martes, 18 de julio de 2006

celia

He leído un post de los que dejan poso amargo. En un sitio amigo. Me ha hecho recordar a C, con la que trabajé un tiempo, apenas unos meses. Ella era, es, pequeña y delgada, de aspecto frágil y gesto decidido. Cuando empezó a trabajar tenía gracia vernos: yo no soy especialmente hablador, y ella tampoco, de manera que se oían los grillos a nuestro alrededor. Ella escribía cartas en francés a sus amigas y yo ni sé lo que hacía: leer, a lo mejor. Mirar a la gente.

Con el tiempo, descubrí que daba gusto estar con ella. Que no se echaba atrás ante nada: si había que ir a una sala del museo a traducir a algún turista energúmeno y procurar que entendiera que la puerta estaba donde estaba y que esos señores fornidos estaban allí para acompañarle, allá que iba sin pestañear; si había que aguantar la bronca de alguien indignado por, qué sé yo, porque la señalética no estaba en galego, o en italiano (o en inglés, en fin), pues ahí estaba ella, con su sonrisa dulce y su mirada de perpetua sorpresa. Y sin echarse atrás por nada ni ante nada.

Dejé de estar en ese puesto y la perdí de vista. Con el tiempo, descubrí que estaba de baja. Había tenido algún tipo de ataque extraño que la había paralizado de cuello para abajo. Luego, al cabo de unos meses, volvió a trabajar. Se había cortado el pelo y le sentaba muy bien: le daba aire de chaval, de golfillo. Trabajó, no sé... quizá dos, tres meses. Y volvió a darse de baja: había perdido el control de alguna de sus extremidades.

Hoy, después de casi un año de no verla, sus compañeras me cuentan de vez en cuando. La visitan, hablan con ella por teléfono. No camina por sí sola, o no todos los días. Sigue sin estar claro qué le pasa, qué le ocurrió. El otro día, una de ellas me lo decía en voz baja: esclerosis; pero me decía que tampoco había pronunciado nadie esa palabra, ni siquiera C; que era algo que se daba por sentado y ya.

Es muy joven, habla un curioso francés nasal y un inglés con acento afrancesado, solía escribir cartas largas a sus amigas y no tuvo problema en trabajar en dos sitios a la vez a pesar de que iba estando cansada, antes de.

No sé, me he acordado de ella hoy, después de leer a la vecina. Me gustaría pensar que va a mejorar.

Seguro que sí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me sumo a sus deseos, esto hace que cualquier problema se quede pequeño.Procurare no quejarme y mirar adelante.

fcnaranjo dijo...

En cualquier caso, ni se te ocurra mirar hacia atrás. Excepto para recordar los momentos buenos...