lunes, 29 de noviembre de 2004

el lunes...

De la mañana he hablado ya, un poco más abajo. Aclaro, eso sí, que me he levantado muy temprano para resolver unos papeleos aquí al lado, a una parada de metro; que hacía mucho frío, pero que cuando me ha llovido ha sido después, al salir hacia la comida con los de Lápiz de Tinta... y eso que empezaba a hacer sol. (Nada, falsa alarma: ni tuve que usar el paraguas... ni terminó de salir el sol.)

El resto del día se resume en abundante conversación, un buen puñado de risas y alguna reflexión intrigante. He comprado, además, un número especial del Comics Journal con entrevistas a Feiffer, Levine, Sorel y Steadman. Dios sabe cuándo encontraré tiempo para leerlo...


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Aunque no venga al caso, un par de rumores: Planeta editará Rip Kirby en tapa dura; los escaneados del material serán, por una vez, dignos; lo demás, no lo sé. Habrá más ediciones de clásicos, parece... aunque no está claro nada al respecto. Se habla de Peanuts y de Príncipe Valiente... Y se habla, también, de que, en su desesperada búsqueda por diversificar (y aumentar) su oferta, su presencia en librerías y kioskos, se está planteando un Laberinto 2.0, por así decir: material español, en fin. Nuevo. De precios de página no habla nadie, claro; imagino que serán vergonzantes. (Un mal bastante extendido en la industria española... por mucho que no se suela decir en voz alta.)


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(Aunque no venga al caso... aún no nos han despedido, a mí y a los otros dos, de la editorial belga. No todo está perdido, ya ven.)

El Viaje.

Amanece nublado otra vez, gris, húmedo; muy frío. El sol, ahora, parece que se filtre a duras penas, que se quiera filtrar hasta las aceras mojadas...


Mientras escucho insensateces (y desvergüenzas) en la televisión (la 2, comisión del 11M, Aznar: desayuné pronto, la náusea no me ataca; no mucho, en fin), después de leer en distintos lugares electrónicos noticias sobre Expocómic y sobre futuribles títulos (¡Peanuts editado por Planeta! ¡¡Socorro!!), tecleo un breve comentario en torno a una novedad de Astiberri. Una de las últimas que editarán, o eso parece, de origen foráneo. (Eso parece, insisto: rumores. Como ese otro rumor de que Luis Durán no seguirá publicando su trabajo en El Pequeño País; que no les gusta a los lectores... o a quien decide qué se publica y qué no. Rumores.)



El viaje. Edmond Baudoin. Un trabajo premiado, citado a menudo como referente de una cierta nueva Historieta francesa, europea. Un libro muy hermoso, de tono poético, sereno, inventivo. Un álbum en el que se aprecia el amor por el dibujo del autor; en cada página, la línea, el trazo, la mancha, se perciben gozosas, felices.

Un libro, me temo, no apto para todos los lectores. Un trabajo poético, en el que la peripecia, la anécdota, es mínima; lo argumental, vamos: que no pasa nada. (O quizá es que pasa mucho, pero bajo la superficie, dentro de los personajes; y, con suerte, dentro del lector, también.)

Un álbum para minorías. En el mejor sentido.


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Rumores, rumores, rumores... y Aznar mintiendo, mintiendo, mintiendo.

Al final, la náusea va a acabar por salirse con la suya. Mejor apago el televisor.

domingo, 28 de noviembre de 2004

Domingo de Increíbles...

En efecto, las cosas han salido bien y hoy ha habido cine: Los Increíbles, claro. Brad Bird y Pixar. El primero, escribe y dirige. (Ya hizo una joya antes: El gigante de hierro.)

Añadir más loas a las de todo el mundo sería reiterativo. Me permito, sí, una queja: un poco larga. Quizá toda la primera parte, la cotidiana, por así decir, podría haberse resumido algo más... Una opinión, en fin.

No se la pierdan. (En inglés, a ser posible: ¡Holly Hunter es Elastigirl!)


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Leído el fin de semana el Blue de Kiriko Nananan, editado por Ponent Mon. Un trabajo intimista, elíptico. Elegante. Pura angustia adolescente sublimada. (En versión japonesa, claro: elíptico todo, ya digo.)

El estilo de la autora, de contrastes acusados de blancos y negros, de línea pura, de personajes lánguidos y abundante en planos cortos y en encuadres casuales de elementos secundarios, acaba por enganchar.


Un buen álbum.


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Hace frío. En el centro de la ciudad, las calles están ya adornadas; en parte, al menos.

Las aceras están húmedas.


Creo que las cosas no van a mejorar, en general, en los próximos meses... Así que habrá que seguir. Como si nada. Ponerse al día con los que esperan, pacientes, esos textos sin entregar, esas páginas de guión, ay...

Esta semana sin falta.


Y, en navidades... veremos.

fantasmas...

Madrid amanece hoy fría y embozada en niebla. Una mañana como de cuento de fantasmas.

Es domingo ya. O todavía.


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Hablando de fantasmas... Ayer me dieron a leer un recorte; la columna de Pérez Reverte. No sé cuándo se publicó, por fuerza ha de ser reciente: hablaba, con su prepotencia habitual, de algo que presenció mientras aguardaba para entrar en la exposición del faraón muerto. Y, con su habitual prepotencia y chulería (de la mala, de la que va cargada de desprecio), embestía contra una taquillera del Museo Arqueológico que cumplía con su trabajo. (Quizá no con la cortesía que sería deseable: quien haya presenciado la avalancha de gente que la exposición ha atraído podrá, a poco que no sea chulo y prepotente como el escritor, hacerse una idea, y hasta entender a la señora.) Al parecer, dos chavales jóvenes pretendieron que se les cobrara la tarifa reducida de estudiante, pero no llevaban los documentos acreditativos de rigor; sí tenían carnets de la biblioteca de una Facultad, algo que, con cuidado, puede uno conservar durante toda la vida sin que ello signifique que durante toda la vida está matriculado en dicha Facultad.

El escritor arremetía con toda suerte de vocablos despreciativos contra la señora, la acusaba de tenerle envidia a la muchacha, más joven y guapa que ella, incluso en algún momento se le escapa el apelativo de cacho perra; la acusaba de asesinar vocaciones, de estar avinagrada, de ser una funcionaria de esas de opereta, de las de no porque no.

Al final, al parecer, la chica (a Reverte se le olvida el muchacho acompañante; algo me dice que, de no ser por ella, el incidente ni le hubiera llamado la atención...) paga la diferencia (un euro y medio: ni a dos cañas llega el importe, ya ven) y se va de allí "como una señora".


No lo leí con detalle, sólo por encima. Por puro encabronamiento.


Señor Reverte, aunque nunca lea esto debo decirle que las normas obligan a quien compra y a quien tiene que vender, al visitante y al taquillero. Que si hay una serie de documentos que dan derecho a un descuento, son esos los documentos que hay que mostrar, no cualquier otro. Y no porque el "funcionario" (término que, engarzado en la prosa pendenciera del escritor, suena más que despectivo: ofensivo) quiera, sino porque así está escrito, y su trabajo es hacerlo cumplir.

