viernes, 31 de marzo de 2006

lecturas de cinco minutos

Antes de desayunar, las dos entregas de Hellboy: Makoma, de Mignola y Corben. Un trabajo irregular en el que dos universos gráficos muy diferentes convergen y se solapan con algún chirrido. La peripecia, como es habitual en el proyecto personal de Mignola, es tenue, estructurada a la manera de un cuento tradicional. Quien no haya gustado de entregas anteriores, mejor que huya de este Makoma.

Corben cumple como un profesional de recursos, y entrega un puñado de imágenes poderosas. Mignola, por su parte, casi parece en piloto automático, reiterando sus composiciones más fáciles y dejándose llevar por el oficio.

Pero es que Mignola me gusta mucho. Recuerdo haber escrito un texto (extraviado ya, me temo) para una publicación que jamás llegó a ver la luz y en el que glosaba la potencia plástica de un artista que heredaba lo mejor de tres tradiciones: Kirby, Frazetta y Toth. Y recuerdo que dedicaba algún párrafo ardoroso a las mujeres de Mignola, poderosas y arrogantes, de anatomía generosa, de gesto tierno y equívoco. Desde entonces, el ilustrador ha ido estilizando su imaginario, se ha adentrado en universos góticos y victorianos, ha depurado su trazo y ha desarrollado un gusto envidiable por la mancha de negro y la iluminación de luz de gas. Acontecimientos todos que lo integran más, si cabe, en mi particular panteón de ilustres. Acontecimientos todos que se han visto reflejados en sus personajes femeninos, también; y para bien: pálidas señoritas que miran desde la penumbra, de presencia sólida y abrumadora, de belleza incierta, onírica y decidida, gozosamente carnal.



(La imagen, lo sé, no viene del todo a cuento, pero refleja bien casi todo lo que digo arriba...)

jueves, 30 de marzo de 2006

de noche...

El día ha ido bien. Por la mañana, reunión intempestiva y decepcionante de la sección sindical, con mucho ruido (pero mucho, no se crean que exagero) y ni una nuez. Después, y pese a que no me ha dado tiempo de comer, la tarde ha sido larga, pero agradable.

De cenar, alitas de pollo fritas con un par de ajitos. Un poco de queso, un vaso de vino.


Y no son ya horas de estar aquí, si me disculpan... Buenas noches.

de mañana

Volvió mi gente de Cabo Verde: relajadas, felices, morenas. Una semana a dos pasos de una playa blanca, de un mar transparente, rodeadas de gente amable y de alegría contagiosa. La máquina turística, dicen, todavía no ha terminado de hacer allá presa... No son muchos los hoteles de pulserita y borrachera. (Pero será cosa de poco: la degradación inevitable se les viene encima...)


Sigo sin señal en ninguna cadena.


El cielo estaba azul cuando me he levantado: el trocito que veo desde la ventana está ahora gris.


Leo que Ponent Mon va a editar cosas de Sfar. Más en concreto, Pascin, un relato vagamente biográfico y de un tono que me recuerda mucho al del Henry Miller de Trópico de Cáncer o Trópico de Capricornio, salvando las distancias (que no son, por otro lado, tantas). De Pascin tengo en casa la sexta entrega. No es lo que más me ha gustado de Sfar, pero sí es algo que me despierta mucha curiosidad... Estaré atento y ya les diré...


Creo, en otro orden de cosas... que va siendo hora de desayunar.

Buenos días.

nostalgias


Les contaba del montón de teleseries que tengo en lista de espera, en su formato DVD, y añadía en el último momento Luz de luna, la creación de Glenn Gordon Caron (que hoy día nos castiga con la muy irregular Medium). He visto el primer episodio y puedo dar fe de que no ha perdido ni un ápice de su chispa y su frescura. Diálogos demencialmente rápidos e ingeniosos, la presencia arrolladora de sus dos protagonistas y un cúmulo de situaciones al borde siempre del disparate.


Si ya la primera temporada de M*A*S*H me sorprendió por su viveza y su inteligencia, Luz de luna demuestra que el buen recuerdo que tenía de ella está justificado. Me espera, pues, un buen puñado de días recuperando las dos primeras temporadas, que fueron editadas hace pocas semanas en un pack. Les iré contando conforme avance...

miércoles, 29 de marzo de 2006

accidentes

Llevo unos días con obras en el edificio. Han empezado por el tejado, lo que no deja de tener su coña, claro... y sus inconvenientes: días sí y día también, cuando llego a casa me encuentro con una tormenta de nieve en dos o tres cadenas (excepto este lunes pasado, que no se recibía ninguna). La antena, claro. Se conoce que andan trasteando por ahí arriba y el resultado, ya ven...

Lo que significa que las teleseries que sigo puedo verlas o no. (Ayer, House, por ejemplo... nada de nada. Arg.) Lo mismo que me ocurre con mi ración mañanera de Montserrat Domínguez o con mis veladas nocturnas con Eva H. (Sí, no me miren así: la una, porque me cae bien y me parece que hace un excelente programa informativo; la otra, porque me cae bien y hace, me parece, un excelente programa de variedades con mucha puntería en la mirada irónica.)

