martes, 16 de agosto de 2011

jmj

Esta mañana, caminando por la Gran Vía y por el Paseo del Prado, la sensación era muy extraña: todos esos jovencitos casi uniformados, moviéndose casi en formación, cantando jovialmente, dando palmas, paseando sus banderas (las putas banderas: ¿a qué viene tanta bandera, por qué hay que agitarlas al viento cada vez que salimos de casa?).

Luego, en el trabajo, todo se reduce a la pura fiesta: turbas que van y vienen, cantan, gritan, silban, jalean, se sientan en cualquier parte, sacan el bocadillo... Turismo cultural, creo que lo llaman. La gente que compra su entrada y le cuesta un triunfo poder acceder al museo, y descubre que para qué, si es imposible ver nada, si todo es como un enorme y grotesco campamento scout... sin Miércoles para poner orden.

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