¿Usted quiere abogar por la gratuidad de los museos? Bien, ataque a quien corresponde, apunte alto, exija a los Ministerios que toque. (Le aconsejaría, eso sí, que se paseara antes por los Museos grandes un día de entrada gratuita... y juzgara entonces la conveniencia de su petición...)

Pero en su diatriba sólo percibo desprecio por el trabajo ajeno. Algo muy de aquí, por otra parte...

No todos podemos dedicar nuestros días a navegar en yate propio, señor escritor.


(El texto no especificaba si a él le cobró también la señora taquillera, o si, como muchas figuras públicas esperan y hasta exigen, pasó gratuitamente. Por el tono de sus palabras... tiendo a pensar que tuvo que pagar los tres euros de rigor.)


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Por otra parte, y hablando ahora de literatura de la de verdad, he terminado ya de leer la novela de Marías (compañero de suplemento, por cierto, del anterior macarra; hasta que un texto en el que se hacían comentarios no muy elogiosos hacia las instituciones eclesiásticas provocó su abandono y su retorno a la tribuna de El País). Me ha parecido brillante. Me ha mantenido enganchado e interesado. Me ha hecho desear que se deje de tonterías, el autor, y se ponga ya con la siguiente entrega...

(No obstante, sigo prefiriendo, con mucho, Negra espalda del tiempo. La disfruté más.)

Ahora... Mervyn Peake.


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Continúa nublado, aunque la niebla ha levantado ya.

noche estrellada...


De Ulf K, otra debilidad, habrá momento de hablar más adelante. Mientras tanto, una imagen, para abrir boca. Recién llegado a mi biblioteca. Posted by Hello

viernes, 26 de noviembre de 2004

si acaso...

Buena mañana.

Porque hacía fresco (que a mí me gusta, no se dejen engañar), porque hacía sol, porque en la librería había muy poca gente y he podido curiosear tranquilamente. Avalancha de novedades... aunque cada vez, debo admitirlo, me provoca menos curiosidad qué pueda o no salir al mercado. Están, sí, dos o tres títulos de Sinsentido, hay un nuevo álbum de La Mazmorra, hay qué sé yo qué más (lo de Bonelli, cosas de Dolmen: atención a Kane; Norma...).

Personalmente, me he retirado, contento, con el segundo 20 Century Boys, El viaje (Baudoin, Astiberri) y una exquisitez de Ulf K. Les contaré este fin de semana, cuando tenga tiempo de escanear y leer (no por ese orden, claro...).

Luego, en Moyano (se han trasladado, qué remedio, al Paseo del Prado, en la verja misma del Botánico; los puestos de libros, digo; ganan con el cambio; ganamos todos: los libreros y nosotros, los de paso), curioseando, he encontrado El Napoleón de Notting Hill. Chesterton. Otra debilidad, qué les voy a contar. Edición, de aire clásico, de Pre-Textos.


Una vez comentada la bolsa de la compra, poco más queda por añadir hoy. El ambiente, en el trabajo, se masca; amargo, claro. En casa, ante la oferta en televisión, optamos por más Urgencias; ya quedan pocos episodios por ver de la Segunda Temporada. (Mejor: el mes próximo se comercializa la Tercera.)

(Una vez acabemos con este bloque de médicos, nos dedicaremos a los enterradores: he conseguido la Primera Temporada de A dos metros bajo tierra; justo a tiempo para que salga a la venta la Segunda, ya sé...)


Se nos acaba el mes y Diciembre se nos viene encima como un ciclón...




Mañana, más.

O no...

a pique...

Noticias en el trabajo. Parece cada día más clara la intención de la Empresa: acondicionar a lo largo del edificio unos bancos desde los que poder remar día y noche. (El buque insignia, ya saben...) La cadenas, perfectamente ordenadas y engrasadas, están ya preparadas. Los horarios previstos (de sol a sol, excepto un par de día por semana en los que la jornada terminará ya bien entrada la noche) han quedado ya por escrito. Sólo queda la firma de los Notables y la de algún traidor.

Todo lo cual no es inminente ni absolutamente inevitable... pero sí más que probable: traidores, como Notables, no faltan; tampoco gusanos.


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Mañana estrenan Los Increíbles. (Mañana, sí. Es jueves aún, no hagan caso de la fecha...) Una razón suficiente (una de las pocas que me van quedando) para salir el fin de semana al cine... Si la veo, no lo duden: hablaré de ella aquí.


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Hace frío, y la luna parece un ojo de hielo en el cielo.

jueves, 25 de noviembre de 2004

Arqueologías... (3)


Pinchen, por favor, en la imagen; para verla algo mejor... Posted by Hello


Hace catorce años ya...

En aquellos años había una cierta efervescencia creativa (o quizá su sombra, en la distancia es difícil juzgar) en torno a los suplementos infantiles en diarios de tirada nacional. Diario 16 se atrevió con una propuesta (Gente Pequeña) en la que unía las reediciones agenciales y el material nuevo, de creación exclusiva. Miguel Ángel Martín publicó su Días felices, Olivares y José Antonio Calvo (e incluso José Mª Méndez) tuvieron su rincón al sol. Había, en general, un ambiente creativo, un entusiasmo al que no eran ajenas circunstancias novedosas, por entonces: distribución nacional, buen precio por página y una cierta libertad creativa (peleada a diario por el agente más audaz del momento: Lorenzo Díaz, que se enfrentaba con los conceptos "psicologizantes" de la dirección del suplemento; los niños, ya saben, ese público que hay que proteger...).

Tuve la suerte de participar en el proyecto con un invento extravagante, parido un poco entre todos los que por entonces nos veíamos casi todas las semanas, pero puesto sobre el papel gracias al esfuerzo de Ricardo Machuca, que diagramaba y coloreaba las páginas dibujadas previamente por un Rafa Negrete que interpretaba a su aire las indicaciones de un guión firmado por mí, pero elaborado previamente por los tres, o más bien por Ricardo a partir de mi borrador, y puesto en limpio a la larga por mí, en fin... un proceso complicado...

Plink y Puffy pretendió ser un soplo de aire fresco en la Historieta para niños, un divertimento, una sacudida... y pronto se convirtió en una especie de recorrido referencial por la historia del medio, plagado de citas (más o menos explícitas, más o menos gráficas, más o menos, a veces, privadas), en el que no faltaron figurantes de fuste, como Cela o Gloria Fuertes.


Por entonces, recuerdo que yo pasaba los fines de semana en Cuenca, por motivos sentimentales que no vienen, hoy, al caso. Escribía los guiones en una pensión, primero, y en una desangelada casa a cinco minutos de la Plaza Mayor de la ciudad, después. Los lunes llegaba a Madrid a tiempo para la comida en cierto restaurante alemán de la Plaza de los Cubos, y allí mismo, sobre la mesa y a los postres, desplegábamos cada uno su parte del proceso: Rafa el lápiz del último guión, Ricardo el color definitivo de la página anterior y yo el guión de la plancha siguiente. Había más gente con nosotros: Trashorras y ÁNGEL (aquí al lado pueden pinchar sus correspondientes blogs), Carlos Puerta, Almela, Aísa, Lorenzo... Todos, de una u otra forma, participaron de la energía que entonces parecía inundarnos y empujarnos cada semana a elaborar otra página, a elucubrar más proyectos... Una energía que se alimentaba de esa sensación inigualable de ver, cada semana, cada domingo, el resultado de todos nuestros esfuerzos publicado y distribuido en los kioscos de todo el país... (Una energía que dio más frutos, de los que en otro momento hablaremos...)


