sábado, 31 de diciembre de 2005

flecos


Antes de que el año se nos muera, contarles que terminé de leer Entrebrumas, de Hope Mirrlees (Minotauro): es una joya, puedo confirmarlo ya. Está cerca, a lo mejor, de lo que hizo Crowley en Pequeño, Grande... pero de muy otra manera; más cerca, eso sí, que de Tolkien, con el que sí comparte ese amor tan inglés por la minucia cotidiana y la descripción del paisaje.

Leí, también, el cuarto tomo del Peanuts de Fantagraphics, en el que ya van cuajando convenciones familiares. Otra joya, qué voy a contarles que no sepan.


Terminé de ver la segunda temporada de El Ala Oeste de la Casa Blanca, que volvió a confirmarme lo que ya sabía: que el talento está, hoy, en la televisión. (Vale, ni todo el talento, ni solamente en la televisión... pero las cosas más creativas, más conmovedoras, más valientes y rompedoras de los últimos años se han producido dentro de la televisión y para la televisión. Olvídense del cine, salvo excepciones; ni se acerquen a libros o tebeos, salvo excepciones: la televisión está ahora en la vanguardia.)


(Recibí, hoy mismo, noticias del trabajo, también. Tras el vuelco electoral, el Comité de Empresa nuevo se ha constituido ya. Parece que las cosas van bien encaminadas en el funcionamiento interno... si bien las diferentes fuerzas están, claro, polarizadas. Y eso no es bueno.

En cuanto a los trepas y jefecillos... ahora que ya han consolidado sus puestos, parece que empiezan a sacar pecho y marcar territorio con más desvergüenza que antes.

Se avecinan meses interesantes, a fe mía...)

En fin, no sé si lo he dicho ya... Feliz año nuevo a todos, y no se me atraganten esta noche con las uvas, háganme ese favor...

ahora sí...



Ha amanecido gris, desapacible. Hace frío otra vez.

Pero no se dejen amilanar, ¿estamos?

Que le quedan unas horitas, al año...

santoral

El día no ha terminado aún, pese a la hora. No es mañana, todavía... Mañana (hoy): San Silvestre, el último día del año, el día de las uvas y las campanadas, los SMS acelerados, los propósitos de año nuevo, las braguitas rojas (la tradición, ya saben), las burbujas...




¿Para terminar el año con buen cuerpo, con buen ánimo? Borracheras aparte (muy convenientes, si hay familia de por medio), les aconsejo mi dieta televisual de hoy: The Commitments, de Alan Parker. Gran película, limpia, energizante.




Y no olviden, en cualquier caso, supervitaminarse y mineralizarse...




(Y les dejo ya, que a estas horas no acabo de coordinar bien...)

viernes, 30 de diciembre de 2005

una curiosidad



Habrá quien la sepa apreciar, supongo.

variantes

Eso, que uno sale de buena mañana temiéndose lo peor después de ver el cielo vestido de acuarela plomiza cuando se asomó a la ventana nada más levantarse, pero resulta que no, que el sol calienta que es un gusto y no hace aire. Se está bien en la calle. (Se estaría mejor sin compras de última hora, pero vamos... que se está bien hoy ahí fuera.)



Y yo les sigo obsequiando, si les parece. ¿Se acuerdan de cuando las asociaciones de padres con exceso de seriedad insistieron en que nuestra Pippi era un ejemplo letal para sus hijos (para los hijos de todos: eso es lo que más jode de estas cosas, la generalización del prejuicio y la insistencia en hacer de él ley)? Una niña sola y anarquista, capaz de caminar por las paredes y con un cofre de oro para sus gastos, con caballo y mono... ¡Y con liguero!

A veces tengo la sensación de que toda esa carga subversiva se ha diluído en la ficción que nuestros niños consumen hoy... Podríamos recordar aquí los tebeos clásicos de Bruguera, o ese Nicolás de Goscinny y Sempé, el ya mítico Guillermo de la Crompton, y contraponerlos a Harry Potter o a los niños un poco relamidos de la Narnia cinematográfica (no menos relamidos que la literaria, claro, pero hay distancias)...

(Claro que ustedes me contraatacarían con las criaturas de la señora Blyton: Los Cinco, con su amor por el jengibre, su andrógina, su perro metomentodo, su té de las cinco y sus educadísimas aventuras...)

Ahora tocaría hablar de manga, supongo. De tebeos para niñas. O algo, no sé... pero lo cierto es que me da pereza, y estoy seguro de que me han entendido ustedes. Hay que reivindicar, me parece, la efervescencia en la ficción para niños, independientemente de que sea literaria, cinematográfica, televisiva o historietística. Hay que recuperar a Pippi, pero también a Epi y a Blas, a Triki, a los Fraguel y a Matilda. Incluso a Manolito Gafotas, por qué no... (O, en todo caso, hay que reivindicar ese espíritu anarquista y dadaísta.)

