domingo, 31 de julio de 2005

domingo lento

Como me gustan a mí, por cierto...


He estado toda la tarde trasteando. He reorganizado mínimamente la columna de aquí al lado, los enlaces: he eliminado los que ya no enlazaban nada y los que no utilizaba desde hace más tiempo del prudente. He añadido algunos nuevos descubrimientos. Arriba están los que leo a diario (o casi).


He estado, antes, viendo unos episodios de Urgencias. He intercambiado correos con un compañero que vuelve mañana al trabajo: he procurado que no le pillen demasiadas cosas por sorpresa...


He estado leyendo algunas cositas: la segunda entrega (excelente) de Profesor Bell, el Babel de David B. (Ando ahora en medio del segundo Tina Modotti; ya les cuento, cuando lo termine...)


No he dejado de escuchar música. (Definitivamente, los mejores discos de Kate Bush son, por este orden, The Dreaming y Hounds of Love. Llevan días sonando en mi casa...)


Y, aunque pueda parecerlo, no he dejado este espacio a la buena de dios. A partir de mañana volveré, no sé si con fuerzas renovadas, pero sí con más ganas que nunca.

Avisados quedan todos.

viernes, 29 de julio de 2005

planes

Por así decir.

Voy haciendo mi pequeño acopio de lecturas veraniegas. (De tebeos, hablo.) Que es hora de ir poniéndose al día.

Hay cosas del Saló que no he leído aún. Hay cosas anteriores que tampoco. Y hay cosas que han ido saliendo después... y ya se harán una idea. Hay material francés que tengo ahí, en espera. Hay material norteamericano. Y aún tengo que hacer alguna incursión por si un acaso, y porque tendría que haberse editado alguna cosita que, en principio, me llama...

Agosto será, en fin, de puesta al día. (Independientemente, claro, de lo accidental, que nunca se sabe...)


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En el trabajo, alguna noticia inesperada y un poco decepcionante.


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En casa, más sonrisas en rosa...

números...

Espectacular, el segundo episodio que ha emitido hoy TVE 1 de Perdidos. El de los numeritos malditos, sí.

Que no, que lo digo en serio.

A mí, la serie de marras me gusta. Me tiene enganchado.

Como con Mujeres desesperadas, me ocurre con Perdidos que lo rígido de la premisa y de la estructura hace que cada entrega se me haga un poco cuesta arriba... pero luego, una vez el episodio ha avanzado los primeros diez minutos, estoy completamente vendido...

Y en este caso, después de esa flojita mirada al coreano adusto, reivindicar con esa falta de decoro el espíritu de Mulder me ha parecido tan refrescante que no se me ha ido la sonrisa de la boca en ningún momento. (Además, el personaje del hispano con sobrepeso ya iba necesitando una reivindicación...)


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Otra cosa.

Que deberían ustedes correr, pero correr a sus librerías, ¿eh? Y lo digo en serio. Deberían correr y hacerse con la novela más reciente de Rafa Marín, titulada Elemental, querido Chaplin, y editada por Minotauro. Deberían hacerse cuanto antes con ella y leerla pero ya.

Es un consejo: la disfrutarán. Y mucho.



Buenas noches.

jueves, 28 de julio de 2005

teléfonos y rompecabezas

He estado charlando con una amiga esta mañana, hace un ratito. Del trabajo. (La amiga, sí... y la charla.) Es evidente que algo hay que hacer.

La situación viene a ser que se ha aumentado la burocracia, los pasos intermedios, de manera que las altas esferas queden perfectamente aisladas de los que estamos aquí abajo, y cualquier comunicación ascendente tarde lo indecible en llegar a su destino, si llega. Con el agravante de que esos mandos intermedios no están puestos ahí por su inteligencia o sus méritos, más bien al contrario.

Además, el Comité de Empresa está fragmentado, y la mayoría entró ya en el juego hace mucho, y se han limitado a colaborar en el proceso (y se han aprovechado de él, claro: algunos de esos ineptos intermedios son, de hecho, miembros del Comité; miembros en activo, que es más grave).

Y la gente está muy cabreada, porque, entre otras cosas, ni siquiera se está respetando el Puto Convenio, y se están imponiendo condiciones de trabajo que no estaban firmadas, y las Actas que se firmaron para asegurar determinadas circunstancias no aparecen, de manera que los de arriba imponen a su antojo. Con un agravante: estamos en pleno verano, con mucha gente de vacaciones... y ya sabemos que, a mediados de Julio, de los Pirineos para abajo cuelga en todas partes el cartel de Cerrado. ¿Resultado? Caos, de primeras. Y, además, que para cuando las cosas puedan ponerse en marcha, allá para mediados de septiembre, incluso octubre, esté ya todo atado y bien atado y no pueda hacerse gran cosa.

No olvidemos que la gente está muy cabreada, eso sí: ya hay varios colectivos que han llevado sus asuntos a Magistratura de Trabajo. Porque se vulneran mínimos establecidos en el Estatuto de los Trabajadores, o porque se vulnera lo que se firmó en un Puto Convenio que, para colmo, no quería una mayoría (ajustadita, sí, pero mayoría) de la plantilla. Algo se mueve, pues.


¿Soluciones?

Habría que plantear algo, montar algo a la contra. El pataleo considerado como una de las Bellas Artes.

No sé: ¿una plataforma de trabajadores independiente?


Será cosa de estudiarlo. (Porque, además, para después del verano tendrá que verificarse la Promoción de Plazas; ascensos, vamos: es decir, que los que están en esos pasos intermedios podrán consolidar su plaza... Y, una vez conseguido eso, vendrán las Elecciones Sindicales...)


Será cosa, insisto, de estudiarlo...



Pero les dejo ya, que bastante tendrán ustedes con lo suyo, seguro. Es que me lleva dando vueltas a la cabeza esto desde hace tiempo, y el fin de semana ha terminado de colocar las piezas en sus sitio... (Es que me roban un domingo de cada tres, ¿saben? Y una fiesta de cada tres. Entro a trabajar de mañanita y salgo cuando ya el cielo se oscurece. O, directamente, entro y salgo de noche, depende de la época... Son días que no vivo, días que paso allá, encerrado, por culpa de unos pocos. Son días que me roban de mi vida privada, de mi cotidianidad. Y así, hasta que me jubile... Comprenderán que no sea plato de gusto y que, de cuando en cuando, me cabree también aquí, en la pantalla...)


Por lo demás, y mientras cuento hasta cien, decirles que parece que se va nublando... aunque en casa, qué les voy a decir: hace calor.

miércoles, 27 de julio de 2005

televisiones

En fin, no he podido evitarlo: pantalla en rosa. (Ah, los hombrecillos que tienen que enfrentarse a la serena demencia de la elegante Pantera Rosa... Señores, ¿cómo no han ido corriendo a las tiendas a comprar el pack? Es una joya, les aviso...)



Por otro lado, leo que Steven Bochco estrena teleserie por allá, en su tierra: Over there, que se centra en la guerra de Irak; estilizada y violenta, parece. Escribe la mayor parte de los episodios Chris Gerolmo, co-creador.

El estreno es, si no me equivoco, esta misma noche. Veremos cómo se recibe. (No es un tema habitual en la ficción popular de por allá... Demasiado reciente; eso, si se considera que la guerra haya terminado, que ni hablar... Únicamente Doonesbury, la veterana y multipremiada tira diaria de Garry Trudeau, lo ha tratado... y no ha sido, tampoco, excesivamente crítica. No parece que vaya a serlo tampoco este Over there, que pasa de puntillas sobre temas conflictivos como los malos tratos a prisioneros...)