Fue una época hermosa y muy estimulante.



Hoy, algún editor audaz tiene, entre sus proyectos, reeditar Plink y Puffy completo, con sus páginas inéditas (no terminó de publicarse en el periódico: el material de creación les salía demasiado caro, parece... o eso dijeron). Una opción casi suicida, diría yo...

Ojalá que no pase mucho más tiempo.

miércoles, 24 de noviembre de 2004

hoy sí: ¡miércoles!

Mañana es uno de esos días de campaña institucional llena de buenas intenciones e impotencia práctica: contra la violencia de género. Una realidad nauseabunda que anida a dos pasos de nuestra vida cotidiana; a un paso, incluso. Una realidad que hunde sus raíces en la ponzoña de pequeñas tiranías, de comportamientos arrastrados, de actitudes que pasan desapercibidas por comunes, por asumidas... y hasta "comprendidas", ese primer paso antes de la aceptación, si no del aplauso.


Querría ver en la calle, mañana (y todos los días, pero también mañana), a todos los políticos.

Querría ver en la calle, mañana, cada día, a todas esas figuras públicas que, en su momento, hace no mucho, exigían (exigían, atención al verbo) a las gentes de la cultura, del cine, a los manifestantes que a miles invadieron nuestras ciudades para protestar por la reciente guerra de Irak, que se manifestaran también contra el terrorismo vasco, que se significaran, que por obligación (no sé si democrática: palabra comodín como pocas) dijeran en voz alta lo que es obvio: que se está en contra, que no se admite. Querría verlos, sí, mañana en la calle, a todos los que acusan con el dedo y parecen no estremecerse con la lista de muertas, de asesinadas, de dañadas: la sangrienta punta de un iceberg moral cuya podredumbre parece que descienda hasta el centro del planeta.

Con ellos, a los obispos que asienten y predican resignación, y hasta acusan a las víctimas con sus argumentaciones ladinas. A los que jalean a las figuras públicas condenadas (no acusadas: condenadas ya, demostrados su culpabilidad y su delito): alcaldes, por un poner. A los muchos del "algo habrá hecho"; a los que se niegan a entender que uno (una) no siempre puede irse, que es una terrible injusticia, un dolor añadido, tener que huir, esconderte, abandonar familia, trabajo (si lo hay, claro), amigos... para enterrarse y rezar, pedir, desear, esperar que no te encuentren, que no den contigo porque la escopeta, el cuchillo jamonero, la paliza letal, la gasolina y el fuego. A los que no saben ver, comprender, el miedo, el miedo que atenaza y anula.

Y a los jueces. A tantos jueces.



¿Demagogia? Quizá...

Pero quien se haya parado a mirar, quien haya sido testigo de la obsesión de algunos, de esos que siguen, que esperan a la puerta del trabajo, de los que no aceptan el no por respuesta... Esa obsesión que algunos, muchos (demasiados) confunden con la cercanía, con el amor, incluso...

Quien lea las estadísticas, frías, cifras alineadas, tantas muertes, tantas agresiones, el alto porcentaje de violencia oculta, no denunciada...


Demagogia es culpar a la víctima, culpabilizarla mediante algo tan común, tan doloroso, como la indiferencia, las peroratas psicológicas, las excusas sociológicas o los paños calientes religiosos.


Demagogia es no admitir que el problema es grave, terrible. O, peor aún, hacer como que no existe, mirar a otro lado... incluso cuando toca demasiado cerca.



Mañana será un día de programas de televisión duros, de grandes palabras, de compromisos.



El viernes, seguramente, alguien más pasará a engrosar las estadísticas de la muerte.


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El sol brilla hoy, el cielo está azul... pero el sabor amargo no se va de la garganta.

Pero tampoco quiero que se vaya.

si ayer fue lunes...

... hoy es, claro, martes. (No hagan caso, insisto, de la fecha. Los horarios, ya saben...)

Un día extraño, el de hoy. Porque me he levantado un poco mosqueado, en general, pero animoso. Porque me he decidido a dar algún paso en el trabajo... sería largo de explicar, pero digamos que va estando uno hasta los cojones de tantas cosas, que al final procura escabullirse en lo posible, y hay que hacerse notar, y tampoco les voy a contar más, que en realidad qué más da...

Porque, en mi incursión casi semanal por los comercios he descubierto (con gran gozo por mi parte, pero con dolor de bolsillo, ay) que se ha publicado, por fin, Gormenghast, el segundo libro de la trilogía de Titus Groan, obra del gran Mervyn Peake. Leí la primera entrega (Titus Groan) hace ya años, cuando salió en tapa dura; me gustó mucho, y me intrigó; me enganchó. Nunca más se supo. No hace mucho que Minotauro ha reeditado ese primer libro en tapa blanda, y ahora se lanzan con el segundo: con suerte, en menos de un año tenemos los tres publicados.

(Ahora, claro, la duda, el dilema: ¿releo el primero antes de adentrarme en las páginas de Gormenghast? Ah, tantas cosas y tan poco tiempo...)


Además, he comprado dos DVDs: El profesional, de Luc Besson (una película excepcional, desde mi punto de vista) y Deseando amar, de Wong Kar-Wai.


Y he visto que Edhasa ha empezado a publicar una colección de libros que compilan las aventuras de Arsenio Lupin. La cubierta del primero es un poco lamentable... pero en cuanto que me recupere del ataque de compras de hoy les comentaré con más detalle.


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Con lo que volvemos a lo que hace unos días comentaba aquí: la lista de compras.

Pero es que también eso, el listado de lo que he comprado, de lo que querría comprar, tener, es una manera de contar una serie de cosas; definir intereses. Titus Groan y Arsenio Lupin. Luc Besson. Wong Kar-Wai.

Debilidades, como en algún momento he definido a depende qué autores, o depende qué obras, qué libros, qué canciones.


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(He visto, también, que vuelve a estar localizable, a la venta, la primera temporada de A dos metros bajo tierra... Debilidades.)

martes, 23 de noviembre de 2004

cambios...

No lo dije: esta mañana me he cortado el pelo.

(Esta mañana, no hagan caso de la fecha: escribo como a la una de la madrugada, justo antes de acostarme, que el madrugón luego me deja chafado para el resto de la semana; y es, puesto que aún no me he acostado, lunes; lunes noche. Me corté el pelo, en fin, esta mañana.)


Cambios, novedades... poca cosa, ya ven.

Mañana (martes), más... o eso espero.

lunes, 22 de noviembre de 2004

en voz baja

A veces, el día empieza y ya nada sale bien desde el primer minuto. (A veces, incluso la noche ha sido un desastre: dormir mal, despertarse a destiempo...)

A veces, amanece una mañana gris y fría, y la calle se desdibuja en una neblina helada, y las cosas se te caen de las manos, las tiendas no abren a su hora, lo que vas a comprar se ha agotado.



A veces, un lunes parece exactamente eso: lunes. Como en las tiras de Garfield.



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(Banda sonora: Camera Obscura; Teenager.)

domingo, 21 de noviembre de 2004

porque me gusta...