Ahora, eso supone también que voy adelantando con algo más de brío en el visionado de cosas que tengo pendientes: estas dos últimas noches he terminado, por ejemplo, con Wonder Falls, que me ha gustado mucho; pero mucho, ¿eh? (Hay más cosas en lista de espera: más M*A*S*H, Chicas de oro, Policías de NY, Luz de luna, además de un par de cosas inglesas y ni sé qué otras...)


Accidentes, en fin. Ya ven.


Eso sí, el cielo está cada día más azul. (Y el libro de Mendoza me está gustando...)

se puede hacer bien...

De nuevo tengo que remitirme al valioso espacio del señor Marín para confirmar algo que, en el fondo, todos supimos siempre: las cosas pueden hacerse bien.

luto doble, hoy...

Es que el mundo se acaba, se lo digo yo a ustedes... Si no, ¿cómo explicar la existencia de gusanos como Pío Moa? (Aunque lo que me preocupa no es él mismo, sino la gente que comulga con sus ruedas de molino... Que no deben ser cuatro gatos, me parece...)


En otro orden de cosas, leo hoy que ha muerto George H. White. Algo leí suyo de pequeño... El señor Marín lo explica mucho mejor de lo que yo sabría; con él les dejo...

martes, 28 de marzo de 2006

no sé decir LUTO en polaco...

Ha fallecido Stanislaw Lem, laico patrón de este espacio y escritor fundamental, creador del gran Ijon Tichy, cosmonauta intrépido; del audaz piloto Pirx; de insensatas fábulas robóticas que desvelaron más de nosotros que cualquier relato de altos vuelos y pretensiones realistas. Pensador, escéptico, poeta de la paradoja y pesimista cósmico. Murió ayer en Cracovia a causa de problemas circulatorios...

Tenía 84 lúcidos años.

Una lista de sus obras editadas en castellano, necesarias todas, implacables todas, deslumbrantes todas:

Diarios de las estrellas, Congreso de futurología, Memorias encontradas en una bañera, La investigación, Retorno de las estrellas, Edén, Relatos del piloto Pirx, Ciberiada, La fiebre del heno, Solaris, El Invencible, La voz de su amo, Vacío perfecto, Un valor imaginario, Fiasco, Provocación.

Algunas de los sellos que editaron sus libros acá:

Alianza, Bruguera, Edhasa, Minotauro, Editorial Funambulista.


Descanse en paz.

¿martes ya?

Aunque escribo todavía en lunes... Un lunes que ha deparado algunas sorpresas (estimulantes) y del que he vuelto a casa con alguna joya.

lunes, 27 de marzo de 2006

para dormir: instrucciones de uso

Con independencia de a qué hora se acueste uno, es importante apagar la luz y evitar los ruidos, en la medida de lo posible. (El tráfico, el frigorífico, las cañerías, el tic-tac de los relojes... todo eso puede llegar a formar parte de la delicada estructura del silencio, en depende qué casos.)

El primer paso: quedarse boca arriba, mirando al techo. Con ojos abiertos o cerrados, no importa demasiado. Es el momento de repasar los acontecimientos del día que acaba. Hacerse preguntas, recordar situaciones, conversaciones, frustraciones. (No todo es trascendente; de hecho, es también el momento de relativizar las cosas: quizá tenga, ahora, tanta importancia una discusión con alguien querido como la conversación que has espiado en el metro, de vuelta a casa. Todo acaba mezclado en una coctelera blanda que lima asperezas y redondea esquinas. Todo tiene la misma importancia... la misma falta de importancia.)

La boca se seca, la lengua parece un poco hinchada. Es el momento de darse la vuelta del lado izquierdo y cerrar los ojos. Los miembros se relajan, pese a que uno no sabe bien qué hacer con el puto brazo izquierdo, cómo colocarlo, dónde ponerlo. La memoria juega a barajar imágenes. Hay un primer abismo de sopor y se pierde pie: acto reflejo, músculos bruscamente desconectados y vueltos a conectar, una patada a la nada.

Nos damos la vuelta del otro lado, sobre el lado derecho. No importa ya la molestia del brazo, pero es importante no abrir los ojos, no dejar que el fantasma de la luz se nos cuele bajo los párpados. Un suspiro, todo huele diferente. Se esponja la boca.

Lo más importante: una vez en la tercera etapa, evitar en lo posible ser apartados de la progresión del sueño; volver a conciliarlo es largo, difícil, desesperante.

domingo, 26 de marzo de 2006

el domingo considerado como un videoclip de Family

Una sucesión desordenada de secuencias, apenas momentos, de montaje rápido y resueltas con la cámara al hombro: poseen ese descuido, esa vibración característica de los rodajes caseros. El encuadre casual, como si lo que interesara de la imagen fuera otra cosa. Numerosos insertos en apariencia inconexos: la portada de un libro, las cortinas del baño, una camiseta arrugada sobre la silla, el peluche de Pucca en el sillón, un gato que mira desde una ventana, los papeles que arrastra el viento, la televisión sintonizada en un canal de noticias, un puñado de almendras en un plato azul.

