miércoles, 23 de febrero de 2005
coincidencias... y nieve.
en paralelo...
Madrid amanece hoy vestido de blanco. Todo parece gotear, como en un tebeo de Eisner. Hay que caminar con cuidado: hielo, barro gris, los pies se van...
Ayer, en el metro, leí la primera entrega de La época de Botchan. Fue, después de muchas páginas de género negro o aventuras (entre otras cosas), el golpe de timón definitivo en la carrera de Taniguchi, la obra que le adentró en los terrenos de la narración reposada, contemplativa; terreno que luego proporcionó joyas como El almanaque de mi padre, Barrio lejano, El olmo del Cáucaso o El paseante.
El libro, editado por Ponent Mon, es excelente. Ligero, pero lleno de información. Anecdótico, pero sólido en su visión de un momento histórico. Muy bello. (Y una lección magistral de narración, además.)
Y, mientras leía, las coincidencias, los paralelismos, se me iban echando encima... Por una parte, el protagonista (el escritor Soseki Natsume) está escribiendo, cuando el relato comienza, su novela Yo, el gato. (Novela que leí hace un par de años, en la edición de Trotta: es morosa, obsesivamente detallista, llena de observaciones cotidianas y muy irónica; merece la pena. De él hay, como mínimo, otra obra publicada en castellano: Kokoro; pero no tengo más datos.)
Además, otro de los personajes cuenta, hacia la mitad de este primer volumen de La época de Botchan, su relación con...¡Lafcadio Hearn! (Y ya saben ustedes que siento una educada devoción por ese hombre... y de sus pocas traducciones españolas les ha hablado ya aquí en más de una ocasión...)
Más cosas. El protagonista de Kafka on the Shore (Kafka Tamura, adolescente huído de su casa), la novela de Murakami que estoy leyendo estos días, pasa un buen puñado de páginas en una misteriosa, idílica biblioteca pública, leyendo a... sí, a Soseki Natsume.
Comprenderán que, mientras leía de pie en el metro, la sonrisa se me escapara cada pocas páginas. No sólo por la peripecia de los diferentes personajes (cargados de humanidad, muy cercanos...), sino por todas estas pequeñas coincidencias que les cuento.
(También aparece en el álbum Ogai Mori, del que Trotta editó algo, si mi memoria no me engaña... Si consigo encontrarlo en mi progresivamente caótica e impracticable biblioteca, les contaré...)
Por lo demás, les pongo al día en un momento, antes de salir a la calle, de camino al trabajo: que sí, estuve viendo El nombre de la rosa el otro día. Volvió a gustarme. (Casi diría que más que otras veces... pero no sabría precisar en qué, por qué...)
Y tengo un montón de lecturas pendientes (de tebeos, hablamos ahora) de las que les iré teniendo al día, ahora que voy a tener un ratito diario para acometerlas...
Y compruebo con tristeza que hoy ya programan Urgencias de madrugada, después de no sé qué fútbol y de los amiguitos de Wyoming...