Posted by Hello

El libro es de este año, y no viene al caso: casi ninguno de ustedes tiene interés en leerlo, se lo adelanto desde ya. Si está aquí es, única y exclusivamente, por la cubierta, una ilustración exquisita de Fernando Vicente, cuyo trabajo suele ennoblecer las páginas de Babelia (los sábados en El País).

Suyas fueron algunas de las imágenes más emblemáticas de los años ochenta en nuestro Madrid, que también fue nuestro Madriz.

Tener este espacio sirve también para esto: darme el gusto de colgar una ilustración hermosa porque sí, porque me gusta.


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(Por si le interesa a alguien: el concierto de Pretenders, colosal. Merece la pena.)

domingo

Ha amanecido un día espléndido: cielo azul, un sol que calienta lo justo.

Tras un poco de limpieza hogareña y la preceptiva lectura del periódico, curioseo un poco en mis favoritos seleccionados (empezando, claro, por los comentarios recientes en este mi/su rincón). Es agradable encontrarse con los amigos aquí... y es agradable saber de otros, también (que podrían serlo, por qué no).


Maneras de pasar un domingo tranquilo: lectura, música suave, alguna película por ver; quizá salir a comer fuera, puede que llamar a gente con la que hace tiempo que no hablo.

(No, no me toca trabajar hoy...)


Ayer, con El País vendían un DVD de Pretenders, banda ya legendaria. Algo más de dos horas de música en directo y sólida coherencia pop. Una buena opción para entretener la sobremesa...


El resto de la tarde... aún le debo un texto a Ángel de la Calle, y debo también unas páginas de guión para un álbum que está ya retrasándose más de la cuenta (y del que, si no nos echan antes de tiempo de Bélgica, ya les contaré algo más específico en su momento). Tareas pendientes, pues...

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Ayer, en el buzón, había un sobre con unas invitaciones para el Expofriki, que abre sus puertas esta semana próxima; en la Casa de Campo, de nuevo.

Expofriki... Curioso apelativo que rescato de los foros Dreamers. Curioso y ajustado. (No, no por los visitantes... más bien por la organización, y vistas las anteriores ediciones.)



De las novedades que aparecerán los próximos días, de las que hayan aparecido ya esta semana... no sé nada. Aún. No pude pasarme por librerías el viernes... ni desde el lunes, de hecho. Otros espacios electrónicos se ocupan de ellas... Ya contaré yo lo que vea, lo que lea... y aquello de lo que aborrezca.

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En mi casa suenan ahora The Cure (no sé si para demostrar que estoy más acabado todavía de lo que alguien pensó...). Join the dots: compilación agotadora, a ratos, de versiones, caras B, remezclas, inéditos y qué sé yo qué más cosas...


La semana que viene se comercializa una caja llena de inéditos, maquetas y rarezas de Nirvana. Probable compra... (Claro que, por el mismo precio, uno se compra en la FNAC un buen puñado de películas de Ozu o de Mizoguchi... A ver si cobro la paga...)


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Sexo en Nueva York.

Ayer, en el Canal+.

No quedan muchos episodios por emitir, supongo... Pero me gusta comprobar cómo evolucionan los personajes, cómo sus vidas se precipitan...

En su conjunto, y pese a la frivolidad intrínseca a su planteamiento, una de las series más redondas y más estimulantes que uno ha tenido oportunidad de frecuentar en la televisión de los últimos años.

(Sí, compré todos los DVD hasta ahora... Y compraré los que vayan saliendo. Adoro a esas mujeres...)


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Robert Smith se ha callado. Se escucha, sólo, el ruido del ventilador de la cpu. El sol entra por la ventana, dibuja un borroso diseño sobre el teclado.

La cerveza está fría.

Va siendo hora de hacer la comida. (El vino, sí, se está enfriando. No mucho: lo justo.)

sábado, 20 de noviembre de 2004

congresos...

El español no corre peligro, dicen. Como si fuera una especie al borde de la extinción. Como si fuera un enfermo condenado a la vigilancia intensiva permanente.

Las lenguas las hacen los hablantes, ellos las mantienen vivas, ellos crean y recrean, inventan, adaptan y usan. (No los escribientes; ni las Academias, que ellas están, en todo caso, para levantar acta, casi siempre tardía, o para hacer inventario después, necesariamente después.)

No sé si para llegar a esas conclusiones (¿no era, no es, evidente?) hacían falta semejantes alforjas congresuales... Por si acaso, no se les olvida convocar la siguiente cita, no sea que, en el intervalo, el español se acabe por resfriar...



(En Babelia, hoy, Calvo Serraller escribe un hermoso texto en torno a una novela de Kawabata.)

viernes, 19 de noviembre de 2004

tal día como hoy... o casi

Lo pensaba esta mañana, a la que iba a comprar el pan y eso: uno de estos días (hoy, mañana... me da pereza comprobarlo) cumplirá este espacio dos meses de singladura. Y me pregunto, de cuando en cuando, si el rumbo no será demasiado errático; o previsible, que es peor.

Verán, en mi temprana (y lejana ya, pese a lo que pueda a veces parecer, ay) adolescencia, mis diarios acabaron siendo, siempre, meras listas de la compra: últimos libros, tebeos recientes, lo que veía pero no podía adquirir... (No, jamás hablé de masturbaciones o de esa chica a la que miraba en secreto; lo primero, porque nunca entendí la necesidad de llevar la contabilidad de cuántas veces uno se la menea; lo segundo, porque en secreto quiere decir eso, justamente: en secreto.)

Haciendo memoria sobre estos dos meses, creo que estoy muy lejos, aún, del inventario de compras. No quisiera caer en él...

Por otra parte, no estoy seguro de querer plantearme esto de manera disciplinada. Es decir, que si durante unos días me limito a anotar que el sol calienta más bien poco, si alguna vez hablo de mis amistades (que, por cierto, me permite hacer eso tan decimonónico de citar a la gente por la inicial; algo que me encanta, y que he visto hacer, por ejemplo, a Trapiello en sus diarios), si no voy, durante una temporada, más allá de decir que el día ha sido especialmente asqueroso... pues así será, y no voy a inventarme nada para que el hipotético lector no se sienta defraudado. (Eso, por no hablar de qué es lo que quien pueda leer esto espera en realidad...)

Que habrá días en los que rescate viejos textos (apenas los hay, inéditos) o antiguos proyectos más o menos truncados, como habrá ocasionales disquisiciones como la presente (de la que he perdido, ahora me doy cuenta, el Norte) o, por supuesto, floreados comentarios de actualidad.

Que, en fin, esto seguirá siendo mi rincón, para bien o para mal. Quizá es lo que quería decir cuando empecé a escribir el post... o puede que no. No importa.


Imagino, en cualquier caso, que iré abriendo ventanas. Despacito. Hablando de más cosas. Siendo, a lo mejor, más personal; o privado. (Sin abandonar mi tendencia a apuntar temas que dejo para más adelante... y así quedan, eternamente retrasados.)


Sé que el proceso será (lo está siendo ya) apasionante. Confío en que no defraude a quien lo siga, ahí, al otro lado del éter, de la pantalla, del teclado...

noticias de bolsillo

La exposición del Arqueológico (La tumba de Tutmosis III, se titula) está a punto de acabar. Esta mañana me he acercado, antes de comer. Mucha gente. Incluso me he encontrado con un par de amigos que salían cuando nosotros entrábamos.