Entrar y salir de casa varias veces, con el periódico bajo el brazo, con una botella de vino, con una docena de bollitos tiernos para desayunar. Pasear por la acera de sol, mirar las nubes. Leer el diario con tranquilidad, escuchando música: hemos visto la torre precaria de CDs, y la cubierta del suplemento dominical: bellísima Isabella. Probar la pasta, abrir un botellín de cerveza, espiar la nevera con precaución: en plano medio, vigilando las fechas de caducidad, olisqueando. Tomate frito, ajo cortado en láminas delgadas. Un ordenador en la esquina del salón: luz azul, eléctrica, una sucesión de cabeceras de webs, un primer plano de los pies apoyados sobre una banqueta: calcetines del Coyote, un poco raídos.



Mensajes de móvil, un libro casi terminado: en plano cercano, vemos cómo pasan las páginas. El periódico sobre la mesa, un librito de recetas con huevos, los relojes de la casa en una sucesión de insertos: dos horas distintas, pero nunca la aguja larga coincide, hay siempre uno, dos minutos de diferencia.

Bajar las persianas, subir las persianas, abrir o cerrar las ventanas, de día, de noche, nublado, despejado. Fregar los cacharros del desayuno y de la cena del sábado: acumulación de manos empapadas, de platos que crecen en precaria torre de Pisa, charcos espumosos en la encimera, el sol acariciando los dedos de los cactus en el alféizar.

La cama sin hacer.

Un espejo de baño: ojeras, pelo revuelto.

Y una canción de fondo. Cualquiera valdría, pero en especial Viaje a los sueños polares o Dame estrellas o limones: son debilidades mías... y es mi película.

más viñetas

Les contaba de mis fines de semana, de cómo me gusta leer despacito, sin prisas, recuperar el tiempo, avanzar en mi lista de lecturas pendientes.

Por ejemplo, Les géants pétrifiés. Edita Dupuis, en pleno Año Spirou. Es la primera entrega de ese extraño, excitante proyecto de tres títulos fuera de colección y a cargo de gentes diversas y de probado talento. En este caso, Vehlmann, guionista de la casa, y Yoann, excelente dibujante conocido por Toto l'Ornithorynque (Delcourt) y La Voleuse du Père fauteuil (Dargaud).




Tras mi decepcionante encuentro con el nuevo Spirou, dibujado por Munuera, he disfrutado mucho con este libro. A mi juicio, aquí sí hay una puesta al día coherente y respetuosa del personaje y su universo. A mi juicio, aquí sí hay aventura de la buena, e Historieta de la buena. A mi juicio, es por este camino que habría que seguir, en lugar de perderse en los meandros infinitos en que la cabecera madre parece extraviada.

(Ni que decir tiene que el trabajo de Yoann me parece mucho más atractivo que el del español. Sólo le conocía su colaboración en la colección Poisson Pilote: La Voleuse du Père fauteuil, una elaborada celebración del folletón, de aire gótico y amablemente expresionista. Aquí, su gusto por la iluminación esquinada facilita un buen puñado de secuencias felices, amén de otorgar a los personajes una corporeidad inédita que les sienta francamente bien.)



Los siguientes títulos están a cargo, el primero, de Yann, guionista ya legendario, con imágenes de Fabrice Tarrin (Le tombeau des Champignac), y de Frank Le Gall, que supone en sí mismo una garantía, el segundo ( Les Marais du Temps).


Pero ha habido más lecturas estos días, no crean. En concreto, las tres recientes entregas de la Colección Ignatz de Sinsentido: Los inocentes, de Gipi; Baobab, de Igort; Insomnia, de Matt Broersma. Es una colección excelente, de exquisita presentación y una calidad de contenidos muy alta. (O, hablando con claridad: hasta hoy, todos sus títulos me han interesado de antemano, y su lectura no me ha decepcionado. No es decir poco.)

En particular, me ha sorprendido la austeridad de Gipi en esta segunda incursión en el mercado español. Una austeridad llena de poesía, por cierto; de un lirismo desolador. Después de la densa elaboración plástica de su libro anterior (Exterior noche), hay en Los inocentes una recuperación del Loustal más melancólico; y hay también una relectura sorprendente del trazo de Crepax. Pero hay, sobre todo, una historia conmovedora y una reivindicación del paisaje como elemento narrativo (y poético).



Una historia conmovedora propone, también, Igort en su Baobab, una historia que apenas se esboza en esta primera entrega. Pero una historia que cuenta con todos los ingredientes que pueden atraparme: japón, lluvia, leyendas, narradores de sueños, personajes heridos en lo más hondo. Y el ritmo lento de la vida.



Todo eso, ya ven...

Y el sol, además, que parece que haya vuelto para quedarse.

sábado, 25 de marzo de 2006

tantas historias

Les dije que hablaría de Cristina Fernández Cubas y de mi relación con sus libros, y supongo que esto que ahora tecleo a ciegas, improvisando mientras se escucha en casa el tic-tac del reloj y a los vecinos de arriba que arrastran, inexplicablemente, todos sus muebles, o eso parece, podría ser una aproximación.