Ah, no... ni idea de cómo ni por dónde empezar...

jueves, 29 de diciembre de 2005

de cara al año nuevo


¡Señores, alegría!

de memoria

Cosas que se me ocurren.

Acordarme, por ejemplo, de mi abuelo. De mis dos abuelos.

De uno recuerdo paseos hasta un parque, escucharle hablar con alguno de los viejos con que nos cruzábamos. Y recuerdo algunos de los libros que guardaba en su casa, viejas ediciones en tapa dura y de cubiertas rancias. Recuerdo haber leído de su biblioteca El otro árbol de Guernika, que por alguna razón me fascinó hasta el extremo de releerlo verano a verano... Recuerdo una portada horrenda, con un cohetito de juguete orbitando una Tierra en llamas; era una novela publicada por un conocido de la familia, un librero del pueblo; una novelita de presunta ciencia-ficción, perfectamente despreciable. Recuerdo, también, que fue él, mi abuelo, quien me inició en la lectura de los bolsilibros de Bruguera, ya saben, Silver Kane, Curtis Garland, nuestros pulp; alguno de esos tipos con los que solía charlar le reprochaba que no se decantara más por Estefanía, le parecía que lo demás era cosa de mujeres, como lo de la Tellado, y mi abuelo y yo nos mirábamos con un gesto de entendimiento: ¡qué sabrían ellos!

No hablaba mucho, tenía cierto aire de melancolía que se veía acentuado por la nariz larga, por el sombrero gris que solía vestir.


Tampoco el otro hablaba demasiado, la verdad. Si uno se para a pensarlo... Él era más de campo, por así decir. En su casa, que tenía patio y corral, no había más libros que los que yo llevaba para leer durante las vacaciones, pero sí gallinas y conejos, y una higuera señorial que cada año estaba más y más grande; recuerdo el olor de sus hojas y de los higos maduros, la savia blanca y espesa que se quedaba entre los dedos cuando estaban recién cortados. Y recuerdo cómo mataba a los conejos, cuando tocaba hacerlos con arroz, o con patatas: los cogía de las patas traseras y aguardaba a que dejaran de moverse para, con un hocino, de un golpe seco, desnucarlos. (Recuerdo también el proceso posterior: desollar al animal, desangrarlo, eviscerarlo, descuartizarlo... Me acuerdo con la misma sensación vívida con que recuerdo el sabor de los guisos, la textura sabrosa que la sangre proporcionaba al arroz, el caldo oscuro... ) Con él, los paseos eran más cortos. En él, la melancolía venía dada por una mirada húmeda y por su manera de caminar, con las manos enlazadas a la espalda y la cabeza gacha.


Cosas que se me ocurren, ya ven.

Ambos están ya muertos, sí. Desde hace tiempo. Ambos vivieron la guerra y lo que vino después, y de toda esa muerte, de toda esa tristeza (incluso de la cárcel, en el caso de uno de ellos), quedaban huellas bien visibles en esa manera de mirar o de caminar, en sus largos silencios. Entonces, claro, no era capaz de verlo: ni sabía qué debía buscar. Ahora, desde aquí lejos (en el tiempo), sí puedo sentirlo.

Cosas, en fin. Cosas.

a punto de acabar

El año, sí.

Como el que no quiere la cosa...


Servidor no va a obsequiarles con listas de lo mejor que ha leído, visto o escuchado en estos doce meses: mi dispersión, ya saben. Además, en otros sitios amigos (o no) han colgado ya suficientes...

Así que voy a ver si localizo el calendario del año próximo, que lo guardé no sé ahora dónde y me lo dejo a mano, que en tres días hay que colgarlo.


¿La mañana? Bien. Compras, y eso.

El cielo está azul, veteado de nubes de juguete. El frío ha remitido un poco. La calle huele a prisa.


Y anoche emitieron La Edad de Oro, después de no hacerlo la semana anterior. (Menos mal: uno se ha aficionado ya a echar de menos a la Chamorro y sus cardados... )

en tránsito

detrás de la ventana se mueven las sombras en ráfagas heladas, la luz porosa de una farola

alguien tararea una canción vieja con voz rota, de grava, de tierra húmeda





al entrar en la cama, el calor de un cuerpo cercano, dormido: una respiración lenta, el olor

el sabor de la sangre en la boca


el crujido de los radiadores: se enfrían despacio

miércoles, 28 de diciembre de 2005

libros y frío...

Sí, señores: un frío que pela.

Y lo sé de buena tinta, que llevo casi todo el día en danza, y me he fiado del solecito que entraba por la ventana antes de salir, esta mañana... Pero vamos, que ya está, estoy ya en casa, me he relajado, he guardado las compras y he curioseado un poquito por ahí, por los sitios amigos...


