miércoles, 6 de julio de 2005

estos estilos...

(En fin, algunos somos más torpes que otros, y como el chismito de subir varias imágenes no funciona bien hoy, les dejo acá la segunda parte del post, si no les parece mal...)



Dupuy, sí. El mismo que, con Berberian, nos habla de Henriette y de Monsieur Jean. El mismo que, también con Berberian (siempre con él, desde sus primeros escarceos viñeteros) y a través de L'Association nos ofreció aquel magnífico Diario de un álbum.

Cornélius, que ya editara su Petit peintre remasterizado (y del que presumí yo durante las primeras semanas de Flora y fauna), ofrece estos días el primer libro realizado en solitario por Philippe Dupuy. Y les podría decir que sí, que de nuevo es un trabajo intimista. Pero no se harían una idea. Nada que ver con otros títulos de corte autobiográfico. Nada de historias cotidianas. Nada de reflexión sobre el propio trabajo. Nada de cruzar la calle, comprar el pan, mirar a las chicas que pasean por la acera.

Ombligo. En el sentido más desnudo, árido y hasta despojado del término.

Las páginas de este Hanté son una excursión sin guía ni brújula por los senderos más ocultos del subconsciente del autor. Oníricas, terribles. Uno se arriesgaría a decir que se han realizado a pie de obra (es decir, cuaderno de apuntes en la mesilla de noche, sueños garabateados cada mañana, antes del primer café; asociación libre de ideas; caída libre). Pero uno sólo tiene esa intuición, así que no dice nada...

Y el trabajo gráfico es... eso: despojado y desnudo, y árido. Y tiene la impronta de lo inmediato, de lo que se ha dejado al primer intento. El dibujo como caligrafía. Como taquigrafía, casi. Apuntes rápidos, desesperados.

Una experiencia... desconcertante, como poco.

Estimulante, también.


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Y sí, el estilo es también naïf, o cartoony, o como lo quieran llamar. (La técnica, el acabado, es descuidado, sucio... pero la base es la misma, uno reconoce al Dupuy de los dibujos bonitos, no sé si me explico.)

Porque el estilo, o eso que queremos asimilar como estilo, no es tan importante como lo que se pretende contar. O expresar, en este caso.

Creo.


Así que, sí, es lícito sospechar de esa aparente invasión de estilos reminiscentes de Sempé o de Clerc (o de Hergé, cuidado...); y es lícito temerse que, en realidad, muchos de los señores que así trabajan no saben quiénes son, quiénes fueron, Sempé, o Clerc... ni siquiera Gallardo, qué demonio. Pero no conviene confundir depende qué envoltorios con los contenidos. Ni, por supuesto, con las posibilidades de contenido...


(Luego ya están las preferencias estéticas personales, en lo plástico y en lo argumental, claro... pero eso es otro tema. Otra discusión. Y otro post...)