Y yo, mientras tanto, insisto en preguntar: ¿dónde está El ala oeste? ¿Es posible que la hayan sustituido por retransmisiones acuáticas? ¿Terminó ya? ¿No lo veía nadie, aparte de ustedes y yo?

ese ventilador...

No sé qué sería de mí sin él.


Pero, a lo que iba... Llevo días rumiando cosas en la penumbra. He descubierto que alguna de las cosas que aquí voy dejando puede tener una mínima repercusión, y no deja de sorprenderme. Obviamente, no voy a cambiar mi manera de abordar la aventura diaria de contarles aquí lo que se me pasa por la imaginación o lo que me ocurre en la calle, en el trabajo, en la cocina. Pero sí es cierto que, hasta ahora, los números que iban avanzando en el marcador de visitas que hay al fondo a la derecha, por así decir, eran más un juego, una idea abstracta, un mero suponer, que una realidad con consecuencias, por mínimas que puedan ser. De pronto, uno se ve en la tesitura de pensar que sí, que hay gente (además de los amigos que dejan su comentario por escrito) ahí fuera. que hay quien me lee.

Y yo, que me paso horas (cuando las tengo, tampoco pensemos cosas que no son) curioseando en otros blogs, más interesado cada día en espacios ajenos, cuanto más personales y alejados de la Historieta mejor, no dejo de sorprenderme de estas cositas...

Pero no importa. No les canso más. Yo, a lo mío.


A ver. Que he comprado esta mañana, en un arrebato de buen gusto que sabrán apreciar todos ustedes, estoy seguro, sendos packs de DVDs: Los Picapiedra, segunda temporada, y La Pantera Rosa, los dibujos animados. Además de una compilación de canciones de la Sylvie Vartan más ye-yé... Lo cual me asegura unas cuantas horas (envdiables) de placer visual y risas para los próximos días. (Y a ustedes, lamento decirlo, que yo se lo cuente más veces de lo que sería prudente, ay...)


A ver. Que hoy hace un poco menos de calor, y he dormido esta noche un poco menos mal.


A ver. Que la novela de Rafa Marín se lee con una fluidez envidiable, y es más divertida cuanto más se avanza en la trama.


A ver. Que no emiten ya, como dejaba dicho por aquí Cuadrado, El ala oeste. No sé si terminó la temporada correspondiente, o sencillamente desapareció de la programación porque sí.


A ver. Que estuve mirando este fin de semana el biopic de Peter Sellers que ha dirigido Stephen Hopkins (Llámame Peter, lo han titulado por acá), y me pareció un solemne tostón que tiene sus mejores bazas en el histrionismo del protagonista, en las actrices principales y en una banda sonora perdidamente pop. (Lo vi en la televisión, que conste: Canal + todavía tiene, en su declive, pequeños aciertos...)


Y que me voy a la compra, a ver qué hay en el Mercadona de aquí cerca, que lo han abierto después de unas obras y vaya usted a saber... estoy caprichoso, ya se habrán dado cuenta...


En fin, ya luego, si acaso...

martes, 26 de julio de 2005

por la ventana

El sol da en la fachada de enfrente, la pinta de oro viejo. El cielo está de un azul oscuro, todavía; quizá por el contraste. Apenas se oye tráfico, es pronto. Y en casa se escucha solamente el ventilador de la cpu...

No he dormido muy allá. Llevo días durmiendo mal: el calor y la almohada encharcada, háganse cargo.

Y ahora, hace un ratito, cuando la temperatura en casa por fin parece que se civiliza, me he levantado. Porque en cosa de media hora, volverá a subir, lo noto ya.

Un verano de esos...



(ACTUALIZANDO, QUE ES GERUNDIO...)

Les cuento, les cuento: he leído algo menos de un tercio de la novela (Elemental, querido Chaplin; la tienen en Minotauro) y ya han aparecido, o se ha hecho mención de Fu-Manchú, Doc Savage, Watson (claro, y Microft), Oscar Wilde... además de Holmes, Chaplin y una niña vampiro que promete mucho...

A mí estas cosas me encantan...

lunes, 25 de julio de 2005

tarde de lunes (en casa, sí)



Persianas bajadas: es importante la penumbra, que no se filtre ni una cuchilla de sol, no sea que el calor...

Música suave, inofensiva. Nada que lo ensimisme a uno, nada que lo distraiga de la perfecta inactividad. Agua fresca, un buen montón de papel cerca, a mano: tebeos, un par de libros, revistas... tanto da. Algo a lo que echar mano de cuando en cuando, hojear, dejar a un lado en busca de otra cosa...


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Una vez me he puesto al día con los episodios de la semana pasada de El ala oeste, retomo en la sobremesa Urgencias (cuarta temporada); vuelvo a sorprenderme con la versatilidad de unos guiones (de unos guionistas, claro) capaces de permitirse ocasionales golpes de timón que descolocan al espectador, capaces de sacar a los personajes de su entorno habitual y hacerlos funcionar, capaces de mantener siempre el interés, siempre; y la sorpresa.

(Y hoy no hay CSI: más Urgencias, seguramente... Gran velada. ¿No me envidian?)


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Terminé de leer Marina. Es, en efecto, un ensayo general (de atmósferas, de escenarios, de malabarismos góticos) para La sombra del viento. Una novelita perfectamente melancólica, rabiosamente romántica. A los quince años, me la hubiera aprendido de memoria...


Marín y su Chaplin de Baker Street, ahora. Ya les contaré.

lunes en casa

Pero encerradito... que no vean lo que cae ahí fuera...

Ayer, tras dilatada espera, tuve mi primer domingo de turno doble en el trabajo. (Volvemos al P.T.)

En efecto, y como era de prever y ya adelantaba yo, una auténtica mierda. Y un despropósito colosal. Y un asco. (Y me duelen los pies... pero eso son efectos colaterales que tampoco vamos a airear demasiado...)


Hoy, en casa, lecturas varias y algo de televisión: mis series, ya se imaginarán.

Y luego, cuando avance la tarde, les contaré más.

sábado, 23 de julio de 2005

temperaturas

Lo que hace es un calor que no es normal, ¿no les parece?

Mientras sudo sobre el teclado, y antes de salir al trabajo, suena un algo dulce de Saint Etienne. En la mesa, entre otros muchos libros y papeles, aguarda lo último de Fernandes, ese portugués que se va haciendo un nombre entre nosotros: un artefacto particular, bizarro, que haría las delicias de Cortázar y, sobre todo, de Quenau y demás chiflados de Oulipo.

Buenos días.

viernes, 22 de julio de 2005

Gijón: del regreso y otros flecos

El domingo 17, de mañana, se celebró el acto de clausura en el recinto de la Semana Negra. Un emotivo, hilarante y, créanme, incendiario discurso de Taibo. Despedidas. Autocar rumbo a Avilés, donde se comen cosas ricas y se pospone la despedida definitiva con cafés, conversaciones... Larga charla con De La Calle: maquinaciones para meses próximos...

El viaje de vuelta propiamente dicho fue largo. La llegada a Madrid, cuando había ya anochecido. En el taxi de vuelta a casa, en la radio (y después de insospechadas consideraciones en torno a exorcismos y cosas igual de insensatas), noticia del incendio criminal y los muertos.

En casa, pizza de emergencia y un tazón de gazpacho (de brick, sí: Alvalle es mi preferido) antes del sueño reparador.


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Me quedaron en el tintero algunos nombres, algunas gentes, alguna conversación.