Y como hablábamos anoche de libros, me permito añadir aquí algunos títulos más. Por ejemplo, La muerte de Arturo, de Sir Thomas Malory. La ha editado, en dos atractivos tomos (que recogen, además, ilustraciones firmadas por Aubrey Beardsley), Círculo de Lectores. Tiene traducción de Francisco Torres Oliver, prólogo de Carlos García Gual y epílogo de Luis Alberto De Cuenca. Aguardan, los dos tomos, sobre un montón que empieza a derramarse en todas direcciones... Un montón del que forma parte otra edición de Círculo: Los Tres Mosqueteros, Veinte Años Después y El Vizconde de Bragelonne, de Alejandro Dumas. Un total de seis volúmenes de atractiva presencia, llenos de ilustraciones de época, que prometo, un día u otro, leerme de cabo a rabo... aunque no les sé decir cuándo.

Y está por ahí también, a mano, La novela de un literato, de Rafael Cansinos Assens. Y La busca, Mala hierba, Aurora roja, del maestro Baroja.

(Por no hablar, claro, de mi fijación nipona... que en poco tiempo se resolverá con tres o cuatro tomos de consideración, de los que ya hablamos por acá... y de los que volveremos a hablar en detalle.)


Libros, frío... y roscón de Reyes tierno: no son malos mimbres para una buena Navidad, ¿verdad?


(Sé que algunos se darán cuenta de que más de un título de los que hoy menciono estaban ya al empezar el verano en mi montón de prioridades lectoras, pero es que mi relación con los libros es así: irregular, inestable. Me guío por impulsos y apetencias repentinas. Puedo buscar durante meses una novela determinada hasta dar con ella y... dejarla sobre una mesa durante un año entero. Y puedo, de un día para otro, rebuscar en el caos polvoriento de mi biblioteca hasta dar con ese título que me pide el cuerpo de repente leer en ese momento... Así que sí, quizá en un mes les cuente cuánto me han gustado las tres novelas de Baroja, o quizá la próxima Navidad vuelva a decirles que tengo en lista de espera lo de Dumas... pero así soy yo.)

otro libro

Lo descubrí hace unos meses, no muchos. Curioseando ahí, un lunes; buscaba otra cosa, mis caprichos japoneses. Me llamó la atención, lo hojeé; me picó la curiosidad, pero no lo compré: buscaba otra cosa, ya digo. Pero me quedé con la mosca detrás de la oreja, por así decir...

Después, al cabo de poco tiempo, leí esto. Así que me fui a Minotauro.

Y me decidí, lo compré, lo traje a casa.


Hoy he empezado a leerlo. Despacito, con calma... Tengo mis problemas con determinado tipo de fantasía, y el texto publicitario en el que el libro se califica como antecedente de Tolkien me pone, en principio, los pelos de punta. Como escarpias. (Ah, pero también se incluyen nombres como el de John Crowley en el mismo texto... Eso es otra cosa.)

He empezado hoy, digo. Y la primera sensación es agradable. Está bien escrito y tiene un aire... extraño. Exótico, quizá. Roza en algún momento ese costumbrismo bucólico propio de ciertas ramas del género, pero lo hace desde una ironía refrescante y con distancia.

Es pronto para asegurarles nada... pero yo diría que voy a disfrutar de la lectura.

El título es Entrebrumas (Lud-in-the-mist). Su autora se llamaba Hope Mirrlees (1887-1978) y formó parte del grupo de Bloomsbury. (Tienen una imagen suya aquí al lado: es la muchacha de la izquierda...La otra, Jane Ellen Harrison, fue, al parecer, su compañera setimental.)

Les tendré informados.

martes, 27 de diciembre de 2005

galería


Mujeres airadas, mujeres decididas, con opinión, sin ninguna gana de quedarse al margen, sentadas y esperando...


Mujeres de risa contagiosa y bellísima, mujeres nocturnas, adictivas.


Mujeres que buscan y no miran atrás, mujeres que vuelan alto, mujeres que insisten y no se arrugan, no retroceden, abren puertas y derriban lo que haya que derribar. Aun a costa de sí mismas, tan a menudo...


Mujeres que son, siempre, una aventura. (Como levantarse cada día, como abrir la ventana, como respirar... Como vivir.)

sol y papel

Mañanas soleadas y frías, tardes largas y nubosas. Papeles amontonados alrededor, álbumes que llevan semanas a la espera de ser leídos...

Vacaciones.


Planeta ha editado , en un único tomo, las dos entregas, firmadas por Abolin y Pont, de Donde no alcanza la mirada. Se trata de un díptico lleno de potentes imágenes y un delicado tono lírico en el que se mezclan una cierta mitología de la infancia como paraíso perdido (y la lucha, siempre infructuosa, por recuperarlo) con la pura aventura de sabor decimonónico, lastrado todo, en cierta medida, por un componente fantástico (amuletos, vidas pasadas, amores eternos...) que no acaba de cuajar en la orfebrería del relato. Casi dos centenares de páginas resueltas con elegancia y un sentido del ritmo que se deja llevar por los tiempos lentos y la contemplación del paisaje. Un libro excelente, de lectura hipnótica y que deja un agradable sabor de boca... (Sí, aún se saben contar historias así, como debe ser: dejando que se desarrollen a su propio ritmo, sin prisas, sin tensiones, sin gratuidades...)



