«¿Recuerdas el inventario de cosas misteriosas que los liliputienses encontraron en los bolsillos de Gulliver? Entre ellas había un peine que podía usarse de valla, un enorme reloj de bolsillo que emitía un molesto sonido a intervalos regulares, y muchos otros objetos de uso oscuro. Una vez yo también fui liliputiense.»
Así empieza El castillo alto, la autobiografía de juventud de Stanislaw Lem que Funambulista ha tenido el buen gusto de editar hace unos días. No les cuento más porque lo compré ayer y no he empezado aún a leerlo, que estoy inmerso en las páginas de Juglar, la novela del vecino (y amigo) Rafael Marín. Pero dejo constancia aquí, para que sepan que pueden buscarlo ya, porque Lem es Lem, y cualquier texto nuevo suyo que aparece en castellano, un acontecimiento.
(Por cierto, y para abrir boca, si pinchan aquí podrán disfrutar del famoso artículo que el polaco dedicó a ensalzar las virtudes literarias de Philip K. Dick, en castellano. He tropezado con él gracias a La Petite Claudine...)
Les cuento también que me traje a casa otro título de Emilio Carrere, calentito, editado por Valdemar: El reino de la calderilla. Recoge relatos de la bohemia madrileña y promete, a mi juicio, buenos ratos de lectura.
Y les cuento que ha amanecido el día de fiesta (que en Madriz lo es, hoy) con un cielo limpio, de esos que da gusto mirar. Y sol. Cielo azul y sol en pleno noviembre: un descanso, una tregua.
Uno pensaría que el clima celebra, hoy, la derrota de Bush... pero no caigamos en obviedades. Mejor lo celebramos nosotros, por nuestra cuenta: un poquito de vino, un paseo bajo el sol... esas cosas.
(Del trabajo no hablo por ahora, que no me quiero crispar...)
1 comentario:
Coincidimos en lo de Lem...¡y en lo de Emilio Carrere! yo también me lo llevé a casa.
y la cosa promete,vaya que promete
Publicar un comentario