Lo difícil es atrapar el momento, retratarlo tal cual y que no parezca aislado, congelado, muerto: que fluya, que respire y palpite. Y Bastien Vivès lo hace como nadie. Lo hizo ya en El gusto del cloro y vuelve a hacerlo en las páginas de En mis ojos, que no me canso de leer una y otra vez: como esa canción que es como una revelación y que no deja uno de escuchar.
En mis ojos vuelve al terreno frágil y pantanoso del enamoramiento como tema, y juega a un juego arriesgado utilizando un punto de vista subjetivo: la mirada del lector, testigo mudo a la vez que protagonista de la historia. Sentimos la fascinación y el deseo, contemplamos a esa muchacha que nos mira, que sonríe, que acerca sus labios a nosotros... y casi cerramos los ojos cuando la viñeta se oscurece, casi abrimos la boca esperando el beso. Es un juego difícil que necesita la complicidad del lector: si algo falla, si no hay conexión, todo puede quedar en un puro ejercicio de buen hacer, de puro oficio (y a Vivès, por joven que sea, el oficio le sobra). Pero si hay conexión, si nos dejamos llevar y entramos... la experiencia es deslumbrante.
Lo difícil, claro, es explicarlo. Me escribía un amigo al respecto "¿cómo puedes hablar de la gracia?", y tenía razón. Porque está la técnica, claro: la manera de secuenciar, esa capacidad de dibujar cada gesto y hacerlo fresco, creíble... pero la técnica es eso, oficio, un instrumento. Lo otro es lo que no sé yo contar, explicar. Eso otro: la gracia, a lo mejor. O qué sé yo.
En mis ojos vuelve al terreno frágil y pantanoso del enamoramiento como tema, y juega a un juego arriesgado utilizando un punto de vista subjetivo: la mirada del lector, testigo mudo a la vez que protagonista de la historia. Sentimos la fascinación y el deseo, contemplamos a esa muchacha que nos mira, que sonríe, que acerca sus labios a nosotros... y casi cerramos los ojos cuando la viñeta se oscurece, casi abrimos la boca esperando el beso. Es un juego difícil que necesita la complicidad del lector: si algo falla, si no hay conexión, todo puede quedar en un puro ejercicio de buen hacer, de puro oficio (y a Vivès, por joven que sea, el oficio le sobra). Pero si hay conexión, si nos dejamos llevar y entramos... la experiencia es deslumbrante.
Lo difícil, claro, es explicarlo. Me escribía un amigo al respecto "¿cómo puedes hablar de la gracia?", y tenía razón. Porque está la técnica, claro: la manera de secuenciar, esa capacidad de dibujar cada gesto y hacerlo fresco, creíble... pero la técnica es eso, oficio, un instrumento. Lo otro es lo que no sé yo contar, explicar. Eso otro: la gracia, a lo mejor. O qué sé yo.
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