Se ve en apenas veinte minutos, y admira más, en realidad, el trabajo de clonación que cualquier otra cosa.

Merece, sí, la pena. Mucho.

(Ya sólo quedan, de las imprescindibles, la de los Guerreros chinos, la de estampas japonesas y, quizá, la de grabados flamencos de la Biblioteca Nacional...)


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Recibo mail de una buena amiga, B, un torbellino de alegría que tiene, además, dos retoños: la guapísima Clara y un niño-melón (Ignacio, si mal no recuerdo). Un conflicto de horarios ha hecho demasiado complicado coincidir, aunque sea por teléfono.

Me ha gustado mucho saber de ella. Es de esa gente que te ilumina la vida; incluso de lejos, o por escrito. O por teléfono.

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Por lo demás, el sueño se abre paso y va menguando sin remedio la longitud de mis posts...

miércoles, 17 de noviembre de 2004

el fin de los días...

He tenido un sueño: Condoleezza Arroz y un sombrío Aznar contemplaban, cogidos de la mano, un campo de batalla humeante. Estaban dibujados por Russ Heath, como sólo él supo hacer allá por los años de Warren.


A pesar del cielo azul que vuelve a iluminar Madriz, me levanto con un sabor amargo... (Soldados de videojuego sucio rematando heridos en el suelo.) Llamo a una amiga para alegrarme la mañana; está en pijama: ¡necesito ya un móvil con videollamada!

Vuelvo de la compra con mozzarella y vino tinto y unas pizzas frescas muy sabrosas, algunas salchichas, una bolsa de ensalada prelavada (ya saben), bollos para alegrar los desayunos, cerveza. Pongo un viejo recopilatorio de singles de Depeche Mode.


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(En otro orden de cosas, el trabajo de Joss Whedon en Astonishing X-Men es fascinante: recupera el sabor del Claremont clásico, mueve los hilos con sutileza de prestigitador y construye los cliffhangers como pocos han sabido hacer en los últimos años. Además, conoce a los personajes.)

otro martes

Ya saben la rutina: clase por la mañana, el frío de noviembre y esas chicas que reparten sonrisas y periódicos gratuitos (e ilegibles, digámoslo todo).

Después, una visita rauda a Lorenzo, que rescata para mí un par de tebeos y me enseña la maqueta definitiva (aunque hay algún ajuste por hacer, aún) de uno de esos proyectos que hemos ido elaborando en las últimas semanas: un libro espectacular, aviso ya. (En cuanto que pueda, les comento con más detalle...)

Comer, trabajar, una caña antes de volver a casa. (En el metro, la prosa hechizante de Marías. Lo que hace este hombre con la palabra y con el tiempo del relato es cosa seria...)



Y sueño. Mucho sueño.

(Y demasiado retraso en casi todo, demonio...)

lunes, 15 de noviembre de 2004

otra vez: nocturno

Una noche fría, la de hoy. Y un día atípico. Y memorable.

Cosas mías.

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Pienso a menudo en este espacio, en qué escribiré aquí. Y pienso a menudo que es el espacio mismo, la posibilidad de escribir lo que se me pase por la cabeza, sea sobre tebeos o sobre... no sé, el tiempo, vino, cine, mis amigas, música, cómo hago la pasta... es todo esto lo que de verdad hace de este ejercicio frágil una aventura.

(Porque frágil es: pensar a quién le va a importar, quién lo va a leer. Pensar, como mucha gente me ha dicho, si tendré algo que contar cada día, o cada cuando sea.)

Una aventura, sí. Cada día estoy más convencido de que lo es. Y cada día estoy más involucrado en ella. Más apasionado. Incluso si, como hoy, apenas si dejo aquí unas líneas que resumen, desordenadamente, algunas impresiones, alguna idea.

Merece la pena estar aquí, creo. Independientemente de quién me lea. (Saber, eso sí, que me leen... es una dosis extra de apasionamiento.)

Y queda, claro, mucho camino por recorrer, muchas ventanas por abrir de par en par. Y muchas puertas que echar abajo.

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Por lo demás, la luna estaba preciosa esta noche: un paréntesis sobre el horizonte.

domingo, 14 de noviembre de 2004

otro domingo

Fin de semana largo. (De trabajo, claro.)

Esta mañana, aunque esté mal decirlo así, por escrito... hacía un frío de pelotas. (De pelárselas.)

Durante estos dos días sin pasarme por acá, el amigo ÁNGEL ha abierto su propio rincón en el éter. De buen vecino es comentarlo aquí. Y de amigo es recomendarlo. (Y no por amistad, solamente: que el proyecto promete y él es minucioso en lo que acomete. No dejen de echar un ojo de cuando en cuando, va a merecer la pena.)

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De la lista de la compra:

Sexta entrega (y última) de DC: The New Frontier, un excelente tebeo escrito y dibujado por Darwyn Cooke. Una joya. Clásico, audaz, respetuoso, inventivo, fresco, riguroso, apasionante. Con las seis entregas en la mano, se impone, claro, una relectura. Y un comentario por aquí...

Primer Solo, un singular proyecto (otra vez DC) que se centra, cada dos meses, en la figura de un creador, recogiendo trabajos cortos, creados (o no) para la ocasión. Tim Sale es el protagonista, este mes. Viene a demostrar que es un buen narrador, un gran dibujante. Viene a demostrar que sabe cómo trastear con la plancha, con el espacio, con las luces y las sombras. Viene a demostrar que, en sus últimos tebeos... se pone a sí mismo el listón muy, muy por debajo de sus posibilidades.

Y algunas cosas más: el Daredevil de Bendis (disfruto de cada página), el nuevo título de mutantes con guiones de Joss (Buffy) Whedon (sorprendentemente sólido y adictivo). Un nuevo Locus.


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De lecturas voy, despacito, avanzando en el nuevo Marías, ya les dije.


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Por lo demás, la semana se presenta activa. Montones de cosas por hacer (alguna, ay, con algo de retraso), exposiciones por ver, lecturas pendientes...

Y las navidades, cada vez más cerca. (Argh.)

viernes, 12 de noviembre de 2004

jueves frío

Caramba, sí que ha bajado la temperatura.

Todo el día en danza: por la mañana, clase; una incursión rápida después para comprar el nuevo Javier Marías (Tu rostro mañana. Baile y sueño) antes de ir a trabajar; reunión de sección sindical luego, a la salida. Total, que llego a casa casi a las diez. A punto para dejar grabando las cosas orientales de Canal+ y ver un rato de Gran Hermano, ese circo progresivamente inexplicable y, aún, hipnótico.


Sí, procuro seguir a Marías. Leo sus columnas en El País y me gustan algunas de sus novelas. De hecho, las dos últimas (tanto Negra espalda del tiempo como la anterior entrega de Tu rostro mañana) me parecen de lo mejor que nunca ha firmado. Acaso porque mezcla invención y recuerdo de una manera personal que me atrae de forma especial, no sé... Admito que no todas sus obras me interesan por igual, y las compilaciones de artículos y ensayos me resultan mucho más satisfactorios que alguno de sus libros de ficción... Pero admito, también, que este último invento suyo, un poco benetiano, me tiene enganchado del todo.


