De Liniers les puedo decir poco que no haya dicho ya: saben ustedes bien de mi devoción por él. El desparpajo con que mezcla diferentes registros humorísticos y la alegría que contagia su trabajo son ya bien conocidos para quien frecuente esta casa. Enriqueta, Olga, Madariaga, los duendes y los pingüinos... todos sus personajes se mueven entre el surrealismo, la ingenuidad y el puro absurdo. Este sexto libro editado por Mondadori es tan imprescindible como cualquiera de los cinco anteriores, y una excusa perfecta para volver a leerlos todos del tirón... y alegrarse la vida.
Edén es otra cosa, parece que se ponga de perfil cuando uno se pone a categorizar y definir.... Edén es un artefacto lírico explosivo de efecto retardado. Se queda dentro, agazapado, echa raíces en la memoria, acaba siempre volviendo una u otra imagen, cuando menos lo esperas. Las primeras páginas del libro, editado con el habitual cuidado por Sinsentido (ese olor, ay...), sorprenden por lo primitivo del dibujo, pero muy pronto pasa esa sensación a un segundo plano para desaparecer del todo en cuanto que uno se adentra en el mundo inventado por Kioskerman. Las cuatro viñetas de cada tira funcionan como los tres versos de un haiku: milimétricos, elípticos, sugiriendo mucho más de lo que dicen. Edén no se parece a nada. Es abstracción, es poesía, es reflexión, es una interrogación que queda abierta cada cuarta viñeta. Y cuenta, en su desnudez, algunas de las historias más hermosas que he leído.
Todavía estoy reconstruyendo el caos en que vivía y me queda mucho papel por remover, muchas cosas por trasladar... pero sé que quiero tener determinados títulos bien a mano: los de Liniers y Kioskerman (como los de Watterson y Larson) están entre ellos. Porque vivir es más fácil así.
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