Sinsentido, por su parte, nos devolvió a Guillem Cifré en Artfobia, una colección exquisita de paradojas gráficas y terrorismo cultural. Y nos devolvió al gran Loustal, que nos ofrece en Hermoso mar de la China un par de relatos en los que lo grotesco recibe un tratamiento lírico tan lleno de melancolía, tan heredero de otros tiempos, de otras miradas, que la sonrisa no se borra de nuestros rostros hasta mucho tiempo después de la lectura.

Y nos presenta, también Sinsentido, el debut en nuestro mercado de Gipi con su Exterior noche, una cuidadosa edición para un puñado de relámpagos nocturnos. Gipi cuenta cosas duras, ásperas. Y lo hace desde las entrañas, con unos recursos plásticos poderosos, riquísimos, herederos de lo mejor de la vanguardia italiana de los últimos años (de Pazienza a Ricci, pasando por los del grupo Valvoline). Su lectura es desasosegante y enriquecedora. La negrura de sus páginas es, si me permiten la paradoja, luminosa.


(Habrá más lecturas en breve. Ahora, mientras el sol se cuela por la ventana y empieza a acariciar el teclado entre mis dedos, les dejo para continuar con ellas.)

lunes, 26 de diciembre de 2005

26

Lo que les decía: ni acercarse a los comercios del centro... El horror, háganme caso...

Ayer el día fue tranquilo, y de noche recuperé un par de entregas de El Ala Oeste (segunda temporada) y leí un poco antes de meterme en la cama y dormir, otra vez, mal. Y no por falta de sueño, que la noche anterior fue de digestión trabajosa (ay).

(Hablando, por cierto, de lecturas: a ver si estos días les hago un repaso detallado, que he ido poniéndome al día en novedades varias...)

Hoy, tras una mañana de ajetreo y recados pasados por agua (la lluvia, sí), tertulia, ya saben. De mucha charla, como es de ley.

Mañana... veremos.

domingo, 25 de diciembre de 2005

músicas

Hay como una sensación desolada cuando uno amanece a una ventana en gris, cuando te asomas a la calle y todo está vacío, y hace frío, y hay pequeñas basuras acumuladas sobre la acera, alrededor de las farolas, en el portal...

Nada que un poco de música, una mañana de lectura y un par de grados más en el termostato no vayan a disipar.



Por ejemplo, Tales from Turnpike House, de Saint Etienne.

Por ejemplo, Your stories and your thoughts, de Le Futur Pompiste.

Por ejemplo, Biggest bluest hi-fi, de Camera Obscura.


Y, por ejemplo, Luz de M. John Harrison. (Fascinante... de muchas maneras. Feroz. Estimulante. Inventiva.)

sábado, 24 de diciembre de 2005

mediáticos (y empanados)

La noticia idiota del fin de semana será, parece, el fotomontaje real, esa felicitación navideña en la que los miembros de la Familia por excelencia parecen recortados y pegados (literalmente: con tijera y cola).

Que uno se pregunta... ¿No debería provocar más bien risa...? Y esa duda: ¿es que no hay nadie a mano capaz de hacer un montaje mínimamente decente? ¿Con Photoshop, o algo?

En fin...



Hoy es noche de comilona, por cierto. Familiar. Argh...

Que ustedes lo disfruten...

viernes, 23 de diciembre de 2005

un regalo... felino

Que ustedes lo disfruten...

tradiciones


Repasar la lista de la Lotería de Navidad e ir arrugando, uno a uno, los décimos y las participaciones no agraciados; es decir, todos.

Escuchar en la radio programas-resumen que te descubren un puñado de canciones que no recuerdas haber escuchado y que no sabes ya cómo encontrar... Canciones bonitas, de esas que se te agarran al corazón.

Descubrir que la programación televisiva se descompone, se dispersa, implosiona... y que de repente hay tiempo para disfrutar de todas esas series y películas que no sabías cuándo podrías ver, acumuladas en los montones de pendiente del salón.

Abrir el buzón (físico o digital, tanto da; o ambos) y comprobar, oh, que se te volvió a olvidar felicitar a esa persona que, sin embargo, año tras año insiste en no olvidarse de tí.

Dejar para el último día lo de comprar los regalos obligados. Tan para el último día que... en algún caso, aprovechas las rebajas de enero para hacerlo. (Pero sin planearlo de manera consciente... por accidente, siempre. *cof* *cof* )

Mirar por la ventana de la cocina mientras los cacharros de la noche anterior languidecen en la pila, esperando el agua caliente y el fairy...

Preparar el calendario del año nuevo inminente (de Charles Addams, esta vez, ya les dije): apuntar los días libres previstos, los cumpleaños importantes, esas cosas.

Turrón de chocolate.


Dolor de riñones: demasiado tiempo sentado delante del ordenador, demasiado tiempo sentado entre tebeos, libros, revistas; demasiados días de levantarse algo más tarde de lo acostumbrado.

Comidas y/o cenas con amigos. (Menos, este año... pero las hay; o las habrá.)