Manuel Antonio García, por ejemplo, que se me acercó el sábado por la tarde y charló un rato conmigo de muchas cosas, pero sobre todo de Ken Parker. (Compartimos un convencimiento: Blueberry está bien, pero lo de Berardi y Milazzo es muy superior.)

El tiburón que, el jueves por la mañana, descubrimos en el puerto. Al parecer, había quedado atrapado en las redes de un pesquero. (La fotografía es cortesía del gran Carlos Puerta...)

Un libro de Rafa Marín, que me proporcionó Lorenzo, y que leeré la semana próxima, que le tengo ganas.

Un tebeo de Fermín Solís (El año que vimos nevar), que me proporcionó Javi Riva el viernes. (Gracias, señor Riva.)

a vuelapluma

Me telefoneó ayer mi amiga B, con la que hacía tiempo que no hablaba. Ha encontrado un trabajillo en el que está cómoda, por ahora. Ha descubierto, además, que está embarazada. Se la oía contenta. (Y un poco cansada, me parece...)

He visto hoy a mi amiga A, que pidió el traslado hace cuatro años y se marchó a trabajar a otro centro. La conozco desde hace... no sé, como veinte años. Yo solía trabajar todos los días de Reyes para que ella los pasara con sus hijas. La he visto mucho mejor que cuando se fue: más guapa, más relajada. Feliz, creo. (Dentro de unos límites, háganse cargo...)

Me alegro mucho por las dos. (Lo cierto es que las echo de menos.)


Por lo demás, en el trabajo, el ambiente va espesándose.

Y yo estoy ahora leyendo Marina, una de las novelas pre-bombazo de Carlos Ruiz Zafón. (El bombazo me gustó mucho; y Marina parece casi un ensayo general: también me está gustando, claro.)


El calor, por lo demás, ha sido hoy especialmente agobiante. A eso de las ocho de la tarde, el aire ardía.

jueves, 21 de julio de 2005

Gijón: el día de los Grandes Antiguos

El sábado 16 fue ya un día soleado, como sólo puede serlo en el Norte: con arrebatos de bruma marina y con la piel abrasada de sal. De mañana, paseo vertiginoso por las inmediaciones del monumento de Chillida, mirar el mar mucho rato, dejarse llevar en alas del viento y eso...

Por la tarde, presentación de La diosa sumergida, de Calatayud, a cargo de un entusiasta Rubén Paniceres. Después hubo una charla, patrocinada por Literaturas.com, de novelistas jóvenes: un grupo variopinto en el que abundaba el entusiasmo, el alejamiento voluntario de circuitos comerciales y una cierta arrogancia más que saludable.



Después, y ya en la Carpa del Encuentro, tuvo lugar la esperada presentación del libro (excelente) de Lorenzo a propósito de la generación de autores que abrió la Historieta española, allá por los años setenta, a los aires nuevos de la autoría y la responsabilidad creadora, con la participación de algunos de ellos. Taibo, De La Calle, Jorge Iván y el propio Lorenzo dieron paso, uno por uno, y después de unas palabras emotivas, a gente como Carlos Giménez, Adolfo Usero, Miguel Calatayud, Luis García, Esteban Maroto, Leopoldo Sánchez, Alfonso Azpiri, Enrique Ventura, Mariel Soria. También estuvo la viuda de Enric Sió, y recibió el cariño de compañeros y público, al igual que la viuda y la hermana de Florenci Clavé y la viuda de Palacios (que tuvo que marchar el día anterior). En conjunto, un homenaje emocionado (y emocionante) a un grupo de autores que, para bien o para mal, forzaron un cambio en el medio y en su momento; un cambio que aún hoy tiene consecuencias. Un cambio que, de una u otra forma, conformó la posterior evolución de la Historieta en nuestro país. (Y un grupo de gente, además, que son parte fundamental de la educación sentimental y estética de generaciones posteriores de autores y lectores.)

Después de la presentación, los autores firmaron un buen rato en el Espacio a Quemarropa, donde un entusiasta Espinosa se afanaba en caricaturizarlos a todos en su cuaderno personal.


La cena fue breve, el mar estaba tan bonito como el resto de las noches...

Gijón: terza puntata

O algo.


Verán, el viernes 15 amaneció nublado, gris y con temperatura suave, muy suave: daba gusto estar en la calle.

La mañana fue muy relajada. Paseíto por la ciudad y poco más, hasta encontrarnos con Lorenzo para, juntos, perdernos de camino al restaurante donde habíamos quedado a comer con Javi Riva y señora. Llegamos a tiempo, no obstante. La comida fue agradable, distendida. La sobremesa, tronchante. Los cafés, aún más. (Y sí, se habló de tebeos... y de más cosas; de muchas más cosas: siniestros complots, folklores matrimoniales... el Cosmopolitan... Y Fermín Solís adquirió, en breve tiempo, la categoría de chiste recurrente, lo cual no carece de mérito...) Estaban con nosotros, además, Puerta y señora.

Después nos encaminamos al recinto de la Semana Negra, en el que nos encontramos por pura (y feliz) casualidad con la presentación de Prima Littera, número especial dedicado al gótico de una revista literaria auspiciada por literaturas.com. Estaban ahí, sentados, Pilar Pedraza, Jesús Palacios y Francisco Torres Oliver, y los tres hablaron bien, con sensatez y conocimiento, y engancharon a la audiencia; y nos dejaron con muchas ganas de más.

Un poco más tarde tuvo lugar la presentación de la novela última publicada por Pilar Pedraza: La perra de Alejandría. De nuevo, media hora apasionante.

(A mí es que la Pedraza me gusta mucho. He leído casi todo lo suyo; todo lo que he podido ir encontrando. Y todo lo he disfrutado como he disfrutado de pocos escritores. Descubrirla a dos pasos de mí, tan pálida como la cera, vestida de negro, con sonrisa dulce de abuelita de cuento feroz... fue toda una experiencia. Yo les aconsejaría que procuraran no perderse ni una sola de sus novelas... pero es que me gusta mucho, ya les digo...)


Después, un rato de charla y a buscar un restaurante para cenar con Calatayud. Una velada más que grata, con uno de esos autores a los que siempre he admirado, incluso antes de saber quién era: cuando leía, de muy chiquito, sus Doce trabajos de Hércules, por ejemplo, una historieta que para mí fue impactante. (Para mí, tenerlo cerca, charlar con él durante un par de días, ha sido un auténtico privilegio, se pueden hacer una idea...)


Y el camino de vuelta al hotel, de nuevo, junto al mar. Como cada noche.

miércoles, 20 de julio de 2005

intermedio: en la cocina

Bonita mañana. El sol abrasa, pero en fin...

Murió Jim Aparo, ya lo habrán leído ustedes en cien lugares. Fue un tipo eficaz, capaz de lo mejor y, en buena medida, también de acercarse a lo peor. Un clásico, en fin.

Hoy es, además, aniversario del pequeño paso para el hombre que lo fue para la Humanidad y eso.


Y he estado embarcado en la aventura de mi segunda tortilla de patatas, que reposa ahora sobre la mesa de la cocina. La primera fue un ensayo general de éxito razonable; veremos cómo ha quedado esta de hoy. (Uno va conquistando, ya ven, pequeñas parcelas de saber y bien estar; eso es la vida.)


Les cuento, además, que el lunes me proporcionaron la primera temporada, en DVD, de El ala oeste. Como voy con cierto retraso en los episodios que voy grabando a diario (mi ausencia gijonesa ha desequilibrado mucho mi ritmo televisual), y como tengo, también, a medio visionar el pack de la cuarta temporada de Urgencias, no sé qué será de mí... (Por no hablar de que ya está en el mercado la segunda temporada de Los Picapiedra, entre otras joyas...)


