediario) hace unos años, no sé si dos o tres, y que estaba justo en la acera de enfrente, al ladito de una gasolinera. Lo sustituye mientras se construye otro, definitivo y subterráneo, precisamente en Moyano; debajo de la Cuesta de Moyano.

Y en las casetas provisionales de Moyano encontré esta semana un volumen, editado por Renacimiento, que compila textos de Luis Alberto de Cuenca. Se titula Etcétera, está en la colección Cuatro Vientos y es de 1993. No estaba a un buen precio, la verdad, pero no es un libro que uno vea a menudo. Recoge y ordena columnas aparecidas en el diario ABC.

En las mismas casetas he encontrado unos cuantos números de la revista Asimov Ciencia Ficción, que editó Robel hasta hace poco. A buen precio esta vez, sí. También estaba, al lado, el volumen titulado La Ciencia Ficción Española, editado por la misma gente en 2002 y en tapa dura.

Y yo he estado leyendo estos días una burbujeante sorpresa: Cruce de perras, de Víctor Coyote. Una colección de relatos y breves apuntes costumbristas que ironizan sobre los primeros ochenta en Madrid y la Nueva Ola, eso que llamaron luego La Movida, con mucha gracia para el diálogo chusco y mucha ternura para con determinados personajes. Una sorpresa de lectura veloz y feliz.

Tengo también a mano un par de títulos que leeré estos días. Breves, ligeros. Por un lado, la entrevista con Javier Marías que firma Elide Pittarello para RqueR en su colección Entrevistos. Por otro, Metafísica de los tubos, de Amélie Nothomb. De ella leí, hace un tiempo, Estupor y temblores. Me gustó por su descarnada liviandad, por la claridad de la escritura y por la belleza de algunas de sus páginas. La leí con esa sensación de claro, así hay que escribir, directo a las entrañas, sin miedo, sin tapujos, sin disfraz... Con el tiempo, no tengo muy claro si no habrá más truco y pose en sus libros que literatura... (Lo de la sinceridad no cuenta: hablamos de libros, de escritura, de ficción, por mucho que se quiera disfrazar de historia personal.) Ya les contaré...

Después es probable que vuelva, de la mano de Stephen Baxter, a la Ciencia Ficción más radical con su Exultant. Es un señor que escribe mucho, demasiado para que yo pueda estar al día de su producción, aunque me gusta todo lo que le he leído. Procuro no perderle la pista y, de cuando en cuando, hacerme con alguno de sus libros. Cultiva, casi siempre, la vertiente más tecnológica del género, la de más atrevimiento conceptual. También, la más espectacular y chispeante.


Por lo demás, estos días hace un calor pegajoso que da verdadero asco, y los pólenes deben estar en plena revolución, porque no paro de estornudar, ay...

(Y mañana es fiesta aquí, en Madriz. No pienso salir de casa en todo el día, salvo causa de fuerza mayor. Detesto las verbenas. Rosquillas ya he comprado, eso sí...)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De Javier Marias no me pierdo nada. Es mi novio.

¿Qué se festeja mañana?

fcnaranjo dijo...

San Isidro. Patrón de Madrid ciudad. Verbena y rosquillas.

Y mucho calor. Del pegajoso.

No parece mal novio, Javier.