Recordarse, demasiado tarde y casi todas las semanas, que no es buena idea pasear por el centro de la ciudad, que no es buena idea entrar en FNAC o Corte Inglés o similares cuando sólo se ven cabezas alrededor, un denso mar de cabezas entusiastas; que no es buena idea llevarse, con la inconsciencia propia de las fechas, la tarjeta de crédito por si acaso...

Cenas y/o comidas familiares. Inevitables, aburridas... la esencia misma de la Navidad.



Regalarles a ustedes con imágenes... inesperadas.

jueves, 22 de diciembre de 2005

alguna lectura

Esta tarde he estado leyendo los dos libros editados por Alfaguara de Sfar: Vampir va al colegio y Vampir y la Sociedad Protectora de Perros. A estas alturas no vamos aquí a descubrir, otra vez, América. Pero quisiera señalar lo agradable que resulta confirmarse en la propia opinión: los niños no son bobos, y no hay que tratarlos como a tales. Y quisiera contar, también, cuánto me ha gustado el trabajo que aquí hace Sfar: gótico y cuidadoso, detallista. Y quisiera, además, preguntar en voz alta por qué no hay más álbumes en el mercado. ¿Se va a tratar así la edición del Henriette de Dupuy y Berberian, con distribución alejada de las librerías de Historieta y una cadencia irregular, en el mejor de los casos?



He leído también Astro, de Javier Olivares, que acaba de editar Factoría K de libros en su colección BDBanda. Un trabajo imaginativo y fresco, de una impecable elegancia formal y con un buen puñado de ideas dentro. (Es una pena que la excelente edición se vea ensombrecida por unas faltas de ortografía imperdonables... y no achacables al autor, de eso estoy seguro; es más, estoy convencido de que a él le molestará la cosa tanto como al que más...)

Y me estoy poniendo al día con Las Gilmore, que ayer terminó la temporada y no he podido ver aún los últimos cuatro o cinco episodios, ay...

postal navideña


La mano en la sombra fue de Miguel Ángel Aísa.

Con mis mejores deseos para todos ustedes, que me leen...

miércoles, 21 de diciembre de 2005

invierno

Empieza hoy, con un día soleado y de cielos azules, una paradoja en la frontera de la Navidad.

Pues vaya...



Esta mañana me he acercado a ver la exposición de Max en el Espacio Sinsentido. Una exposición que no deberían dejar pasar, aprovechando que durará todavía unas semanas... Abarca gran parte de sus carrera, agrupa tanto ilustración como historieta. Los originales, además, están a la venta. Algunos, muy tentadores... (Hay dos que me gustan en especial, y no sé por qué: el que se llama Bardín en el bosque, con aires de John Tenniel, y uno que se titula Flores... Echen un ojo en la web de la editorial y verán qué les digo...)

En la librería en sí, como siempre, buen ambiente: buena gente, amable; mucho material a la vista, mucho tebeo hojeable y tentador...

He picado, claro. Amén de las novedades últimas de la editorial (muy apetecibles: le tenía ganas al de Loustal), de las que ya les iré contando estos días, me he traído a casa un David B, un par de Sfar y lo nuevo editado de Olivares, Astro, en la colección BD Banda, un libro del que habrá que hablar despacio.


Les dejo ahora: tengo cosas por leer...

terror

La duda, la pregunta; la náusea. ¿Qué se le pasa a alguien por la cabeza cuando decide divertirse apaleando a un mendigo, cuando lo empapa de disolvente y le pega fuego sin parar de reir? ¿Qué piensa alguien que hace eso y, enfrentado luego con la realidad, con la policía, con la perspectiva del juicio, la cárcel, se echa a llorar y declara que se le fue la mano?

(Qué expresión: se le fue la mano. Lo que acecha detrás de esa manera de decir...)

martes, 20 de diciembre de 2005

lecturas

Una nota, solamente: compré el último Dolmen ayer y he estado leyendo esta tarde lo que me interesaba. Una entrevista con Ann Nocenti (me gusta mucho esa mujer), una charla con Manel Fontdevila (jugosa y sensata, como es costumbre con él), un buen montón de información y noticias.

No es una cabecera que lea a menudo, pero desde aquí la recomiendo: son gente que conocen bien su trabajo, y se esfuerzan. Y se les nota; tanto el conocimiento como el esfuerzo.


¿Más lecturas? No, hoy no. Luz, ya les dije esta mañana. Dos o tres capítulos, avanzada ya la tarde.


(Vistas las nuevas entregas de Roma, por cierto, me confirmo en lo que ya dije la semana pasada: el exceso por el exceso acaba por cansar. Reconozco, eso sí, que hoy se me ha hecho menos pesada la digestión...)


Una canción para el martes, que se acaba ya: Sensitive, de The field mice.

cosillas de martes

El cielo está de un gris más Dickens que Gibson, y hace un frío que pela.