Escucho (y leo) comentarios sobre Los 4 Fantásticos. A favor y en contra. Entusiastas y virulentos. (En el mejor de los casos, la ponen por encima de Daredevil... un listón, a mi juicio, excesivamente cercano al suelo...) Yo, qué quieren, no la veré en las salas. Como saben, hace mucho tiempo que no voy al cine, me he perdido grandes películas. Y confío no perderme algunas de las que aguardo con ilusión: las dos de Tim Burton, por ejemplo. Esto de los cuatro F, me da bastante igual no verlo hasta dentro de unos meses, en DVD. (O no verlo nunca, para qué engañarnos: no tengo ni el más mínimo rastro de curiosidad.) Es la de Batman y cada día que pasa me apetece menos...


Quizá esta noche avance un poquito más en mi retrospectiva gijonesa, si les parece...

Gijón: parte segunda

El jueves, día 14, amaneció soleado. La mañana fue relajada, de paseos tranquilos y unas sidras bien tiradas. Tras una comida respetable, por la tarde, tuvo lugar la presentación de Salgariana.

Difícil explicar la sensación de vértigo: un buen puñado de dibujantes, escritores, ilustradores, la verborrea de Ángel y Taiboo en el escenario, la avalancha de público con el libro debajo del brazo que se acerca para pedir una dedicatoria, una firma. (Y yo ahí, entre Carlos Puerta y Rubén Pellejero, rodeado de gente... Al principio me tembló el pulso; luego, todo fue dejarse llevar. Una experiencia. Entre nosotros, y ahora que nadie nos escucha: quiero más...)

Estaba con nosotros Marta Cano, que firma unas paginas muy hermosas en el libro. (Buena gente; nos vemos de año en año, siempre en Gijón, y es siempre una alegría el reencuentro.)

Llegó al poco Calatayud, el maestro valenciano. Larga conversación ahí, al lado del Espacio A Quemarropa. El cielo se había cubierto a media tarde, corría una brisa refrescante; no sé si demasiado... Él se fue a cenar con los que habían ya llegado de su exposición (los de los setenta y ochenta, ya saben), nosotros nos quedamos a tomar un bocadillo con gente de la organización: aún quedaba la charla sobre los blogs que se celebró a las doce de la noche.


Jorge Iván Argiz, Hernán Migoya y yo. Cada uno en su estilo: deslenguado y montaraz el segundo, educado el primero, en voz baja el que les habla. Compartimos dudas, experiencias y desconciertos, contamos anécdotas, planteamos posibles retos... Y dejamos claro que es este un universo en el que cada cual se ciñe a sus particulares normas, y en el que lo más importante es, incluso por encima del propio ego (si ello fuera posible), la receptividad del lector y la inmediatez de la comunicación.

Luego ya sí: paseo marítimo arriba hasta el hotel en compañía de Vicente Dolmen y Lorenzo y, de nuevo, noche de sueño profundo. El mar, por cierto, estaba precioso, un fugaz espejear de negrura.

martes, 19 de julio de 2005

Gijón: día uno

Eso, aprovechando unas notitas que tomaba antes de irme a la cama (y que, conforme avanzaban los días, fueron siendo más crípticas), les voy contando cómo fue mi Semana Negra este año. Si les parece.

El miércoles 13 salíamos a eso de las nueve de la mañana, después de una noche sofocante de poco sueño y mucho calor. El autocar, de lujo asiático: incluso regalaron chuminaditas (los auriculares para escuchar la película y unos rotuladores), nos dieron de almorzar... En la estación nos esperaba Óscar, un tipo amable que nos acompañó al hotel; hotel chulo, por cierto, con decoración pop y ascensor con voz femenina.

A la hora de comer, el gran Lorenzo Díaz nos acompañó y nos puso al día de lo que había sido hasta ese día la Semana. Después de la sobremesa relajada, un ratito de refresco en el hotel y paseíto hasta el Molinón mirando el mar azul. Asistimos a la presentación del último libro de Elia Barceló, habitual de la Semana Negra y veterana escritora de Ciencia Ficción a la que descubrí, hace ya mucho tiempo, en las páginas de Nueva Dimensión. Al poco, pudimos también presenciar la presentación, mano a mano, de las novelas recientes de Rafael Marín Trechera y Rodolfo Martínez. (El primero se marchó, de vuelta a su tierra, antes de que pudiera saludarlo; otro año será, vecino...)

Esa misma tarde nos encontraremos con Carlos Puerta y conoceré a Fernándes, el portugués de moda en nuestras viñetas (un tipo, por cierto, perfectamente encantador). Andaba por allí, también, Milazzo, con unos pantalones rojos como sólo un italiano atildado puede llevar puestos sin que la Brigada del Gusto lo encierre en el calabozo.

(En un aparte, hojeamos un ejemplar de Salgariana. En secreto: hasta el día siguiente no se regalará y nadie debe verlo antes de tiempo.)

Por la noche se nos une, para cenar, Pedro Espinosa, un tipo afable que no dice cosas buenas de su experiencia con Astiberri. (Falta de pago, falta de atención... Me consta que tampoco Ferry está contento con ellos. ¿Por qué estas cosas no se comentan más, por qué no se hacen públicas?) La camarera, pinturera y mordaz.

Cuando por fin llega la hora de acostarse, desde la ventana de la habitación se ve una noche cristalina, mágica. Caigo como un cesto: muchas horas de trajín.



(Mañana, más.)

lunes, 18 de julio de 2005

lunes, 18: el retorno

Eso, que ya estoy aquí. Cansado, con más sueño atrasado del que debiera y un pelín quemado por el sol y por el aire salado; pero muy contento, muy relajado, muy satisfecho. Y con muchas ganas de ponerme las pilas y hacer un montón de cosas... (Es el resultado que provoca la sobredosis de actividad y entusiasmo que se experimenta en la Semana Negra año tras año.)

Sí, les contaré qué tal, con detalles y todo, pero no ahora mismo: es largo y no tengo mucho tiempo hoy. Comentarles sólo que he compartido una horas con Calatayud, he conocido a gente como Espinosa, perfectamente encantador; he estado cerquita de Pilar Pedraza, y hasta de Torres Oliver, que todavía no se me ha pasado el escalofrío de placer; me he emocionado en el homenaje a los autores que, de una u otra forma, constituyeron mi bautizo de fuego, mi puesta de largo, en esto de los tebeos en serio: García y Giménez y Ventura y demás.

Y esta mañana, al despertarme, he echado de menos el ladrido de las gaviotas.


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Al tajo, en fin.

Me cuenta el amigo Calvo, desde el Norte galaico, que se está celebrando ahora mismo el Salón de Cangas, en el que participan Horacio Altuna, Javier Pulido, Fran Bueno y Marcos Calo.

Se han dicho por ahí algunas bobadas: demasiados salones, semanas y jornadas de la cosa en los lugares más lejanos... ¿Qué problema hay? (Aparte de no poder ir a todo, claro... que mañana vuelvo al curro, ¡ay!) Cuantos más seamos, mejor. Me parece.

Queda dicho, pues. Si pueden, no duden en acercarse por Cangas. Pinchen aquí y vean lo que nos perdemos los que no podemos ir...


