Larga mañana de sol. Un prolongado paseo por medio Madriz (en su mitad bonita, eso sí) que se ha sustanciado en un número de teléfono y unos impresos para rellenar: cosas de papeleos, en fin; de esos de nunca acabar. Después, albricias, una comida agradable y relajada, sabrosa, la vuelta a casa, la penumbra fresca de la tarde en el salón y un rato de lectura.
Y he leído El monte de las ánimas, que adapta el relato de Bécquer: guión e imágenes de un David Rubín que se mueve como pez en el agua y derrocha en sus páginas atmósfera y brío. Y he leído también, y qué sorpresa, El médico a palos, que adapta a Molière. Qué sorpresa, digo, porque el trabajo de Enrique Lorenzo es asombroso, fresco y ágil, el más nuevo y el más clásico al tiempo. Buscaré ahora su adaptación de El lazarillo de Tormes, que también publicó SM en la anterior tanda de la colección y que dejé pasar por puro despiste, o por pura pereza, no sé bien.
¿Más? No, por ahora no... Ya luego, si eso...
¿Más? No, por ahora no... Ya luego, si eso...
4 comentarios:
enrique lorenzo es un crack.
le tengo una envidia infinita.
de sana,nada.
me sumo a lo de la envidia a enrique lorenzo
aunque he de hacerme con estos tebeos ya de ya
Lorenzo me sorprendió, que plasticidad y vaya adaptación, una de las mejores de las dos tandas de SM.
Rubín, me decepcionó, y mira que me jode decirlo, porque es un tío que me encanta, tiene una fuerza alucinante, y cuando se suelta, hace unas páginas de la leche…El comienzo de El Monte de las Ánimas es brillante, la manera que tiene de romper el cuadro de las viñetas con dibujos que además sirven de conectores es marca de la casa, pero poco a poco la narración se va volviendo aburrida precisamente porque se va adentrando en un terreno más convencional, y ahí, Rubín no se maneja tan bien. Creo que Rubín tiene mucho más potencial de lo que ha dejado ver en este álbum.
Demasiada conversación resuelta en primeros planos... casi da la sensación de que iba con prisa...
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