Primer día de vacaciones: compras varias (vino, por un poner; algo de lechuguita y cerveza y tal...), música suave. Un paseo por el éter. Ahora, en un rato, un poco de lectura y hacer la comida.

Relax.


Ayer, en las tiendas, me hice con un par de Muñoz y Sampayo que aún no había comprado. Y me hice con una nueva joya de Valdemar: Amphigorey además, otra compilación de trabajos del gran Edward Gorey.

(Además, pude hojear el primer tomo de su edición de la narrativa completa de H.P.Lovecraft, otro de esos libros que no puede faltar en nuestras bibliotecas... si es que nos cabe.)


Compré, también, una revista musical británica. Que, de vez en cuando, conviene comprobar cómo se hacen las cosas por ahí fuera... (Y, joder... es que no hay color. Mientras que cosas como nuestro Rockdelux provocan una pereza lectora invencible, este Uncut apetece leerlo enterito.)


Ya les iré contando.


Por ahora, ando leyendo Luz, de M. John Harrison, editado por Bibliópolis, que me está enganchando con fuerza. (Lo alterno, sí, con Chesterton... que no es una combinación del todo aconsejable, pero a mí me vale...)


(Y, antes de que se me olvide, miren de visitar, si pueden, esto de aquí...)


Nada, lo dicho... Igual luego les cuento algo más...

domingo, 18 de diciembre de 2005

!!!!

Se termina el domingo, señores... y yo estoy ya, oficialmente, de vacaciones.



Muy buenas noches...

sábado, 17 de diciembre de 2005

y otra cita...

(No todo el mundo se va de vacaciones, ya ven...)


El jueves próximo, en el Espacio Sinsentido.

una cita



El martes próximo, vayan anotando en sus agendas... A las ocho de la tarde, en la calle Válgame Dios.

viernes, 16 de diciembre de 2005

en negro


Incursión mínima, esta mañana; fructífera: Muñoz y Sampayo, El libro. Editado de manera mediocre por Planeta. Hojeado en casa, despacio, me confirmo en mi primera impresión (esta mañana, de pie en la librería, con un poco de prisa y un mucho de sorpresa y arrebato): es una belleza.

Me confirma en un proyecto al que vengo dando vueltas estos días: releer de seguido, con calma, paladeando, los libros que hay en casa de esta pareja. (Hay un par de ellos, editados ya por Planeta, que no he comprado aún... pero de este lunes no pasa.)

No sé cómo lo verán ustedes... Yo estoy deseando empezar...

una propuesta


Para días reposados.

Aerial. Nuevo trabajo de Kate Bush: múltiple y mágico.

de lujos

En unos días empezaré, si nada se tuerce, un breve paréntesis vacacional, que aprovecharé para leer con tranquilidad, para escribir unas cosas que va haciendo falta avanzar, para limpiar por aquí un poco (que falta va haciendo), para ordenar, para ver series en DVD.


Entre las cosas que tengo intención no de leer en su totalidad, para qué vamos a engañarnos, pero sí de explorar con atención y mimo, destacaría un memorable tomo editado por Monkeybrain Books y firmado por un excelso tarado: Jess Nevins. Se trata de The Encyclopedia of Fantastic Victoriana, una suerte de diccionario agotador dedicado a ordenar y explicar... pues eso, una cierta porción, a menudo olvidada, de la literatura más o menos victoriana, la del género fantástico. El señor Nevins se hizo famoso en el mundillo del éter gracias a las minuciosas anotaciones que elaboró para La Liga de los Extraordinarios Caballeros, recuperadas de la Red por la misma editorial en dos volúmenes: Heroes & Monsters y A Blazing World.



El hombre conoce bien el tema, y derrocha entusiasmo y amor por el género en cada una de las entradas del libro. Servidor tiene, además, debilidad por este tipo de trabajos, por el género y por la época. (O, para ser más específicos, por una cierta visión más o menos idealizada, más o menos falsa, de la época.)

El tomo sobrepasa por poco las mil páginas, y su lectura reporta (estoy seguro) otros mil gozos, si no más. Está ahí, al lado; sobre la mesa. Con el último Chesterton, con el último tomo de Peanuts y las dos primeras entregas de El árbol que da sombra, de Tezuka. Lo hojeo de vez en cuando y me quedo atrapado casi siempre en una u otra entrada...



En unos días, ya digo...

jueves, 15 de diciembre de 2005

no...


Me llega un mensaje ahora mismo, antes de salir a comprar... y parece que no ganaron los que se esperaba que ganaran, los de siempre. Parece que fueron otros los que arrasaron.

Los mismos de los que el mandamás dijo que, si ganaran, no se iba a molestar en recibirlos, que ya podían ir preparándose los abogados correspondientes y tal...



Así que les dejo con una cierta sombra de intriga. (Diría que de esperanza... pero también conozco a estos y no son lo que se dice de fiar... Pero el vuelco anima, qué demonio...)

martes, 13 de diciembre de 2005

pues eso: trece

Tarde de las de órdago. Se vuelve uno a casa con sabor amargo y muchas ganas de romper cosas...