(Sí, veo, con fidelidad errática, Gran Hermano. Los jueves. Casi nunca veo cómo termina el programa... pero lo veo, en cualquier caso. No es antropología ni sociología. Ni siquiera es morbo o tedio. Es tan simple como esto: me río.)


De la reunión no les voy a contar: mucho ruido, por así decir, pero las nueces son pocas y están más que contadas. Alguien ha llevado galletas (una de esas cajas míticas de surtido) para entretener la espera... Algo es algo.


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La piel fría, que casi estoy terminando ya de leer, es pura serie B. De monstruos. Rápida, con su punto de vértigo y su gesto de desesperanza. No cambiará los derroteros del género (de ninguno), pero se lee rápido y deja buen sabor de boca.

No es poco.

miércoles, 10 de noviembre de 2004

otra vez el sol...

Noviembre, ya ven.

Lo llaman, creo, sol de invierno. Apenas deja ver. Y calienta, sí... más de lo que uno espera.

El cielo está azul y hoy toca volver al trabajo...


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Esta mañana he tenido que llamar al Canal+; llevaba días sin poder verlo. Qué sensación más extraña, hablar con una máquina que te repite, incansable, indiferente, lo que tienes que hacer.

1 para sí, 0 para no.

Ya está arreglado. Nada, cosa de dos minutos...


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Y me entero en el periódico de que hay una exposición de grabados japoneses clásicos aquí, en Madrid. En Noviciado. Cuando tenga todos los datos (y la haya visto), les cuento...

martes, 9 de noviembre de 2004

festivo

Tarde de domingo, de nuevo. Aunque no lo sea: es fiesta en Madriz.

Pero el sol se ha ido ya.

Ordenador, algunos textos con retraso, correo. Y lectura: poca.

En la televisión, programación de diario. Que es como la otra, pero peor...


En cualquier caso, una noticia que me hace muy, muy feliz. (Soy tan fácil de contentar, ay...) Viene en camino mi segundo tomo de Peanuts, acompañado del titánico volumen que recopila el Locas de Jaime Hernández (todo el material de la primera etapa, mítica, de Love & Rockets).

Confiemos en que los dioses del viaje sean propicios...

También compré, ayer, el pack con la serie de televisión Shogun. Ya hablaremos al respecto, cuando haya podido verlo (que aún tengo episodios por disfrutar, y quédense con el verbo, de Urgencias).

todo lo que quiso siempre saber sobre Conan y otros...


Posted by Hello


El libro de Yexus es ajustado, informado e informativo, ameno, completo. No olvida ninguna faceta del mito: del escritor traumatizado a la película casposa, pasando por el espíritu del pulp, las adaptaciones de Marvel o los universos conexos.

Una aventura apasionante, resuelta con una sobriedad y una seguridad envidiables. (Compañero Yexus, sepa usted que, de no haber leído su libro... yo hubiera tardado mucho más en plantear el mío.)

Por lo demás... hace un sol más que tentador, en Madriz...

El retorno de Corben. (Y de Oliver, también...)


Posted by Hello


Este libro, excelente, supone, de facto, la recuperación de un autor fundamental en la Historieta de los años 80. (Recuperación que se está verificando también fuera de nuestras fronteras: Marvel y DC, por igual, parecen abrirle sus brazos. Afortunadamente.)

Pero de Corben ya se habla largo y tendido, con conocimiento y con gusto, en el libro de Sinpalabras, firmado por otro rescate afortunado: Agustín Oliver, una firma que ha permanecido alejada del mundillo durante demasiado tiempo. Un tipo informado y combativo, de opinión vehemente y convicción inexpugnable, que fue habitual de algunas cabeceras históricas de la crítica del país hace... unos años; que estuvo en Onda Verde con Trashorras y Muñoz (a pesar de este último... pero eso son historias viejas); que no ha perdido la acidez ni el entusiasmo. Y que ha escrito un libro de pulso periodístico, lleno de datos, en el que no falta la mirada amable hacia un autor (Richard Corben) a menudo menospreciado.

No se lo pierdan. Merece la pena.

deberes...

A ver.

Por un lado, Memoria de mis putas tristes, de García Márquez. Ya lo leí, sí. Y me gustó, claro. Pero... Ay, los peros. Se tiene la sensación de haberlo ya leído... Y no hablo de la historia. Es una especie de sabor familiar, una música demasiado parecida a otras anteriores. ¿Decepcionante? Por supuesto que no... Pero.

Por otro lado, leí también los libritos de Gorey: muy divertidos. (Definamos: no hablo de reír a carcajadas. Hablo de inteligencia, de complicidad. Y hablo de estética, también.)

Y más deberes: mañana mismo cuelgo las portadas de los dos últimos títulos de Sinpalabras: Corben y Conan.



Mañana mismo, sí... Tengo tantas cosas que hacer mañana mismo...

lunes, 8 de noviembre de 2004

Arqueologías... (2)

Durante un tiempo, mis colaboraciones (erráticas, heterogéneas, dispersas...) en Dentro de la viñeta aparecieron bajo el título de Godzilla. Que recuperaba, de alguna manera, aquel Conexión Godzilla que, hace ya unos años, escribiera para El Maquinista Mensual.

No hace mucho, decidí cambiar un poco el registro, centrarme. Inventé Té para dos, que abrí con un texto en torno a Taniguchi y la tradición del ukiyo-e... que me quedó un poco frío, me temo. Aspiraba a ser más informativo que emocional... y me aburrí enseguida: la segunda entrega fue muy distinta; la tercera, también.

En la mudanza, y debido (también) a retrasos imprevistos, se quedó inédito un Godzilla. Repasado ahora, creo que no está fuera de lugar reproducirlo aquí: habla del invierno, de un par de álbumes que merecen ser recuperados, de un escritor excepcional.


GODZILLA 2003.1

Ayer nevó en Madrid. Toda la tarde estuvo nevando con fuerza. Hoy, el cielo está gris, preñado de una luz invernal que presagia otro día de mucho frío.

Uno miraba ayer por la ventana, y la sonrisa más boba se le quedaba prendida en los labios viendo arremolinarse al otro lado del cristal los copos de nieve. Durante unas horas, el petróleo y los tambores de guerra, la indignación, las playas negras, quedaron en segundo término, y sólo había ojos para la nieve que iba cuajando, esponjosa, en el césped de los jardines y en los techos de los automóviles, en los tejados, en el alféizar de la ventana.


País de nieve, una novela de Kawabata Yasunari editada hace unas semanas por Emecé: una lectura hermosísima y reposada. Y habrá quien me reproche que ya estoy con mis japonesadas de costumbre… pero si sabéis quién era el gran Hokusai, si habéis disfrutado de sus elegantes grabados, si os interesa mínimamente la literatura, el arte de narrar, de expresar con palabras, de construir con frases y silencios una red en la que atrapar la emoción; si alguna vez os habéis parado a admirar la serena belleza de un jardín zen, uno de esos rincones de piedras y arena que parece detener el tiempo en su simplicidad, entonces debéis leer este libro breve y preciso, una delicada historia de amor y de renuncia, de deseo, de ausencia, que se beneficia de una prosa transparente y contiene en sus páginas un buen puñado de imágenes arrebatadoras. No lo olvidaréis con facilidad. Aún mejor: no lo querréis olvidar nunca.