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En lo que respecta a mañana... he estado charlando con gente del trabajo, y la cosa está peor de lo previsto (que ya era malo). El caos, la dejadez... Vamos de culo.
Les iré contando las novedades, que serán jugosas, imagino. Aunque a mí no vayan a hacerme ni puta gracia.
Y les contaré de Gijón, ya les digo... despacio.


martes, 12 de julio de 2005

en ruta


Mañana, a estas horas, estaré en Gijón.

Salgo de aquí a eso de las nueve, tempranito. Llegaré allá a la hora de comer, imagino... Y luego, una vez los trastos desparramados por la habitación del hotel, una vez se ha refrescado uno un poco y se ha quitado de encima el cansancio del viaje, a la calle, a pasear, a saludar a la gente, a ver el mar.

Ver el mar y ver a unos cuantos amigos: vacaciones.

Por supuesto, habrá cosas que hacer: alguna presentación, alguna mesa redonda, echar un ojo a la exposición de autores de los setenta (el catálogo está escrito por Lorenzo F. Díaz: garantía de seriedad, por tanto; y de rigor).

Sé que andarán por allí, entre otra mucha gente, Pilar Pedraza y Montse Clavé y Miguel Calatayud. Y cien más.

Pero uno va a ver a los amigos, fundamentalmente.

Y uno va a ver el mar, ¿saben? Volviendo del Molinón ya tarde, cuando está terminando de anochecer, la marea se ha retirado hasta ser apenas una línea de plata allá lejos, en la penumbra, y la gente pasea por la playa desnuda, y viene como una brisa que no cambio por nada...


Les cuento: el lunes próximo estaré ya en Madrid, y le diré cómo ha ido. Mientras tanto, no se me distraigan... (Y que no sea nada, lo del calor; me temo que por allí arriba tampoco nos libraremos, pero todo es menos grave cuando se puede mirar el mar...)

lunes, 11 de julio de 2005

más lecturas

Al final, las vacaciones se me van delante de la pantalla (de más de una: está la televisión, y esas series que emiten o que recupero en DVD), delante de un libro (o de más), delante de algún tebeo.

No es mala manera de pasar el tiempo...


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Hace unas semanas que se publicó ya, y lo he leído varias veces. No es un libro fácil, ni es fácil hablar de él: conozco a sus autores; ella es, de hecho, una buena amiga. No hablo en frío, no lo hago con objetividad. (Pero nunca lo hago, desde luego; no en este espacio, que es mío y me sirve para contarles en voz alta lo que me pasa por la cabeza, lo que me gusta o lo que detesto, mis manías, mis obsesiones, mis amores, mis flaquezas. No, no lo hago aquí.)


Aún en el humo es un hermoso ejercicio de ausencias y tristezas. Adapta tres relatos de Karim Taylhardat, bellísimos y desoladores. Los pone en imágenes Francisco Marchante, más despojado y tierno que nunca. Es responsable de la alquimia Jesús Cuadrado, y edita, con rigor y elegancia, Paco Camarasa: De Ponent.

Sus páginas no ofrecen concesiones, se presentan al lector en toda su terrible desnudez. Y las historias, los personajes, se desarrollan con delicadeza, de manera casi impresionista. Uno se queda enredado en la mirada de Carol, y asiste con melancolía infinita al drama de Aina y Mark. Uno se deja arrastrar al extraño viaje inmóvil de Hécuba, ida y vuelta a la muerte, al olvido, a la amargura, y regresa con ella al cuarto de estar cálido.

Aún en el humo es un puñado de breves miradas a otras vidas, soñadas o inventadas, no importa: en ellas hay el sabor de lo real, y el aroma de lo fantástico, de lo que no puede ocurrir más que con los ojos cerrados y en jardines sin domesticar. Tres historias, un libro: de los que vienen a demostrar que se pueden decir muchas cosas, y de muchas maneras, con palabras y con imágenes; y con silencios.


Qué voy a contarles: hagan por leerlo.

lecturas de lunes



Por un lado, dejen que les cuente que hace un calor importante. Por si no se habían dado cuenta.

Dejen, también, que les diga que he estado leyendo estos días. Algunos tebeos de los que provocan distensión y sonrisa. (Incluso alguna carcajada.) Tebeos firmados por gente de bien y con talento contrastado. Tebeos que algunos considerarán menores, sí... pero a quién le importa.


Para empezar, el gran Manel Fontdevila ha tenido a bien rescatar las distintas entregas de su Rosenda, que andaban dispersas en viejos cuadernos legendarios (Mr.Brain presenta), sazonando el conjunto con algunas pequeñas especias de carácter pop y gesto adusto y un poco británico. El resultado, un libro editado por Glénat con su corrección habitual, es un ejemplo de frescura que nadie debería perderse.



Por otra parte, Albert Monteys vuelve a la actualidad, en solitario, gracias a su creación para la revista MísterK, la hermana pequeña de El Jueves: Carlitos Fax es una colección de guiños y sobreentendidos para gourmets de la serie Z, disfrazada de humor juvenil y un poco tonto (como el humor debe ser, claro), que recoge un par de lugares comunes de la tradición de la Bruguera clásica y los pone al día gracias a un centrifugado impecable y un planchado de los de alta costura.

Creo que dije en alguna otra parte que nunca, desde que empezó a hacerse un nombre, ha estado Monteys tan brillante y tan él mismo como en estas páginas.

El álbum, además, está editado con un cuidado sorprendente.

lunes (casi víspera)

Me suena el zapato derecho al andar.

Hay que joderse...

domingo, 10 de julio de 2005

algunas imágenes se quedan a vivir

Lo mío con Christina es, seguramente, amor. O algo.

No podía dejar que pasara más tiempo sin hacerles a todos partícipes de ello. Eso, y que esta imagen de aquí me ha parecido tan arrebatadora que no he podido evitar compartirla con ustedes.



Algún día, a no mucho tardar, les hablaré un ratito de ella. Poca cosa: que si nació, que si hizo algunas películas bonitas (Sirenas, las dos primeras de la Familia Addams, Sleepy Hollow...).

Yo es que, ¿saben?, creo que hay gente que hace que el mundo sea un sitio mejor. Algunos, por lo que hacen. Otros, por cómo son y cómo sienten.

Y otros... porque sí.


(No, no he bebido... pero no descarten que el calor haya terminado de freírme los sesos...)

adelanto


Convenientemente abducida de casa de Jorge Iván, les dejo aquí la portada de Salgariana, el libro estrella de la Semana Negra de este año.

La nómina de colaboradores es espectacular, y no les voy a aburrir con ella. (Algún adelanto tuvieron ya, en cualquier caso, a lo largo del último mes...) Cuando vuelva de Gijón, despacito, se la dejaré aquí escrita, para que quede constancia.

Como todo lo demás que se edite o que se hable (y de lo que yo me entere, que esa es otra).


Mientras tanto, qué quieren... aquí seguimos, con música sedosa de fondo y a punto de ponerme a hacer la comida...

arzobispo

Y va a parecer que tenga yo algo contra estos señores tan serios, y tampoco es eso, de verdad... Pero es que he leído el artículo de opinión que un tal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, o algo similar, publicó hace unos días en el New York Times, en el que venía a distanciar a la Iglesia de Roma de la moderna Teoría de la Evolución aduciendo que sí, que podían aceptar la idea de un ancestro común, pero en absoluto comulgaban (y permítanme el chiste) con la visión neo-darwinista de un mecanismo de prueba y error biológico del que queda excluído el plan inicial, la mano de un creador que lo ordene todo. Añadía, además, y no pocas veces, que cualquier teoría que no admitiese a ese creador, ese motor inicial, ese arquitecto cósmico, no era científica, sino ideológica; y, por tanto, falsa.