De ella me gusta la manera que tiene de hilar los argumentos, que en ocasiones son tan livianos, tan sutiles, que no pueden explicarse en voz alta, so pena de malograrlos en un hervor de balbuceos. De ella me gusta, también, que le gusta jugar con el género fantástico, que su obra podría definirse como un elegante flirteo con éste, con sus constantes, con sus formas y sus lugares comunes, con sus atmósferas. De ella me gusta que no apabulla, no lucha por estar en las mesas de novedades cada año, no se pierde por aparecer en listas de éxitos: trabaja despacio, como de oído, dejándose seducir por la historia y el placer de escribirla, acumulando con tranquilidad las páginas que, antes o después, pero casi siempre después, acabarán por formar parte de su próximo libro.

Recuerdo que sus dos primeros libros, Mi hermana Elba y Los altillos de Brumal, los descubrí después de leer una crítica elogiosa en algún periódico (El País, imagino... pero hace tantos años que no puedo asegurarlo). Los busqué y conseguí comprarlos después de un tiempo. Eran dos volúmenes pequeños, editados con mimo por Tusquets en su colección Ínfimos. En las cubiertas, en ambas, grabados como de cuento de hadas clásico, en blanco y negro. Leerlos fue deslumbrante: descubrir que esa magia podía surgir también aquí, en España, y de manos de una señora de la que nunca había oído hablar...

(Recuerdo los relatos que daban título a los libros: el primero, una recreación de la infancia como espacio mítico y terrible, frágil; el segundo, una visita mágica y macabra al pasado de quien lo narraba, a los escenarios en que transcurrió, también, su infancia. Los recuerdo, pero no los releo desde hace años: quizá no sea un recuerdo, sino una reconstrucción en función del hechizo que entonces me atrapó...)


Con el tiempo, ha ido entregando de manera impuntual y con la elegancia caótica de quien hace las cosas por amor, diferentes títulos, casi siempre colecciones de tres o cuatro cuentos, pero también novelas, una obra de teatro e incluso una suerte de memorias a destiempo... Con el tiempo, su magia no ha dejado de ofrecerme momentos felices, siempre, en cada libro. (No ocurre lo mismo con Adelaida García Morales, cuyos primeros títulos descubrí a la vez que los de Fernández Cubas, más o menos: El sur, Bene, El silencio de las sirenas, La lógica del vampiro; sus obras posteriores se abismaron en un empeño inexplicable por ceñirse a la más polvorienta cotidianidad, se tornaron banales y exentas de cualquier atisbo de placer estético: un pecado imperdonable, si me permiten la boutade.)

Con el tiempo ha llegado a publicar Parientes pobres del diablo, que leí hace unos días, y que contiene tres relatos magníficos (uno de ellos, al menos, modélico: el que da título al libro). Qué quieren... Yo les diría que corran a comprarlo, que se aseguren un puñadito de horas de placer acariciando sus páginas, disfrutándolas. Pero ya me conocen: no tengo mesura, y si me gusta, me gusta a rabiar y no encuentro manera (ni ganas) de ser objetivo.

algunos sábados...

El sol se abre paso, parece. Se cuela hasta mi ventana, hasta el teclado. Cálido.

Suenan las viejas canciones de Parálisis Permanente. Hay una lavadora puesta... ¿De comer? Una ensalada, una pizza sabrosa. Algo dulce para postre.


Los fines de semana que no trabajo suelo dedicar mucho tiempo a pasearme por la Red. Procuro visitar a los amigos, detenerme en sitios vecinos que no frecuento a lo largo de la semana. De arriba abajo en mi columna de aconsejables (aquí mismo, a su derecha en la pantalla; un poco por debajo de donde ahora me leen), despacito, me pongo al día, pincho un poco al azar, aquí o allá. Incluso me dejo llevar por la curiosidad y exploro los enlaces que ellos proponen; he descubierto así muchos sitios notables.

Los fines de semana que no trabajo suelo, también, añadir algún enlace. (Están ya los dos nuevos a su disposición, y algún otro que va creciendo despacio y bien, con ganas...) Eliminar, a veces, direcciones que ya no funcionan, que conducen de pronto a ventanas tapiadas, a lugares que no funcionan ya.

Los fines de semana que no trabajo suelo, además, leer. Adelantar mis retrasos de papel. Disfrutar del placer de, con buena música, con una cerveza fría al lado, con tiempo por delante, adentrarme en las páginas de un libro, de un relato, de un tebeo...


Hoy es sábado, el sol insiste, a pesar de los nubarrones que corren hacia el otro lado de la calle, no deja de iluminarme las manos. La lavadora ha terminado. Habría que ir abriendo una cerveza, preparando la ensalada... Despacito, sin prisas...

viernes, 24 de marzo de 2006

otro méxico, y más cosas...

Me he acercado al Espacio Sinsentido esta mañana, aprovechando el paseíto. Quería comprar alguna cosita de Sfar, quería mirar la nueva exposición de Antonio Santos. Quería saludar: son siempre amables allí. Es un lugar tranquilo, por las mañanas. (El barrio también lo es: mucho trasiego de reparto, muchas tiendas de ropa, mucho vecino conversando en la calle... )

La exposición me ha sorprendido. No la esperaba así. Está llena de cacharritos, protoautos, clavos herrumbrosos, calaveras amables... Es como entrar en un México de juguete, macabro y sonriente. Un paseo por el lado más sedoso del mito. (Queda casi un mes para que termine: volveré.)