Y mañana será largo, el día. De elecciones sindicales, en el trabajo. Con la confirmación, hoy mismo, de que los peores (los babosos, los trepas, los gusanos más gusanos) coronan sus esfuerzos con abundancia de premios. Los mismos peores que, oh sorpresa, no sólo han sido hasta hoy (o hasta mañana, vamos) representantes de los trabajadores (¡JA!), sino que, en algunos casos, vuelven a presentarse para seguir siéndolo... Ni perros ni collares: una casa de putas.

En fin... Pues eso, que viene uno contento. Y se encuentra con Roma, que... no sé, ¿a nadie le ha parecido premeditada, como minuciosamente a propósito? Sexo, sangre, montaje nervioso y una cierta sensación de atrezzo de baratillo... (No sé, que igual no tenía yo el cuerpo para apreciar las cosas...)

13



Pues eso, tengan cuidado ahí fuera.



Que no todos los fantasmas salen cuando cae la noche, y no todos los duendes son alérgicos al frío ni al sol.







Y, como decía no sé quién, la melancolía no es mala compañera de baile... no se dejen engañar y no hagan caso de los agoreros, ni de los mustios. Disfruten de ella.

lunes, 12 de diciembre de 2005

alguna sorpresa

De mañana, compras varias y una conversación telefónica de las de oh cielos: en la promoción (y hablo del trabajo, ay) se confirman algunas de las previsiones más pesimistas y confirman su condición de jefe los peores, los que han demostrado ya actitudes de desprecio y despotismo, y lo han hecho de manera gratuita (o acaso no, dado el resultado).

Antes de comer, una vuelta por comercios varios: me traigo a casa lo nuevo de Kate Bush (debilidad personal, ya saben: les contaré qué tal), amén de recopilatorios baratos de Los Coyotes y Parálisis Permanente. Abundancia de libros que me gustaría tener aquí, a mi lado... pero ni dinero, ni espacio, claro... (Algo hay que hacer. A ver si estas vacaciones...)

Tertulia animada después. Hablamos de muchas cosas: tebeos y televisión, pero también cine o bares, música, Nápoles, qué sé yo. (No, de gatos pintores no, excepto para hacer alguna risa...)


En casa, después de una cena breve, después de Horatio Kane y demás esforzados forenses, descubro aquí que le han dado un premio a Ángel de la Calle por su Modotti. En Brasil. Merecido premio. Desde aquí, enhorabuena.


Y ya mañana veremos qué más les cuento... que ahora hace sueño.

otros ojos

hay un olor eléctrico, hay una sensación viscosa, otra penumbra azul




y la piel húmeda, la boca cerrada (una mancha roja)

un temblor

domingo, 11 de diciembre de 2005

sheckley

Lo leo aquí: ha muerto Robert Sheckley.

Pude verlo en Gijón, perdido en el río de gente de la Semana Negra. Me lo señaló el amigo Lorenzo, si mal no recuerdo. No hablé con él; casi nunca hablo con los autores. (Un pudor del que me arrepiento siempre... en especial en momentos como este, cuando me entero de su muerte...)

Ha muerto Sheckley, en fin... Es otro de esos clásicos de los que apenas puede encontrarse hoy nada en nuestras librerías. Un tipo que escribía con una sonrisa en los labios, o eso imagina uno cuando lee sus cuentos.

diciembre: guía de lectura (2)

Hace frío hoy...

La mañana ha sido tranquila, con mucha lectura y el sol entrando por la ventana.

La semana se acaba hoy... y ya era hora.


Lecturas, como les decía. Primero, L´homme qui ne volait pas mourir, libro 48 de Spirou et Fantasio. Editado por Dupuis, escrito por Morvan y con imágenes de Munuera. Tenía curiosidad por ver a qué sabe esta nueva etapa en la vida de papel del eterno botones y su compañero, máxime cuando el responsable gráfico es de la tierra. Y, qué quieren... mucho tiene que cambiar la cosa para que yo vuelva a picar...

El álbum (es ya el segundo de los nuevos responsables) peca de precipitación en su desarrollo. Hay, también, un esquematismo quizá excesivo en el planteamiento del argumento y en el tratamiento de los personajes. Y hay, además, una puesta en página que abusa de los planos generales, de los cenitales, de las angulaciones forzadas, de los panorámicos. Una puesta en la que se resuelve una persecución (una de las muchas que hay en el libro) en planos generales. Una puesta en la que la línea de Munuera tiene aciertos, pero también resulta, a veces, muy poco expresiva.

No sé... Para mí ha sido una decepción. No me gusta el color, ni me gusta el aspecto general de las páginas. No me gusta que el argumento, la peripecia, se resuelva en un puñadito de páginas y de cualquier manera, mientras el resto se dedica a unas persecuciones que se pretenden frenéticas y acaban por aburrir.

No me gusta. Y bien que lo siento... pero no.