Sí, con esa alegría tan eclesiástica.


Yo es que estas cosas no las entiendo. Y me escandalizan un poco. Y me cabrean mucho.

Qué quieren, así soy...

sábado, 9 de julio de 2005

louise

Toda la tarde curioseando, trasteando.

Las persianas bajadas; hay una penumbra pegajosa, tropical.



Les dejo aquí arriba un rostro. Un enigma melancólico; esa mirada baja, ese perfil acuchillado de sombra y nácar.

cosas

Sábado tranquilo, de sol y de televisión, de lectura, de café negro, de música suave.


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Curioseando por ahí, descubro que el señor Jon Jay Muth, conocido en tiempos por sus colaboraciones con ese guionista a veces brillante, DeMatteis (Moonshadow, ¿se acuerda alguien?), se ha hecho una carrera como ilustrador de literatura infantil. Aquí abajo les dejo una de sus imágenes, del libro Zen shorts, recién publicado por Scholastic Press. Al parecer, se trata de tres fábulas más o menos espirituales (ojo al título), resueltas con frescura y liviandad por el propio ilustrador (que también firma el texto).

Tentado estoy de buscarlo por ahí...

(Es que yo tuve una época muy Jon Jay Muth, como casi todo el mundo; y, pese a todo, alguna de las últimas cosas que le he visto no me han parecido desdeñables...)



Por otra parte, he leído en el último Locus que el señor Jonathan Lethem ha firmado con Marvel para guionizar una serie de diez cuadernos titulada Omega the Unknown, que vendría a ser una revisión del personaje. O algo.


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Canción del día: Did I tell you, de Yo La Tengo.

viernes, 8 de julio de 2005

hoy hay nubes

Sí, la tarde está gris. (Fría no, claro: gris; de un gris plomizo, sucio...)


Ayer pasó lo que pasó por la mañana, y yo aquí, escribiendo sin enterarme de nada... La tarde no fue corta, precisamente. Y en la televisión abundaban, a todas horas, imágenes que me recordaban otras, ya saben... del año pasado.

Londres está de luto de esa manera londinense; eficiente, resignada. No sé si con un punto de arrogancia. Aquí, hay quien ha aprovechado para llevar el agua a su molino y, sin dejar que los escombros se enfriaran (no hablemos de los cadáveres), se han dedicado a hacer campaña propia y a atacar al gobierno. (No, al de Blair no: al de aquí.) Supongo que hablar de ellos es ya darles más atención de la que merecen...

Pero alguna de las cosas que se han dicho en una u otra televisión (o en todas) se me ha quedado grabada: esto va a ser habitual; debemos acostumbrarnos (odiosa, temible palabra) a un futuro inmediato en el que este tipo de actuaciones indiscriminadas y sanguinarias sean... eso, habituales. Un futuro en tonos negros. (O plomizos, como la tarde de hoy...)

A veces, oyendo estas cosas, me acuerdo de Ballard y sus espacios interiores, sus psicopatologías sociales, sus paisajes industriales.


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Ayer, por cierto, asistí a la presentación de La diosa sumergida, el libro de Calatayud.

No había mucha gente. Quizá fue efecto del calor, o de Londres... O quizá es que no hay mucha gente ahí fuera capaz de disfrutar del trabajo de Calatayud. (Aún admitiendo eso, esperaba más público profesional: ilustradores, diseñadores...)

Andaban por allí, sí, famosos como el sin par Bruto Pomeroy, Jesús Cuadrado, Agustín Oliver, Santiago Sequeiros, Juan Berrio, Lorenzo Díaz, Fernando Vicente. La presentación fue cálida, con un locuaz Ricardo Esteban (editor de Dibbuks) y un afable Miguel Calatayud. Éste habló de la profesión y de su amor por la creación de imágenes. De sus trabajos en Trinca, de algunos de sus compañeros de la Escuela Valenciana de los 80. De por qué ya rara vez hace Historieta.

Después, una cerveza. Y una cena más que agradable por allí cerca.


A ver cómo les cuento: cenar al ladito de Calatayud. Yo, de pequeño, leí su reescritura de los trabajos de Hércules, ¿se acuerdan? Yo, en los 80 descubrí La pista atlántica: fue algo que a uno no se le olvida así como así. Yo atesoro sus libros, sus trabajos de literatura infantil. Y ahí al lado, ya digo; codo con codo.

Calatayud es un tipo amable, un conversador infatigable.

Calatayud va a estar en la Semana Negra de Gijón de aquí a unos días. Ya hemos quedado en vernos por allá y tomar algo, charlar un ratito.


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(Nota de trabajo, o así: durante los meses inmediatos, mis lecturas principales van a ser La novela de un literato, de Rafael Cansinos Assens; los tres títulos de La lucha por la vida, de Baroja; quizá El rey mono. Un Kawabata. Algunos relatos que tengo por ahí seleccionados, en distintas antologías. Eso, si no hay sorpresas, cambios de humor o de prioridades...)

jueves, 7 de julio de 2005

he leído por ahí...

Pues sí, he leído por ahí algunas cosas que me han alegrado un poco la mañana. (Que vengo de la calle y, oigan... ¡cómo quema el sol!) Así que estas cositas sirven como humilde refresco... Les cuento:

Por un lado, encuentro aquí la cubierta francesa de Antoine de las tormentas, a cargo del gran Luis Durán. (Poca gente merece tanto como él el éxito transalpino...)

Por otra parte, aquí al lado se ha colgado ya una primera entrega del programa de la Semana Negra de este año (que se inaugura, por cierto, mañana mismo...). Un programa jugoso, cuajado (como es costumbre en ellos) de encuentros, charlas y presentaciones más que interesantes. Un programa marcado por lo heterogéneo y el amor por la palabra escrita (y dibujada).



Pues eso, se lo dejo aquí a ustedes para que curioseen un ratito. Yo, mientras tanto, estoy empezando a leer el primer tomo que Drawn & Quarterly han editado de Gasoline Alley, un libro modélico, exquisito de factura y diseño, que viene a demostrar que la Historieta se inventó hace muchos años, y no ha vuelto a alcanzar las cimas creativas que entonces se alcanzaron. (Más al respecto en unos días, cuando termine de leer el tomo...)

miércoles, 6 de julio de 2005

variantes

Que mañana por la tarde, no se vayan a olvidar. En el Espacio Sinsentido, ya saben. A eso de las ocho. Estará el editor, estaremos unos cuantos. Y estará el maestro Calatayud.

Qué voy a contarles: si están por aquí, no se lo pierdan.



¿Más cosas? Que he estado viendo esa película... Una serie de catastróficas desdichas, de Lemony Snicket. Y me he reído mucho. Y he disfrutado con un diseño de producción apabullante.


Y que sigo leyendo... pero eso ya, si acaso, mañana se lo cuento...

estos estilos...

(En fin, algunos somos más torpes que otros, y como el chismito de subir varias imágenes no funciona bien hoy, les dejo acá la segunda parte del post, si no les parece mal...)



Dupuy, sí. El mismo que, con Berberian, nos habla de Henriette y de Monsieur Jean. El mismo que, también con Berberian (siempre con él, desde sus primeros escarceos viñeteros) y a través de L'Association nos ofreció aquel magnífico Diario de un álbum.