Por supuesto, alguna cosa de Sfar ha acabado en mi mochila, y alguna cosa de Trondheim: Désouvré. También, las tres entregas recientes de la colección Ignatz.

A continuación, he seguido camino hacia la Gran Vía, he entrado en otra librería para hacerme con Historias en la palma de la mano, de Kawabata: Emecé, en su colección Lingua Franca.

Luego, hacia la Puerta del Sol despacito, y hacia la calle Huertas después, paseando con la mochila llena de historias, caminando hacia abajo, hasta el trabajo.


No ha sido un mal día, en fin. (Ha acabado bien, además: noticias de Cabo Verde y un par de episodios de la tercera temporada de Angel.)

(Y, en el correo, la imagen que les dejo aquí abajo: convocatoria para el martes próximo, con Julio Llamazares, Julián Herrera y el propio Antonio Santos...)


______________________________________Buenas noches.

viernes



Viento.


Barre las aceras y arrastra un techo de nubes que ha camuflado de gris el cielo.


Ah, pero qué gusto, pasear y sentirse como en una vieja película de espías, sentirse un poco figurante en un escenario gótico.


Voy a ello, si me permiten. Ya luego les cuento...

obligatorio


Compra nueva, hoy mismo. De las que esperaba desde hace semanas...

Es la nueva novela de Eduardo Mendoza.

Confío en poder ponerme con ella en cosa de días, y ya les cuento. (Por ahora, Jardines de Kensington va a buen ritmo. Y me tiene enganchado. También se la aconsejo a ustedes, ya que estamos...)




Por cierto, entre ustedes y yo, Blogger va más bien mal estos días... Como disperso: se cuelgan los comentarios o no, depende; suben las imágenes o no. Un asco.

jueves, 23 de marzo de 2006

viñetas

Por doquier se leen listas de novedades próximas, listas llenas de títulos inexplicables y de alegrías más que afortunadas. Por lo que a mí me toca, descubrir tanto libro de Sfar en castellano supone una satisfacción, por ejemplo.

Y no puedo evitar pensar en las paradojas de la industria transalpina, cómo una generación de talentos más o menos jóvenes, más o menos rompedores, ha acabado por definir las líneas generales de la BD comercial sin renunciar a sus planteamientos estéticos de partida, que estuvieron siempre basados en la narración, en el placer de contar historias a cualquier precio.

Aquí eso no puede hacerse. Porque allá, los que rompen lo hacen al margen de una industria fuerte que, de alguna manera, propicia los experimentos que, a la larga, acabarán por enriquecer sus propuestas. Y aquí no existe esa industria de corte tradicional, fuerte y definitoria. Aquí hay un puñado de pequeños editores que hacen lo que pueden y dos, tres, acaso cuatro sellos grandes que se dedican, fundamentalmente, a la compra de derechos y poco más. Nuestros autores pueden romper, sí... pero eso, aquí, no conduce apenas a nada, no puede cuajar en nada más que en nuevos títulos minoritarios que no dan, no pueden dar de comer a nadie. La dicotomía complementaria industria/independencia es, aquí, imposible. Por falta de uno de los lados.

Independencia, en fin, la hay. Lo que no quedó claro nunca es independencia de qué o de quién...

Necesitamos (está ya dicho muchas veces y en muchos sitios) una industria, libros comerciales, de venta grande, que supongan la base lectora para que florezcan luego las audacias de nuestros autores inquietos. Y para que esas audacias, esas propuestas, puedan cuajar y llevar a alguna parte.

miércoles, 22 de marzo de 2006

la noticia

A tiene 21 años recién cumplidos, y esta tarde estaba feliz con la noticia. (Del alto el fuego, hablo. Ya saben...) Feliz y esperanzada. Luego me ha enseñado las fotografías que guarda en su móvil: de su hermanito, de algunas amigas (incluso yo estoy en alguna), de su gato.

Y no, por cierto: no he utilizado el paraguas. Ha llovido, sí; un ratito. Pero estaba a cubierto.

(Y... sí, también estoy yo feliz y esperanzado al respecto de la noticia. Con toda la prudencia del mundo... pero esperanzado. Llámenme ingenuo, si quieren...)

miércoles y tesoros


Ah, qué cielo. Azul limpio, y una carrera de nubes que se precipitan hacia el horizonte. Nubes gruesas, teñidas de gris. Nubes que amenazan lluvia, tormenta, huracán.

Nubes que acaban por rasgarse y dejar que el sol entre por la ventana. Y otra vez el azul, y más nubarrones detrás de los que desaparecen ya, gris que vira al negro...


Aprovecho para colgarles acá un par de joyas.

Primero, este libro de la colección Alcotán, editado por Planeta en 1965 y descubierto el otro día en Moyano, revolviendo entre viejos volúmenes a la busca de trabajos de Pearl S. Buck para mi amiga M.

Segundo, un nuevo título de literatura fantasmal recuperado por Valdemar.






