martes, 5 de diciembre de 2006

un día completo

Llovía a mares en Madriz. Escuchaba caer el agua justo antes de salir del trabajo, un rugido húmedo y oscuro. Llovía a mares y, de vuelta a casa, me he cruzado con una muchacha que lloraba desconsolada bajo la lluvia, el pelo rubio pegado a la cara y el móvil en la mano, un extraño guiño azul. La luz sucia de las farolas y el rugido de neumáticos sobre asfalto mojado proporcionaban un halo de dulzona sordidez a la escena.

Llovía a mares y menuda tarde hemos tenido. Un resumen: hay demasiados hijos de puta en mi trabajo, casi todos por encima de mí, casi todos perfectamente estultos y minuciosamente carentes de redaños y de capacidad de decisión. En manos de quién estamos es una de las frases más repetidas por allí... La rabia y el asco, dos de las sensaciones que con más frecuencia "animan" nuestros días.

Llovía a mares hoy, esta tarde, pero la mañana no ha sido mala. También por motivos laborales: en un curso de los de formación, he tenido hoy acceso a talleres de restauración y almacenes (y esto no lo digo, quede claro, para darle envidia al señor Punch...), he escuchado de primera mano un buen puñado de anécdotas técnicas y menos técnicas, le he visto las tripas a unas cuantas pinturas desnudas, en proceso de limpieza o de reintegración.

Una de cal, una de arena...

Por otro lado, decirles que tengo el resto de la semana libre, así que podré dedicarles un poco más de tiempo a mis lecturas y a ustedes.

Buenas noches.

7 comentarios:

maria josé dijo...
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maria josé dijo...

Buenas noches, caballero.
Eso de "en manos de quién estamos" también lo estamos comentando mucho últimamente en mi trabajo.
Por cierto, ya sospecho yo un poco dónde trabaja usted...
Buena semana de vacaciones!

Un beso.

Octavio B. (señor punch) dijo...

jajaja...no hay envidia, salvo por ser la situación laboral más deseada por el gremio, eso si: restaurando todo pijín, con tu batita blanca en un museo calentiro...qué gozada.
Esas visitas son siempre golosas para el que no conoce, reflejan las glorias de la profesión (ese intimar con el arte que pocos tienen a su alcance) y escatiman las miserias (la restauración en fachada un verano vallisoletano, a cuarenta grados, el tener que montar los andamios -de doce metros de alto, concretamente- por los cojones de un jefe déspota, la vida loca -hombres caracol, decía yo-, la dureza física del curro de andamio...). Pero lo grande del asunto lo sigue siendo, y, sí, da envidia, porque uno, ya se sabe, renunció a su profesión por la estabilidad física, por su casita, su familia...esas cosas sin importancia, que decía Serrat, así que cuando veo un andamio en una iglesia, me tiemblan las canillas un así ;)

Anónimo dijo...

A mí me dan nostalgia.
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Octavio B. (señor punch) dijo...
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Octavio B. (señor punch) dijo...

sí, Jesús (acentuadito, no como en el comment eliminado), esa es la palabra :)

Mar dijo...

En demasiados trabajos, sí, algunos hasta demasiado importantes... (suspiro)
Llueve sobre mojado