Y si hablamos de belleza y serenidad, de delicadeza, de elegancia, por qué no mencionar también el libro de Calo que De Ponent ha puesto en la calle, Al servicio de las damas, una recopilación de trabajos dispersos que confirman la voluntad del joven autor por ahondar en su personal universo sentimental. En sus historias hay una búsqueda consciente de un determinado clima, de un tono emocional. Una búsqueda en la que echa mano de todos sus recursos, que no son pocos: puesta en escena, ritmo, diálogos, incluso la línea, la pura línea que delimita a sus personajes, esa línea que define el mundo en cada una de sus viñetas. Un mundo un poco lánguido, con aires de pop francés, con sabor a bossa nova. Un universo en el que hasta la gratuidad de alguna escena de sexo se ve atemperada por la fuerza de sus personajes femeninos y por el respeto de que hace gala Calo. Respeto, elegancia y riesgo, sí, porque arriesgado es atreverse a contar historias cotidianas como Hijas mías o Mamá ha tenido un pequeño mocoso, arriesgado es conmover, arriesgado es ocuparse de las cosas mínimas, esas mismas cosas que constituyen la letra pequeña de la vida. Y es ese mismo riesgo, ese respeto por el lector, lo que hace de este libro una de las joyas del año. Ojalá que no caiga en el olvido en las próximas votaciones barcelonesas.


Y si hablamos de riesgo, no es poco el que supone la edición del último trabajo de Francesca Ghermandi, Bang, estás muerto, otra apuesta difícil y estimulante de Sinsentido. El libro retoma el universo formal de su anterior título, Pastilla, pero introduce una atmósfera enrarecida y hasta sensual que convierte su lectura en una experiencia difícil de describir, una aventura a la que no es ajena el extrañamiento de una narrativa un poco sonámbula y un uso del color francamente desconcertante. Como algodón de azúcar envenenado, las imágenes se nos enredan en los dedos al tiempo que pasamos las páginas, y una pegajosa sensación de pesadilla va invadiéndonos lentamente. Es difícil no volver a hojear el álbum inmediatamente después de haberlo leído, como para convencernos de que no lo hemos soñado. O, más bien, para asegurarnos de que el sueño, la pesadilla, no es nuestra. Una pesadilla blanda, dulzona, que sigue con nosotros incluso muchos días después de haber cerrado el libro.


El cielo sigue gris, el invierno se asoma a la ventana y aquí al lado, sobre una silla, esperan más historias, otros libros, nuevas páginas que leer. Escribo con música suave, me levanto de cuando en cuando, paseo por el pasillo, hojeo otra vez el álbum de Calo o el tomo que ha editado Taschen dedicado al grabado japonés, una joya que no debería faltar en las estanterías de ningún lector de esta columna.

El tiempo pasa despacio y uno, mientras mira por la ventana como un bobo, se pregunta si contar estas cosas, estas minucias, interesará a alguien. Aparte de a los amigos, claro.

No importa. Cuenta contarlas, cuenta que se publiquen. Cuenta, claro, que se lean. Trocitos de mis días. Páginas sueltas de lo que va pasando por mi cabeza. En eso consiste todo: lo que me pasa por la cabeza y alguien que lo lea. ¿Para qué más?
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Parece que no haya pasado el tiempo...

domingo, 7 de noviembre de 2004

por las tardes...

Las tardes de domingo son, sin duda, las más largas. Incluso si está uno en casa, tranquilo, ignorando cualquier tipo de obligación; relajado. Incluso si haberse acostado la noche anterior más bien tarde y haberse despertado a la hora de costumbre, hace que una ligera somnolencia (a la que no es ajena, claro, el vino) suavice las aristas del tiempo y las horas se vayan, lentas, en una sucesión de páginas ojeadas (y olvidadas: habrá, mañana, que repasar un poco lo que pueda hoy haber leído; de escribir, claro, ni hablamos) y canciones melancólicas.

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Supongo que era de prever, pero lo comento ahora: al final, me quedo (de momento) con La piel fría. Las primeras frases suenan bien...

Ya iré contando qué tal.

un domingo de sol

En efecto, el sol brilla que da gusto, y Madriz, que podría estar hasta un poco fantasmal, con el puente y eso, está, a qué negarlo, precioso; que da gusto pasearlo, vamos.


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Sobre mi mesa, aguardan (junto a dos torres muy inestables de otras varias cosas: libros de Sinpalabras, novelas negras de la promoción de El País, el tomo de Las aventuras de el Rey Mono que editó Siruela...) el Kwaidan que ya comenté por acá y otra cosa que me acaba de llegar de Círculo de Lectores: La piel fría, de un tal Sánchez Piñol, que, hojeado, tiene un tono como pulp que me llama bastante después del clasicismo algo forzado de El buque fantasma (Trapiello, ya saben). Luego, si acaso, cuento por cuál me he decidido como lectura de mis próximos días.

(Lo de El Rey Mono... es que son 2000 páginas: leerlo en el metro viene a ser un trabajo de Hércules, o poco menos...)

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Norma anuncia para el mes próximo un Miguelanxo Prado nuevo.

Y El tapiz de Seda... del que hablé hace unos días por aquí.


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En un ratito descorcharé una botella de vino... Es agradable comer con un buen vino rojo y el sol entrando por la ventana...

jueves, 4 de noviembre de 2004

una exposición...


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Amaneció lloviendo. A mares.

Después de la clase de inglés, ya con el paraguas cerrado, un paseíto hasta la Fundación La Caixa para echar un ojo a la exposición de prerafaelitas; paisajistas minuciosos: demasiado minuciosos, diría yo... Y demasiado fríos, también.

No sé.

Un par de cosas, eso sí: dos cositas de Burne-Hogarth, un par de cosas de Lord Leighton.

Y la Ofelia de Millais. Sólo por verla en vivo, a dos palmos... merece la pena el paseo, la lluvia, lo que sea... Es una de esas imágenes llenas de fuerza que se quedan clavadas para siempre. Acaso sea lo dramático de la escenografía. O la tremenda melancolía que el gesto de Ofelia transmite.

No importa.

(Una consideración, en cualquier caso: la iluminación, combinada con los cristales que protegen la mayoría de los lienzos, hace que muchos de ellos no se aprecien bien.)

(Otra consideración: en general, la frialdad de la técnica distancia mucho; y hasta agota. Hay, sí, algunas acuarelas sorprendentes.)

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Tras el fin de semana, un bonito puente: el martes es fiesta.

justo después de media noche...

Pues, en efecto, ganó quien temíamos.

Allá, digo; en el Imperio.

Arrasó, más bien.


Quizá lo apropiado hubiera sido abrir este post mínimo con una imagen en negro. Algo que diera idea del luto que a uno se le ha instalado en el alma... por ahora. (Que mañana será otro día, y seguro que otras cosas se nos colarán en lo inmediato que nos hagan olvidar al paleto por excelencia, ese hombre, ese President.)


Qué importa...


Sí importa que, ayer, mientras compraba mis caprichos de cumpleaños en Madrid Cómics, comprobé que tenían a la venta esa exquisita caja que reúne los dos primeros tomos de la edición integral de Peanuts que Fantagraphics está haciendo.