Ya es casi hora de irme y no sé aún si no acabaré por empaparme de camino al trabajo, o si no hará una tarde espléndida, de paseo por la acera de sol...

Luego les cuento, si eso.

martes, 21 de marzo de 2006

polen

Eso, sí. Primavera.

Que llega con cielos nubosos y vientos intempestivos. Con lluvia.

Y con esa sensación general de abatimiento...

Ah, y el polen. Que en poco tiempo se nos echará encima, supongo.

primavera


______________________________Y ya ven...

lunes, 20 de marzo de 2006

qué será, será...





________________________Hay que ver...



agenda: dos citas para ya



Ya ven: el próximo jueves, 23 de marzo. Ya saben dónde...

(Además, con motivo de la exposición, durante un mes los Martes Sinsentido girarán en torno a México, y estarán involucrados, entre otros, Isidro Ferrer, Julio Llamazares, Julio Herrera y Juan Manuel Bonet.)



Aquí, más información al respecto. Si pueden, tampoco se lo pierdan.

televisivo

Los lunes, ración de CSI. Los martes, House y Numb3rs.

Los jueves son para The Closer y, en breve, las Mujeres Desesperadas.

Sábados con Veronica Mars. Domingos, a eso de las diez... Siete vidas.

(Más por cariño a los personajes que otra cosa, sí...)

Miércoles y viernes, apenas si queda tiempo para ver lo que haya podido grabar

otra noche, o alguna película que me llame la atención, o alguna de las series que tengo

compradas en estuches flamantes de DVD, guardadas en un armarito, a la espera, no sé,

de unas largas vacaciones, de un Mundial de Fútbol...



¿Era así antes?

En realidad, si hago memoria... Luz de luna, Colombo, Viaje al fondo del mar,

Los Vengadores, La Frontera Azul, Retorno a Bridshead, M*A*S*H, Enredo...

En realidad fue siempre así, de una u otra forma.



Lo que no quita para Joyce, Proust o Henry James.



O Hawks.

sábado, 18 de marzo de 2006

de viajes

No, no me fui. Somos más bien del lado sedentario de la vida, por acá. Pero sí hay viajes inminentes entre la gente que quiero. Cabo Verde y Nepal.

Y marzo se disfraza de otoño, y en el cielo se le ha derramado a alguien un frasquito de acuarela gris, y no deja de caer, a ráfagas, una lluvia ligera, blanda, tristona.

Y yo, mientras tanto, me adentro en Jardines de Kensington, novela torrencial de Rodrigo Fresán en la que intuyo muchas horas de disfrute. (De Fernández Cubas les hablaré en unos días, pero les adelanto que su reciente libro, Parientes pobres del diablo, es excelente. Como todos los suyos anteriores, claro...)

viernes, 17 de marzo de 2006

sin mirar atrás

Esta mañana ha vuelto el gris a nuestros cielos. Hace fresco y la luz parece acuática: submarina y lenta.



Una mañana como para iniciar un viaje. Cargar el coche con una maleta y tres libros de esos manoseados, de los de leer en bares de carretera. Sin espejo retrovisor, sin remite en las postales. Gafas de sol y camisetas viejas.


Y toda la carretera por delante.

jueves, 16 de marzo de 2006

noches

Qué noches estamos teniendo, ¿verdad?

Transparentes, de cristal y luna llena.

De olor a noche, claro. A noche limpia, a noche fresca.

Hasta en los cementerios de paisaje más turbio

debe dar gusto, ahora, anoche, hoy, pasear y respirar

y fumar, tal vez, un último cigarrillo antes de ir a dormir.

malevich

Me lo contaba ayer mismo. Se pasó media hora sentada delante del Cuadrado negro de Malevich. Estuvo un ratito llorando, conmocionada por dentro por la imagen. Y conmocionada por un puñado de recuerdos con ella relacionados...


Es emocionante imaginar la escena: una muchacha de ojos grandes sentada ante el puñetazo visual de Malevich, conmovida, ensimismada, sin apartar la mirada de la hondura negra...

(El cuadro lo tienen ahora en la Fundación Caja Madrid, en el número 1 de la plaza de San Martín; aquí, en Madrid. Forma parte de la imprescindible exposición de Vanguardias Rusas.)

hablando de joyas...

En un librito, selección de poemas de Luis Alberto de Cuenca, leo esto de aquí abajo:

Viajar a Marte
o al cuarto de la plancha.
Pero contigo.


Una belleza, ¿no les parece?

El libro se titula Su nombre era el de todas las mujeres, y está editado por Renacimiento.

El poema se titula Contigo.

La imagen la firman Dupuy y Berberian...

miércoles, 15 de marzo de 2006

dos joyitas

La primera, aquí debajo, es un regalo. Editado en 1962. Una preciosidad. (Y una novela excepcional, por cierto... pero qué voy a contarles a ustedes, que saben ya de la mucha fe que se le tiene aquí al señor Chesterton...)




La segunda la encontré hace unos días en Moyano, rebuscando entre viejos títulos de la Colección Reno. Lo editó Longman en 1978, y es una versión simplificada de la novela, en inglés... y chino. (No pude resistirme... la carne es débil...)


