Esta mañana, después de madrugar y antes de irme a trabajar, he pasado por el Espacio Sinsentido. Me apetecía ver qué había planteado Jesús Moreno. Me apetecía saber cómo se respiraba ahí, mientras en otros espacios (electrónicos) se intercambian insensateces cada vez menos dialécticas.
El sitio está en una calle chiquita, al lado de Libertad, en el barrio de Chueca. Al lado mismo del metro. La zona, por las mañanas, tiene vida. De barrio. La calle es muy tranquila. Enfrente, una tienda bonita, también.
Hay un escaparate enorme, minuciosamente colocadito. Hay luz y hay paredes blancas. Los muebles son un puro prodigio; funcionales, intrigantes, bellísimos. El vidrio con la acuarela de Castells impresiona.
El ambiente es relajado. Una muchacha trabajaba, colocaba cosas, iba de un lado a otro en silencio. Rosa andaba por allí; me saludó, cariñosa. A mí me ha parecido que está ilusionada con el proyecto... la aventura de abrir un espacio distinto. Me enseñó la exposición: apabullantes, los originales de Fernando Vicente; me enseñó las vitrinas, en las que, además de pin-ups de época, se pueden ver algunos trabajos de éste (los que publica en Babelia, concretamente: mucho mejores que las chicas de la pared, con eso lo digo todo).
Quedan cosas por hacer, claro. (Siempre quedan cosas por hacer...) Ajustar, decidir, matizar, pulir. El rodaje de algo así es lento. (Asistir a él desde cerca será interesante. E importante, creo.) Los primeros pasos van ya por el buen camino...
Y hay mucho material. Muy seleccionado, claro. Francés, casi todo. (Aparte del fondo de la editorial, lógicamente.) Material muy interesante.
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Más noticias de visionados caseros: El aviador. Estilizada, emocionante, apasionada. Me ha recordado, en buena parte de su metraje, a Tucker, esa extraña joya del Coppola supuestamente más comercial.
Lecturas: de Peter Parker, Straczinsky y Mary Jane Watson... hablaré otro día. (Pero que conste en acta: a mí me ha gustado.)