Dado que tengo el primero, y el segundo anda de camino (lento, pero de camino)... sólo pude rabiar sin que se me notaran las lágrimas.


Debería hacer los deberes de inglés...

miércoles, 3 de noviembre de 2004

el día siguiente...

Amanece gris. Muy gris.

Hace frío.

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Bonita anécdota. A saber:

Imaginen al director de un museo de importancia. Museo público, claro. Dependiente del Ministerio de Cultura y todo eso. Un tipo alto y de aire un tanto melancólico, a ratos.

Imaginen una noche, de no hace mucho... A eso de las doce y media, qué caramba. Y el señor llama a la puerta del dicho museo. Va acompañado de una señorita.

El encargado de la vigilancia nocturna tiene un reglamento estricto que cumplir, y un sentido de la ironía muy desarrollado: para que el señor entre hay que montar un dispositivo considerable, que incluye avisar a la policía; por supuesto, la señorita no puede, bajo ningún concepto, pasar. Y menos si no se identifica, como es el caso.

Cara de perro por parte del cargo, que se niega a creer semejante afrenta. Retirada y llamada al responsable supremo de la seguridad del lugar, que, a su vez, llama al currito para darle instrucciones específicas de que señor y señorita pueden, por amor de dios, pasar.

El encargado de la vigilancia nocturna accede, claro, no sin dejar claro que lo hace por orden directa de su superior.

Bonita noche. Bonita actitud cortijil, si se me permite el palabro...

Así nos va, en fin, a todos... en todas partes.

(Lo que no quita, eso sí, que la anécdota no haya dado, en el citado museo, para unas risas...)



Anécdota, ni que decir tiene, que yo no he contado. Insisto, ni he contado ni he escrito ni nada. No sea que luego...


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Por lo demás, parece que en los EEUU vuelve a ganar el favorito de Aznar.

Vaya...

un regalo... o dos


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Sé que no se ven muy bien, pero aquí arriba están las cubiertas de los dos libritos que me he regalado esta mañana, en un arrebato de total qué más da. Neumeyer escribe para niños y escribe, también, sobre literatura infantil. De Gorey ya se habló aquí un poquito, y se volverá a hablar en poco tiempo.

No los he leído aún. Ya les contaré.

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El resto del día ha ido bien. Bien en clase, bien en el trabajo. Dos cervezas antes de volver a casa, unas risas.

lunes, 1 de noviembre de 2004

arqueologías...


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El álbum firmado por Lorenzo Díaz y Carlos Puerta, editado ya en Francia y en los EEUU, sufrió una auténtica catarata de calamidades, empezando por el accidente de tráfico que sufriera el dibujante. Su elaboración fue, por tanto, errática, complicada, a menudo más cercana al puro azar que a la sensatez.

Conociendo desde dentro, en fin, lo accidentado del proceso, sorprende aún más que el resultado sea, dentro de lo que cabe, tan sólido y atractivo.

Una vez terminado el libro, Carlos me pidió un texto que sirviera como introducción. Improvisé un par de folios, o poco menos. (Y digo que improvisé porque, en realidad, hasta hoy no he leído despacio, tranquilamente, el álbum. Entonces, me guié por un breve resumen del argumento de base que, una noche ya lejana, me hizo Lorenzo... en algún bar, probablemente; no pregunten.)

Aquí está el resultado.


CUENTOS SUMERGIBLES.

¿Dónde nacen las historias? ¿Dónde aguardan los cuentos a que alguien los recoja, les proporcione una tierra adecuada, esponjosa y rica, los riegue, los mire crecer? ¿Cómo es ese proceso mágico, ese lento brotar de imágenes y palabras, esa floración casi siempre inesperada?

A veces hay una escena; una mirada, un rostro; un gesto que se queda en los pliegues de la imaginación y despacito va generando sus zarcillos, y echa raíces en el jardín de los ensueños de primera hora, y se empeña en hacerse sólido y grande, y exige atención. Una escena, una imagen, a lo mejor una playa gris y el hervor de las gaviotas disputándose unos despojos entre la espuma; un jardín japonés y un libro de hojas quebradizas; una sonrisa entrevista al otro lado del ventanal de una cafetería. O un nombre. A veces, un nombre –el nombre de alguien, de una calle; el título de una canción–. Un nombre, en fin, como un conjuro que llama a lo demás: una cara, unas manos, un paisaje.

Una imagen o un puñado de palabras, no importa. Alrededor, poco a poco, vamos añadiendo, elaborando. Nos dejamos llevar, encajamos piezas que en apariencia no deberían encajar, recortamos, armamos un rompecabezas que ni sabíamos que queríamos armar. La historia, el cuento, crece. Se deja conducir o nos obliga a adentrarnos en caminos que no planeábamos, tanto da. Va cuajando en otra cosa.

Y, a veces, el azar.

Porque, en ocasiones, algo que nos cuentan y abre posibilidades nuevas. O una película que recorre los mismos paisajes y hay que cambiar, no puede ser. O conocemos a una muchacha de mirada submarina, y cómo no dejarse hechizar, cómo no inundar la historia del sabor a sal de sus labios. O una curva en la carretera. O una mudanza, un examen complicado, el ordenador que se va al carajo.

El azar interrumpe, desequilibra, se empeña en remover las cosas y recordarnos a todos que cada día amanece, sí, pero a veces llueve sin parar y no importa si llevas paraguas, porque la riada se te va a llevar igual, y tus manos no van a ser, a la larga, más que diccionarios de pájaros muertos.

Pero el azar no lo puede todo, y hay historias que siguen ahí: cuentos sumergibles.

Pollack Street ha pasado por todo, ha sobrevivido al azar. Y sigue en pie, cálida. En sus páginas, en las manos de sus personajes, todos los pájaros siguen vivos.

A pesar del Diluvio.



El agente decidió, en su momento, que esto no tiene nada que ver con el libro. Afirmación en la que le asiste, sí, toda la razón.

Queda aquí, pues.

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Por lo demás, y sin que venga muy a cuento... mañana es mi cumpleaños.

Para celebrarlo, madrugón: clase de inglés. (He hecho ya los deberes, sí...)

noviembre


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Día de cementerios.

Ha amanecido una mañana perfecta para caminar entre lápidas: cielo gris, frío; el horizonte se rompía, azul, allá al fondo. Luego, el sol.

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Un librito de los que pasan desapercibidos: segunda entrega de una serie, editada por NBM (y por Norma, parece, aquí; al menos, el primer álbum) y creada por un tal Patrick Atangan, perfecto desconocido que viene apadrinado por Craig Russell.

Si la primera entrega (El jarrón amarillo, se tituló aquí, si mal no recuerdo) adaptaba leyendas japonesas con un estilo visual cercano al ukiyo-e, este segundo libro se centra en cuentos del folklore chino, y adopta un grafismo más caricaturesco, cercano a lo que hizo Russell con su Cyrano.

Un relato de la Creación y dos conmovedoras fábulas en torno a los deseos, el sufrimiento y la felicidad. El tono, respetuoso, ligero y poético.

Confiemos en que Norma no nos sorprenda ahora no editándolo, después de sorprendernos (gratamente) publicando el anterior.

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Pude ver Troya ayer. La película de Wolfgan Petersen, sí.

Qué quieren que les diga...

¿Dónde está la épica?