domingo, 16 de octubre de 2011

L&R

Lo que más sorprende de Jaime Hernández es lo fácil que parece hacer lo que él hace. A poco que uno sepa algo del oficio de contar historias, se da cuenta de hasta qué punto es justo lo contrario: no se puede hacer mejor, y es tan difícil llegar a ese nivel que lo que de verdad apetece es tirar por la ventana todos los papeles que uno ha emborronado a lo largo de su vida y encerrarse a volver a leer todas las entregas de Locas... No para aprender, porque no hay manera de aprender a hacerlo así de bien: por el puro placer de leer, de entrar en el universo de Maggie y de Hopey.

Después de leer lo último de Jaime casi me explota la cabeza. Lo leí en el tren, de camino al trabajo. Volví sobre las últimas páginas en el mismo andén, en un banco, despacio, asimilándolas. Le di vueltas a lo largo de la tarde, incluso al día siguiente.


Y todavía hoy se me pone la piel de gallina recordándolo. Ray, Maggie... ¡Hopey! Tremendo.



Siempre fantaseo con qué conservaría en el caso de tener que deshacerme de la mayor parte del papel que guardo: qué libros, qué tebeos guardaría. Y, si bien caben dudas con respecto a casi todo, tengo muy claro, lo he tenido siempre, que los trabajos de Jaime Hernández se vendrían conmigo sí o sí. Porque nunca se acaban las relecturas, porque siempre resultan frescos, nuevos, sorprendentes.

2 comentarios:

FHNavarro dijo...

Y yo aquí, esperando a que La Cúpula se anime a editar el nuevo material de Jaime ;(

Espero que no tarden en hacerlo;)

Un saludo

Lorenzo F. Díaz dijo...

Hay un álbum de Maggie traducido y esperando turno desde hace casi un año porque se adelantó el tomo de Penny Century.

Es estupendo (¡cómo no!) y cronológicamente anterior al de "La educación de Hopey".
Supongo que saldrá para navidad.