Bonitas cubiertas, ¿verdad? Con todo ese sabor añejo de la pura aventura del papel viejo... De cuando abrir un libro era siempre abrir una ventana a mundos emocionantes... (En mi casa esa ventana se abre a diario, no me malinterpreten: leer sigue siendo una necesidad vital y un vicio, además de una declaración de intenciones. Y una vocación. Y una alegría.)

martes, 14 de marzo de 2006

el cartel me gusta...


Ya está en marcha...

por la ventana


Pasa un barrendero, el mono de trabajo parece más verde con el sol. Se para un momento, recoge algo sucio con una pala, se queda mirando luego a una muchacha que pasa a su lado. Enciende un cigarrillo, le da un par de caladas profundas, con ganas. Sigue su camino...

Yo escucho Villa Flir, el disco reciente de Kikí D'akí: una joya íntima y exuberante de pop acharolado.

En la mesa hay un par de libros nuevos. (Bueno... no mintamos: alguno más hay.) Por un lado, Stranger things happen, una antología de relatos de Kelly Link, una señorita cuya pista descubrí hace unos meses, en una de esas compilaciones temáticas de lo mejor del año que en ultramar se editan. Escribe fantasía sin orcos ni búsquedas agotadoras, fantasía hogareña, de andar por casa. Y escribe bien. Y en sus narraciones hay siempre humor, una mirada fresca, ternura. E ideas sorprendentes. Por otro lado, el nuevo de Cristina Fernández Cubas. Ya les hablé de él cuando no estaba aún en las tiendas. Parientes pobres del diablo reúne tres cuentos, está editado por Tusquets y estoy deseando leerlo.

Hay más, pero les iré contando otro día, si les parece...

un par de cosas...




...de Dupuy y Berberian.

lunes, 13 de marzo de 2006

presentación


Eso. El miércoles, en la sala Anymus (Madrid, Plaza de España 11). Música, copas... y luna llena. ¿Se animan?

domingo, 12 de marzo de 2006

... y hasta tres

Qué viejo cascarrabias... Los tiene de cemento...


Ah, pero... ¿y esa novela de la que habla Melinda? ¿No les intriga?

dos enlaces

Al amigo (y vecino) ÁNGEL le tomo prestado este enlace que les permitirá curiosear en algunos trabajos de Javier Olivares.

Al amigo KB le doy la bienvenida a la aventura de la bitácora. La suya tiene un hermoso nombre: Pequeña posibilidad de honestidad. Pasen por ella, lean despacio...

esto no es lo mismo

Una de cal y otra de arena.


O, si en un lado está el trabajo de Ángel de la Calle, en el opuesto tenemos Brune, un libro cuya publicación se me antoja inexplicable, un trabajo agotador que empalaga y abruma y espanta (al menos, me espanta a mí). Es de Guibert, un título primerizo que le llevó varios años de elaboración. (Por fortuna, después se adentró por terrenos más estimulantes, abandonó el kitsch y decidió explorar la estilizada simplicidad que luego hemos podido degustar en La guerra de Alan o El Fotógrafo...)


Se había seriado ya en las páginas de El Víbora, y uno se pregunta qué necesidad había de ofrecerlo ahora en formato de álbum...

después

Ayer fue un día raro, uno de esos días en los que pareciera que la realidad conspira para hacerle a uno la vida no imposible, claro, pero sí más complicada, en un sentido banal, pueril y un poco jodón... Lo que impidió, menos mal, tener en la cabeza todo el tiempo los dos años desde.

Que yo paso por allí, por la estación de cercanías de Atocha, casi a diario. Que allí me encuentro, al ir o al venir del trabajo, con gente a la que quiero. Que no se me olvida el día negro, el teléfono sonando a primera hora, las imágenes en la televisión, la incredulidad, el sabor amargo y arenoso en la boca...

Y escuchar, por vez enésima en los últimos días, las palabras sucias de los que aprovechan para llevar el agua a su molino, por turbia que la sangre la haya dejado... me pone los nervios del revés.


Fue un día raro, en fin, como decía. Con accidentes informáticos, con horarios dispersos y con carreras a destiempo. Y con un dolor de cabeza que no se me fue en ningún momento...


Un día del que salvo, eso sí, la lectura de Diarios de festival, el libro de Ángel de la Calle. (Sé que ya estarán cansados de que les cuente de él... pero ayer lo pude leer, por fin... Y les aconsejo que, si les interesa la Historieta como medio, y la de aquí en particular, procuren echarle un ojo...) Es un trabajo orgánico y vivaz, lleno de optimismo y amor por el medio. Es un libro divertido, apasionante en forma y fondo, emocionante. Es un destello burbujeante en un panorama no siempre luminoso.

Un día del que salvo, también, las entregas nocturnas de Veronica Mars, la teleserie que los sábados nos regala, a partir de las diez, la 2.

(Bueno... hay un millón de cosas más que salvaría del día de ayer, a ver si nos entendemos... empezando por el sol caldeadito y acabando en la cervecita fría de antes de cenar... Pero ya saben a qué me refiero, ¿verdad? Esa sensación de que las cosas no encajan como debieran, esa insistencia de los cubiertos en caerse del plato al suelo...)