¿Más lecturas? Bueno, sí, he terminado de ponerme al día con 20th Century Boys. Justo a tiempo para enterarme de que en Japón acaba de publicarse el libro vigésimo... y aún no han acabado. La cosa va para largo, parece...


Y he leído un especial de Tomorrow Stories en el que Kevin Nowlan demuestra que, incluso con el automático, es capaz de entregar un trabajo excelente. Hay, además, un bonito epitafio para Will Eisner firmado por Moore, Veitch y Klein, ya saben, los conjurados responsables de las aventuras de Greyshirt.


Y, ya que hablamos de Eisner, comentarles que el número 6 de Comic Book Artist es un grueso especial de homenaje al creador de Spirit. Abundancia de textos diversos (no lo he leído aún). Abundancia, también, de colaboraciones gráficas, de lo excepcional (Darwyn Cooke) a lo patético (casi todo lo demás).


Sin abandonar el apartado de lecturas, ayer descubrí, para mi gozo, que hay un nuevo Chesterton editado por Acantilado. Se trata de Correr tras el propio sombrero (y otros ensayos), supera las 600 páginas y en él se habla, claro, de lo divino y de lo humano, con énfasis en lo último. (A destacar apartados como Escribir mal, en el que se defiende la novela de quiosco, Defensa de las novelas de detectives o Defensa del absurdo.)



¿Más?

En efecto: Rick Geary, con ayuda de Mike Richardson en el guión, entrega uno de sus documentados trabajos en torno, esta vez, a la enigmática figura de Arthur Cravan, que fue boxeador y activista dadá, desertor, estafador, fanfarrón... y que pudo ser, tras su misteriosa desaparición, B. Traven, enigmático autor de El tesoro de Sierra Madre. El libro está editado con primor por Dark Horse, y por sus páginas desfilan personajes como Picabia y Trotski, Duchamp o Mina Loy. ¿El título? Cravan, claro.


Poco más les cuento, por ahora. La tarde va avanzando despacito... Apetece, no sé... no hacer nada, ¿verdad?

viernes, 9 de diciembre de 2005

¿la exposición del año?



(Atención a las fechas: inauguración, el martes próximo, día 13 de diciembre; y hasta el 19 de enero. Luego no vengan a decirme que no tuvieron tiempo de acercarse y eso...)

jueves, 8 de diciembre de 2005

diciembre: guía de lectura (1)

El día está siendo relajado y perezoso. Lectura, fundamentalmente. (Que ya iba siendo hora: llevo, entre unas cosas y otras, casi un mes deseando poder rodearme de cosas pendientes de leer y dedicarles un buen puñado de horas, sin nada más en lo que pensar...)


Lo que se me ha ido acumulando, claro, da para mucho tiempo, así que voy despacio.


Les adelanto títulos e impresiones a vuelapluma. (Como a mí me gusta, ya saben: darles pistas y luego ustedes deciden...)

Japón (visto por 17 autores), editado por Ponent Mon, ha supuesto una sorpresa agradable. Porque este tipo de proyectos suelen dar, por definición, una de cal y una de arena, en el mejor de los casos, y sin embargo sólo he encontrado un par de colaboraciones por debajo de lo digno en el libro. Es más: me he tropezado con algunos nombres que me han provocado una muy buena impresión; por ejemplo, Aurélia Aurita; por ejemplo, Étienne Davodeau. Del resto, destacaría a De Crécy y Guibert, a Sfar y a Boilet, a Takahama y a Taniguchi.


Little Star #5 y Paris #1, dos títulos firmados por Andi Watson (cuya página les dejo aquí enlazada: encontrarán en ella información, imágenes y su blog personal). En el segundo de ellos cuenta con la colaboración del dibujante Simon Gane. Qué les puedo contar... ya saben de mi entusiasmo al respecto de la obra de este señor, del que por aquí se han publicado pocas, muy pocas cosas. Con el paso del tiempo, ese entusiasmo mío no decrece: todo lo contrario.

Del Daredevil de Bendis y Maleev he hablado ya en otras ocasiones, y para bien.

Y la primera entrega de Superman All-Star, a cargo de Morrison y Quitely, no decepciona.


(Como no decepciona Pandora en el Congo, por cierto.)


Más adelante les seguiré manteniendo al tanto de mis lecturas. Aguardan cosas jugosas ahí, al alcance de la mano... (Y, con suerte, me esperan unos días libres cuando avance más el mes...)

Les dejo ahora...

gatos


Mi amiga M comparte su casa con una gata mimosa, todavía muy joven. Contra su condición gatuna, no sabe estar sin nadie alrededor. Suele trepar a los hombros de mi amiga para, desde ahí, contemplar el mundo y comentar sus impresiones mediante breves, dulces ronroneos. Le gusta lamer charquitos de leche de la encimera de la cocina, y le gusta mirar el tráfico aéreo desde la terraza: M vive en un séptimo piso, y desde su casa se puede ver el aeropuerto de Barajas.


Hoy hace sol y hace frío: imagino que la gata dormitará en las manchas de luz dorada que la mañana dibuja en el suelo del salón.