Cornélius, que ya editara su Petit peintre remasterizado (y del que presumí yo durante las primeras semanas de Flora y fauna), ofrece estos días el primer libro realizado en solitario por Philippe Dupuy. Y les podría decir que sí, que de nuevo es un trabajo intimista. Pero no se harían una idea. Nada que ver con otros títulos de corte autobiográfico. Nada de historias cotidianas. Nada de reflexión sobre el propio trabajo. Nada de cruzar la calle, comprar el pan, mirar a las chicas que pasean por la acera.

Ombligo. En el sentido más desnudo, árido y hasta despojado del término.

Las páginas de este Hanté son una excursión sin guía ni brújula por los senderos más ocultos del subconsciente del autor. Oníricas, terribles. Uno se arriesgaría a decir que se han realizado a pie de obra (es decir, cuaderno de apuntes en la mesilla de noche, sueños garabateados cada mañana, antes del primer café; asociación libre de ideas; caída libre). Pero uno sólo tiene esa intuición, así que no dice nada...

Y el trabajo gráfico es... eso: despojado y desnudo, y árido. Y tiene la impronta de lo inmediato, de lo que se ha dejado al primer intento. El dibujo como caligrafía. Como taquigrafía, casi. Apuntes rápidos, desesperados.

Una experiencia... desconcertante, como poco.

Estimulante, también.


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Y sí, el estilo es también naïf, o cartoony, o como lo quieran llamar. (La técnica, el acabado, es descuidado, sucio... pero la base es la misma, uno reconoce al Dupuy de los dibujos bonitos, no sé si me explico.)

Porque el estilo, o eso que queremos asimilar como estilo, no es tan importante como lo que se pretende contar. O expresar, en este caso.

Creo.


Así que, sí, es lícito sospechar de esa aparente invasión de estilos reminiscentes de Sempé o de Clerc (o de Hergé, cuidado...); y es lícito temerse que, en realidad, muchos de los señores que así trabajan no saben quiénes son, quiénes fueron, Sempé, o Clerc... ni siquiera Gallardo, qué demonio. Pero no conviene confundir depende qué envoltorios con los contenidos. Ni, por supuesto, con las posibilidades de contenido...


(Luego ya están las preferencias estéticas personales, en lo plástico y en lo argumental, claro... pero eso es otro tema. Otra discusión. Y otro post...)

esos estilos...

No hace mucho que se amagó por aquí una discusión en torno a esos tebeos resueltos en un estilo naïf, o cartoony, o ingenuo... llámenlo como quieran. Andi Watson, para entendernos. Solís, Ulf K. Dupuy y Berberian. Cabría mucha gente dentro de esa definición. Muchísima.

Pero no es una definición ajustada. Se queda en lo epitelial. En lo secundario.

Sí, claro: casi todos ellos saben quién es Sempé, casi todos han visto animaciones de la UPA, casi todos tienen uno o dos álbumes de Chaland en su casa. (Insisto en el casi... que algunos hay que se limitan a imitar lo inmediato.)

Pero no, la cosa no va por ahí, creo...


Pongamos algunos ejemplos. (Y no al azar: que aún están en la mesa, recién leídos... a la espera de que les encuentre un hueco en mi cada vez más saturada biblioteca...)


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Michel Rabagliati es un canadiense de la cuadra de Drawn & Quarterly, que demuestra en sus trabajos toda una batería de influencias gráficas poco habituales en los autores del otro lado del Atlántico. (En efecto: UPA, Hergé, Sempé, etcétera.)

Sus historietas, de corte autobiográfico, están protagonizadas por un trasunto de sí mismo, Paul, un chaval interesado por el diseño gráfico y el arte comercial, enamorado de los viejos álbumes de Tintin. A través de diferentes entregas (Paul in the country, Paul has a summer job y esta Paul moves out) se nos van narrando sus años de formación, con un detallismo que a veces cae en lo trivial y malogra lo que podrían ser excelentes relatos de iniciación.

Y vamos al meollo de la cosa: lo trivial, de un lado; el estilo gráfico, premeditadamente simple y derivativo de muchas cosas, del otro.


No sé bien quién dijo primero eso de que cada historia necesita un estilo narrativo específico. No estoy del todo de acuerdo en trasladar esa máxima a lo gráfico. Precisamente gente como Watson, Chaland o... Del Barrio (¿por qué no incluirlo aquí?) ha demostrado que estilos aparentemente impropios pueden ser excelentes herramientas para abordar temas delicados, complejos... comprometidos, incluso.

Es cierto, sí, que si uno hojea en las mesas de novedades de los últimos meses puede tener la impresión de que hay un estilo homogéneo ahí fuera, abanderado por Solís y otros. Es, en todo caso, una sensación errónea. Dentro de esta corriente (si así podemos llamarlo) hay muchas variantes, muchas individualidades: son los que destacan, por diferentes motivos y por méritos propios.

Rabagliati, en este trabajo último, viene a demostrar algunas de las virtudes de ese estilo gráfico a la hora de aplicarse a la narración más o menos intimista o costumbrista, pero también se revela demasiado pagado de sí mismo, creo, y pierde de vista las necesidades dramáticas de su historia, alargando el segmento final hasta rozar lo ridículo. (Está claro que el siguiente título de la serie, si lo hay, será algo así como Paul has a child... así de obvias son las últimas planchas.)

Rabagliati puede ser, por qué ponerlo en duda, un buen diseñador, e incluso un historietista razonable. No es un gran dibujante, y se nota. Y la falta de expresividad de sus personajes no puede suplirse, me temo, con minuciosidad detallista.

martes, 5 de julio de 2005

una película

Ah, sí, es martes. Ya ven.

Por la mañana, de compras. (Viandas, sí... cosas sabrosas y tal. Vacaciones: uno puede permitirse algún capricho culinario. Pero no se asusten: cosas de todos los días, nada de delicatessen...)

Y en la sobremesa, el placer de una buena película.



No, en el cine no pude verla, al final. (Ya les he dicho alguna vez: al cine no voy ya, apenas...) Ah, pero el DVD, ese invento maravilloso... Pues eso, que he estado viéndola esta tarde. Disfrutándola.

Sé que hubo opiniones encontradas, sé que, después de Amélie, mucha gente esperaba al señor Jeunet con los cuchillos bien afilados. Y sé que hay quien se ensañó.

A mí, qué quieren, me ha gustado mucho. Poque sí. Por todo. Por un guión resuelto con inteligencia y un argumento conmovedor. Y por la fuerza visual de un director que es un creador, que no puede evitar inventar en cada secuencia, en cada plano. Que le pierde, sí, un cierto preciosismo. Que le delatan, sí, sus orígenes en Metal Hurlant. Pero es todo tan apabullante, tan plástico, tan preciso y tan barroco...


Eso, que esta tarde he visto una excelente película.

lunes, 4 de julio de 2005

¿cinismos?

Ayer, todo eran comentarios en torno a los conciertos multitudinarios contra el hambre y etcétera, ya saben... Algún ratito vi en la tele, el sábado. Había mucha emoción: Pink Floyd, y todo ese montón de gente entusiasmada, cantando con ellos con los ojos cerrados...

Pero no pude evitar una sensación de distanciamiento... Quiero decir, ¿no hay algo obsceno en que semejante batallón de gente inmensamente rica se reúna para exigir a los gobiernos que condonen deudas, que ayuden a los pobres y tal? Hasta el Gran Hermano Gates andaba por allí, con su aspecto de lechuguino que jamás rompió plato alguno ni copió un solo examen...


Con independencia de la justicia de las peticiones y demás, claro.

(Aquí hubo, hace unos días, una manifestación para pedir lo mismo, en la que no se vio a ningún obispo... si me permiten la demagogia.)

domingo, 3 de julio de 2005

a veces

Es lo que tienen los domingos: la melancolía.


