No hace falta aclarar que esto que sigue es un apunte sobre la marcha, precipitado e incompleto. Ni he leído todo lo que ha salido, ni recuerdo ahora todo lo que me ha gustado de lo que sí leí, pero así funcionan las cosas en mi casa.
El año 2008 ha sido el de Arrugas y su autor, Paco Roca. Éxito, premios, cobertura mediática. Sería interesante plantearse por qué no ha sido el año de Carlos Giménez, con sus libros sobre la Guerra Civil... A lo mejor tiene que ver con el planteamiento de base que hacen uno y otro. Arrugas habla sobre una enfermedad terrible, pero no se puede decir, en realidad, que sea un libro sobre ella (que es mucho más sucia y puta, si me permiten la franqueza, y quien la tenga cerca sabe de qué hablo); es, más bien, una metáfora bien educada, como de domingo tarde. Que no quita para que entre como con vaselina y llegue hasta donde tiene que llegar, transmita lo que tiene que transmitir y se quede luego dentro: un artefacto eficaz, una obra redonda que va a quedar en la pequeña Historia del medio (y que a lo mejor hasta inaugura una parte fundamental de la gran Historia del medio: la de los reconocimientos más o menos oficiales y las obras que de verdad pueden alcanzar al gran público que no lee tebeos, ya saben, esa entelequia). Giménez, por contra, está más bronco que nunca en las diferentes entregas que hemos leído de su 36-39. Malos tiempos. Peleón, un poco enfadado y con ganas de contar las cosas con más crudeza de la que tenemos por costumbre en un tema (la Guerra Civil) que nos tiene acostumbrados a lo militante o lo aséptico o lo meramente aburrido. Sus niños son los niños que le conocemos ya, las calles las ha dibujado antes, todo lo ha mostrado antes... pero nunca así, con esa crudeza y esa rabia que no se molesta ya en contener o disimular.
2008 ha sido el año del Spirit de Miller, ese fiasco que no parece encontrar defensores ni entre las filas de quienes con más ahínco jalearon el proyecto en su momento y conforme se iba demostrando, a tenor de lo que se adelantaba, insensato en extremo. Y ha sido el año de Watchmen, ese otro proyecto que amenaza con estrenarse el año próximo (si los abogados de unos y otros hacen su trabajo y un buen montón de dólares cambian de manos) y que tantos ríos de tinta lleva derramados ya.
2008 ha sido el año en que Entrecómics ha cuajado como la web quizá más completa y activa en lo que se refiere a información del medio. La más heterogénea e inquieta, la más viva. Y ha sido también, y enlazando de alguna manera con lo dicho arriba de Paco Roca, el año en que la Historieta ha empezado a ser tomada un poco serio en los medios generalistas y hasta institucionales.
Eso, en lo general. (Al menos, en lo que yo recuerdo ahora del panorama general. A lo largo de la próxima semana, conforme vaya leyendo otros resúmenes del año, iré viendo cosas que he dejado lamentablemente olvidadas sobre el teclado... Es lo que hay, ay...)
En lo particular... qué les cuento. Que a mí me han gustado mucho el Fueye de Jorge González y la segunda entrega del Gus de Blain. He disfrutado mucho la reedición de los Comanche de Greg y Hermann y del Valentina de Crepax (¡y de ambos quiero más!). Ha llegado a su fin la edición de La época de Botchán y de La guerra de Alan (Taniguchi y Guibert, respectivamente; sus mejores obras, o las mejores de las publicadas aquí). He leído, y me ha gustado, Mi mamá está en América, Ej jardín armado, El gato del kimono, Buñuel en el laberinto de las tortugas, La revolución de los pinceles. Me ha sorprendido agradablemente El juego de las golondrinas, de Zeina Abirached (a propósito de la normalización del medio en la prensa: una entrevista con ella en El País de hoy). Me he terminado de enganchar a Liniers, cuyo Macanudo no me canso de releer. He leído la segunda entrega de la Autobiografía no autorizada de Nacho Casanova, que me ha gustado también mucho, y he disfrutado el cuaderno de viajes de Joaquín López Cruces (¿para cuándo más tebeo, compañero? Se le echa de menos...)
Y, para terminar... nuevo libro de Luis Durán, El mago descalzo, para La Cúpula esta vez. Del que no he hablado todavía porque quiero volver a leerlo con calma, pero que me parece, sin asomo de duda, uno de los títulos del año (y uno de los mejores suyos).
El año, en fin, ha dado más de sí. Los próximos días lo iremos viendo, conforme cronistas con mejor memoria y biblioteca más ordenada que yo vayan publicando sus impresiones. Queda confiar en que el año próximo no caiga el cielo sobre nuestras cabezas...
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