Tarde larga y fría. De vuelta de unas compras de emergencia, con una lavadora puesta y mientras suenan Yo La Tengo, me pongo otra vez delante del montón de títulos que he ido leyendo de un tiempo a esta parte. Algunos, tan recientes como el último de Mauro, De postre, editado con mimo por Fulgencio Pimentel: recoge los chistes a toda página que fueron apareciendo entre 2005 y 2007 en el suplemento Zazpika, del diario Gara. Son trabajos a todo color, que abundan en guiños frikis y me recuerdan mucho a los clásicos chistes de los tebeos de Bruguera, esos que firmaban gente como Conti o Vázquez, entre otros grandes. Otros salieron hace ya algún tiempo, como Chagall en Rusia, de Sfar, que editó 451: un trabajo inclasificable, falsa biografía de Chagall que se ocupa más de recrear su universo poético, de hacerlo propio y compartirlo con nosotros, que de atenerse a hechos históricos, fechas y archivos. Un Sfar en plena forma, que transmite ganas de vivir y de contar la vida: eso que tan bien sabe hacer él.
Llevaba ya tiempo leyendo cosas buenas de Un adiós especial (Joyce Farmer, Astiberri) cuando por fin pude ponerme con él. Tenía miedo de haberme creado demasiadas expectativas, de que me decepcionara de alguna manera: no sería la primera vez que me ha pasado (imagino que tampoco a ustedes).Y, bueno... algo de bajón sí tuve durante la lectura. Me pareció que toda la narración era demasiado directa, que no había tiempos muertos (eso que ocurre en la vida entre las cosas importantes, y en las películas entre persecución y persecución), que habría necesitado transiciones más lentas entre las diferentes escenas. Luego, conforme avanzaba, descubrí que no, que quizá era esa la mejor manera de narrar esta historia que es, al final, una historia que vamos a protagonizar todos, de una u otra forma, en un papel u otro (o en todos). Y descubrí también hasta qué punto lo que ocurre a lo largo del libro es terrible, y hasta qué punto lo vamos aceptando como algo natural gracias, quizá, a esa manera de contarlo que eligió la autora. No es fácil hablar de Un adiós especial sin repetir lo que ya otros han dicho, ni tiene mucho sentido volver a señalar que es la obra cumbre de Joyce Farmer, veterana militante del underground norteamericano más legendario (y se nota en su gráfica, ruda y detallista hasta la extenuación): una obra por la que será recordada, sin duda. Una obra dura, amarga y llena, también, de ternura y de un optimismo "de baja intensidad", por así decir, que resulta un tanto paradójico. Que va a ser uno de los libros de este año es, en fin, una obviedad. (Un año, por cierto, lleno de "libros del año"... Un muy buen año.)
Y de una veterana, a la cantera. Lola Lorente, multipremiada, ha publicado en cabeceras legendarias de la independencia reciente: Humo, Tos, Nosotros Somos Los Muertos o Fanzine Enfermo. En las páginas de este último nacieron los personajes que vertebran su primer libro, Sangre de mi sangre, editado también por Astiberri. Un libro en el que se encierra entero el universo creativo de su autora: el misterioso infierno de los miedos infantiles, la ambigüedad, la muerte, una plástica minuciosa y equívoca, atenta a la composición, de texturas inquietantes. Un libro barroco, hermético y muy hermoso que no sorprende a los que ya seguíamos los trabajos de su autora y que la confirman como una voz a tener en cuenta: ahora queremos más.
Hay más títulos en el montón, pero la noche ha caído ya, y viene lluviosa. La colada está ya en el tendedero. Mañana, más.
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