Pero hoy es ya domingo...

viernes, 10 de marzo de 2006

ralentí


Aquí les dejo otra razón de espera. (Qué quieren: yo ya me estoy empezando a morder las uñas...)

Por lo demás, y para entretener la espera sin abandonar mi presente política de a ver qué tengo en el montón, he terminado ya con el Lem que comentaba dos entradas más abajo y estoy en plena lectura de Cuentos Jeroglíficos, una joya de Horace Walpole, gótico ilustre y perverso antecesor del absurdo surrealista. La versión es de Luis Alberto de Cuenca y les aseguro que estoy disfrutando de sus páginas mucho más de lo que esperaba... Echen un ojo, si pueden. Creo que no se arrepentirán...

jueves, 9 de marzo de 2006

jueves

Ha amanecido hoy mi Madriz envuelto en una luz de acuario turbia, líquida. El sol apenas asoma a ratos entre los girones de cielo gris.



Un buen día para la lectura melancólica, para el tango de arrabal, para el café fuerte, para los cigarrillos sin filtro. Para Jane Birkin, para Isobel Campbell, para Beth Gibbons, para Carla Bruni...

miércoles, 8 de marzo de 2006

recuperando


Estas cosas mías...

No sé si lo recuerda alguien, pero hace ya meses que contaba por aquí la publicación de un nuevo libro de Stanislaw Lem... que hasta hoy mismo no he empezado a leer. A buen ritmo, eso sí: algo más del centenar de páginas.

Un libro que es, les aseguro, estremecedor, luminoso. Por la inteligencia certera y afilada de su autor, por el juego metaliterario que propone, por lo descarnado de su discurso, por la frescura del resultado.

Háganse con él. (Y, ya que estamos, no pierdan de vista otros de sus títulos: muchos de ellos están a buen precio en Alianza...)

más esperas

Nada, una nota. Que me enteré ayer. Que hay nuevo trabajo de Pauline En La Playa. Inminente. Se titula Silabario, y yo ya le tengo ganas, que estas chicas me gustan mucho...

Ya ven, cuántas cosas que apetecen. Lecturas nuevas, músicas nuevas... y el sol, que hoy da gusto salir a la calle...

ocho de marzo




























Y, por supuesto...

martes, 7 de marzo de 2006

quince meses después...

Ha llegado a las tiendas, después de una prolongada espera (los dineros públicos, ay, que no siempre están donde y cuando deben, supongo), Dan Laxante, detective cotidiano, de Fermín Solís, un cuaderno que compila distintas entregas del personaje del título, de corte humorístico y afán recuperador del viejo estilo Bruguera. Editado por la Asociación Cultural Tebeo Vivo y las IV Jornadas de Cómic de Vélez-Málaga, tendría que haber visto la luz hacia finales de 2004.

Bueno, como solía decirse... mejor tarde que nunca, ¿no les parece?


La tirada es de 500 ejemplares, y se vende a 2 €uros, así que procuren no despistarse si quieren hacerse con él...

en espera...




--------------------------Paciencia...


El de arriba llegará este mes, si va todo bien.


El otro verá la luz un poco más tarde. Detrás de los Pirineos, hacia finales de mayo. Aquí... quién sabe si unos días antes, unos días después... cortesía de Dibbuks. (De ellos, por cierto, hablaremos más despacio en un tiempo, que preparan sorpresas...)

lunes, 6 de marzo de 2006

cosas de lunes

(De este lunes, al menos...)



Sí, a ver. Que venía yo pensando, a propósito de esto mismo. Y que eso que dice maese Espada está bien dicho... lo de procurar que el Estatut salga de las urnas deslegitimado. Pero que la palabra clave, ahí, es una: urnas. Lo que cuenta, en democracia (es decir, aquí y ahora) es eso, justamente, las urnas. Que la gente, cuando corresponda, decida. Sí o no... pero que sean ellos, con sus votos, quienes decidan. Con independencia de lo demás.


Pero vamos, que a lo que venía yo ahora es a otra cosa.

Sí, que me llegan noticias de Dibbuks. Editan cuatro títulos este mes, con una novedad, además: alianza puntual con Aleta en uno de ellos. (Quizá no es mal planteamiento: coediciones entre los sellos independientes...)

A saber:

Pánico entre chuchos, de Jean-Christophe Pol.

Cumpleaños turbulento, de Nabiel Kanan.

La cofradía del mar, de Nancy Peña.

Una aventura de Laura, de Stygryt y Javier Niño con portada de Sergio Bleda (y coeditada, como ya decía más arriba, con Aleta).

(Atentos, en fin, a Nancy Peña. Su anterior título fue una auténtica sorpresa...)


Y luego, que he encontrado más cosas de Sfar. (Un libro editado por Gallimard: Klezmer. Ya les contaré.) Y que ha salido ya el primer título de los tres que festejan el año Spirou: Les géants pétrifiés, firmado por Yoann y Vehlmann. Tiene muy buena pinta. (Y quedan Le tombeau de Champignac, de Tarrin y Yann, y Les marais du temps, de Frank Le Gall.)


¿Más?

No... Por hoy, nada más.

A ver si mañana...