Recuerdo que, hace tiempo, quise empezar una novela con unas frases que venían a decir que el día más triste de la semana es el domingo, sobre todo por las tardes. La narradora, casi adolescente a punto de convertirse en trasunto madrileño de Miércoles Addams, contaba que su madre (divorciada, rubia, activa... pero que a veces se dejaba vencer por demasiadas cosas, se harán ustedes una idea) se las pasaba, las tardes de domingo, fumando, bebiendo café negro caliente, mirando por la ventana y escuchando bossa nova.

Todo muy plástico, claro.


Yo, hoy, llevo un rato largo curioseando en otros blogs, y la música la pone la señora Hardy (rubia, también; de vuelta de muchas cosas, también).


Y en otro rato, una vez me haya pasado por aquí para poner un segundo granito de arena, a ver si acaso, apagaré el chisme y me pondré a leer otro poquito.


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(Antes de que se me olvide, que igual estos días ando un poco distraído: que el viernes sale de Chamartín el Tren Negro, a primera hora; y esa misma tarde se inaugurará la Semana Negra; arriba, sí; en Gijón. No, yo iré más tarde, para el día 13, si no pasa nada raro. Y otra cosa: que el jueves se presenta La diosa sumergida, del maestro Calatayud, en el Espacio Sinsentido, a eso de las ocho de la tarde. Que sí, que a esto sí que me acercaré con tiempo, seguramente.)

fotografías

He leído, esta mañana, El Fotógrafo, que edita Glénat. Lo firman Guibert, Lefèvre y Lemercier, y se ha hablado mucho y muy bien al respecto. Y sí, el libro está muy bien hecho, el planteamiento es sólido, se resuelve bien la convivencia de fotografías y viñetas. Está bien escrito, pasan cosas con interés.

Pero a mí, la verdad... me ha dejado muy frío.



Es que a mí, el asunto pedagógico, eso de enseñar deleitando, me viene, de siempre, un poco estrecho. Los personajes me han parecido, sí, muy reales. Tanto, que no hay en ellos misterio ninguno. No he podido engancharme. El retrato, más paisajístico que antropológico, si nos ponemos puntillosos, de esas tierras, de esas gentes, de esa guerra... pues eso, está más cerca de la postal que de la instantánea acertada.


Y bien que lo siento, porque el trabajo de Guibert es impecable y esforzado, y consigue que ese estilo suyo tan peculiar funcione, que no resulte envarado, artificioso.


No sé, será que los documentales, a mí, y en general, no me acaban de llamar...


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Por lo demás, acabé también con el novelón que he estado leyendo estos últimos... ¿meses? (Creo que sí...) Un consejo: si lo encuentran por ahí, no duden en hacerse con él. Imagino que no tardará en salir la edición de bolsillo.

(Y, por supuesto, tampoco le hagan ascos a una hipotética edición española, si se diera el caso. El libro merece la pena.)


Ahora, estos días, volveré a tantear aquí y allí, a ver por dónde sigo, qué me apetece leer, ya saben...

Les tendré informados.


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(No, del calor no hablamos hoy...)

jugando...

Pemítanme eso, jugar un poco... y proponerles un ensueño.


With a kiss, I´d pass the key...

sábado, 2 de julio de 2005

¿alguien dijo calor?


Ni sé cómo contarles... He salido a comer hoy fuera. (Cosas ricas: unos espárragos a la plancha, un carpaccio, lasagna... y buen vino.) Pero la acera de sol estaba perfectamente intransitable.

Y, después, paseíto de compras. (Gracias a los dioses por los aires acondicionados...) Nada, más curiosear que comprar de verdad, que eso quedará para otro día con menos gente en las tiendas...


Sábado, ya ven.

Relajado. De paseos y lecturas.

Aquí arriba, precisamente, les dejo un trocito de portada: La Mazmorra-Festival, nuevo ciclo, de tono decididamente festivo, con imágenes de un Larcenet eficaz y respetuoso con personajes y ambientes. Entretenimiento de bajo octanaje para consumir cerca del ventilador...


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Otra cosa que estoy haciendo estos días, por si a alguien le interesa, es recuperar viejas canciones, viejas músicas que de alguna manera fueron importantes para mi antiguo yo.

Y la primera, por supuesto, debía ser Kate Bush, cuyo imaginario pop mantiene, hoy, la belleza y el misterio que en su momento me engancharon a su música.

Voy despacito, claro. Un par de discos, por el momento. Pero irán apareciendo más, me iré haciendo con ellos. (Que paguen los belgas, ¿no les parece?)


No es un mal comienzo para unas vacaciones, en fin...


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(Otra cosa estoy, también, haciendo estos días: intento ingeniármelas para ponerles acá más de una imagen y que no quede todo hecho un churro, que me hace ilusión. Ya lo irán viendo...)



viernes, 1 de julio de 2005

día uno

Mis cosas, ya saben. (Nuestras cosas, en fin...) Les mantendré informados. (Ambos lo haremos.)


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El día ha sido, también, primero de vacaciones. Lleno de cosas de importancia.

De mañana, alguna compra. (Libros, música: Kate Bush; algunos tebeos.) Comer con el amigo ÁNGEL: larga conversación, proyectos, un par de copas productivas. (Proyectos emocionantes.)

Y luego, un par de cañas con el amigo Lorenzo: más proyectos y un puñado de tebeos de los que me quitan el sueño: Gasoline Alley, por un poner...

Y llamar a mi gente del trabajo: primer día, también. Caótico.


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No está mal, ¿no les parece?

Para empezar, digo...


(¿El grillo? Sigue soltero. Y no se calla, el tío... Le voy cogiendo cariño...)

serenata

Tengo un grillo que parece que sean tres, por cómo chirría. Está fuera, claro. En el jardincito que hay en el patio de entrada de mi casa. Y no para. Si añadimos que, a eso de las tres, un niño acostumbra a berrear cada noche, se imaginan que esto, a veces, casi parece una fiesta... Incluso con la ventana cerrada. (Algo que, en cuanto apriete el calor en serio, no podré permitirme hacer: cerrar la ventana para dormir.)

No me quejo. Duermo (o dejo de hacerlo) con independencia del ruido que pueda haber fuera. (Casi siempre, y dentro de lo razonable, claro...)


Tengo un jaleo de cintas ahí, al lado del trasto que reproduce DVDs y vídeos. Grabo 24, grabo El ala Oeste de la Casa Blanca: para ver los episodios, seguidos, durante el fin de semana. Hoy he visto Perdidos (entregas desordenadas, por cierto: por lo que sé, ya lo emitieron mal en el satélite...). Mañana empieza, en el +, Millenium, que vi hace ya tiempo pero que me apetece recuperar; y el lunes, Murphy Brown...

No sé, hubo un tiempo en que los meses de verano eran un puro tedio catódico, pasto de reposiciones sin interés y concursos con piscina. No lo echo de menos... pero si seguimos así no voy a tener horas para ver todo lo que me interesa.

(Y sí, a lo mejor exagero... Será la hora.)


Tengo un montón de cositas por leer. Y otro montón a punto de caer en mi poder.

Y me quedan apenas setenta páginas para terminar con Jonathan Strange & Mr. Norrell, el novelón que he ido paseando por el transporte público madrileño los últimos meses...

Se presentan días intensos de lectura. De ponerse al día. De curiosear. De hojear un libro, otro, un tercero... hasta decidirme por uno.



Empieza el verano.