sábado, 15 de julio de 2006

tierra


Terminé de leer ya Brooklyn Follies, de Paul Auster.

Me ha gustado, a pesar de que tenía cierta reticencia. Ya les he contado alguna vez que Auster fue uno de esos descubrimientos que lo secuestran a uno durante unos meses y le impiden leer a cualquier otro autor... Un descubrimiento curioso, porque lo hice a través de la adaptación a la Historieta que Mazzuchelli y Karasik hicieron de su Ciudad de cristal en 1994 (hay edición reciente en Anagrama). El tebeo me fascinó, y me llevó a las novelas. Y leí unas cuantas del tirón. Y leí algunos de sus poemas. Y fui espectador devoto de Smoke y Blue in the face.

Luego me cansé. Me pareció que sus mundos eran demasiado cerrados, que sus libros empezaban a ser en exceso repetitivos. Quizá la culpa era mía: uno no llega a un autor y lo toma al asalto de esa manera sin correr el riesgo de atragantarse, de indigestarse, de desarrollar una imparable alergia.

(Por otra parte, ese asedio sin cuartel es muy mío, y lo he repetido ya con varios escritores que me deslumbran en un primer encuentro: Haruki Murakami, Pilar Pedraza, el historietista Sfar últimamente... No siempre acabo aborreciendo al asediado, eso sí.)

De Brooklyn Follies había leído buenas críticas. En todas se señalaba la ligereza que Auster había sabido dar a esta nueva novela, en todas se dejaba entrever que el autor se había librado del lastre de sus trabajos anteriores. Había leído comentarios casuales en diferentes sitios, había surgido en más de una conversación. Y siempre se apuntaba en la misma dirección.

Lo he leído esta semana, ya les dije. Y me ha gustado. He vuelto a disfrutar de su prosa, de sus personajes, de las situaciones y los ambientes. Me ha gustado porque, sin abandonar determinadas constantes (la casualidad como motor, por ejemplo), parece haberse enfrentado a su escritura con un estado de ánimo diferente, alejado de su habitual solemnidad. Hay una frescura y un optimismo contagiosos en sus páginas. Hay un derroche de ironía y de ternura, hay un afán por describir (no sé si por buscar) la felicidad, o una manera de entenderla.

Y hay un puñado de personajes creíbles y cercanos, desarrollados con una calidez y un cariño que hasta ahora no le había conocido al Auster escritor, excepto, quizá, en los guiones de Smoke y Blue in the face... Sí, yo diría que esas dos películas dirigidas por Wayne Wang prefiguraban ya el universo humano y optimista de Brooklyn Follies.

Hay quien reprochará a la novela que se pone un énfasis excesivo en que las historias de todos los diferentes personajes (y son muchos) se cierren, y que lo hagan, en la medida de lo posible, con un final aceptablemente feliz. Hay quien señalará con el dedo los comentarios en contra de Bush y su política, y hay quien incluso pondrá en solfa la referencia al atentado a las Torres Gemelas. Yo no. A mí, todo eso también me gusta, y me parece que forma parte del entramado lógico de la novela, y que ayuda a definir a los personajes.

He terminado de leer, esta mañana, Brooklyn Follies. Y la he disfrutado mucho. Eso quería contarles...


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Y yo que me alegro que te haya gustado, comparto tu opinión.

Yo con Auster tuve un momento de inspiración que me evitó hacer lo que hiciste tú. Me regalaron o me compré toda su obra, ya había visto las películas (y después vi también Lulu on the bridge), tenía el cómic... todo. Y tenía ansiedad por leer todo, y leí la trilogía, y la Invención de la Soledad, y Leviatán... y me paré. Desde entonces lo dosifico. No me resisto a leer su libro anual, pero todavía me faltan algunos de los anteriores, poquito a poco, nada de cansarse...

nacho dijo...

Habrá que leerlo... saludos desde el noroeste de México.

fcnaranjo dijo...

Fansawe:

Yo, después del empacho, no pude con más... o no me atreví con más. Llevaba tiempo dudando si volver a intentarlo: ha publicado varios libros desde entonces, cuatro o cinco al menos. Pero no me decidí hasta ahora.

Una vez reconciliado con él, imagino que iré recuperando los no leídos.

Pero sí, dices bien: despacito y con tiempo entre uno y otro...

(Bienvenido, por cierto.)

Y bienvenido también, Nacho. Toda una sorpresa, tu blog... y toda una sorpresa, también, la revista Narrativas. Colgaré el enlace hoy, para que la gente la descargue y la hojee...

Un saludo. (A mí me llegó hace unos días un correo con invitación para la ronda de diez olores... a ver si me pongo...)

Anónimo dijo...

Ayer escribí un comentario que dejé a medias con el encargo a los niños de que no lo borraran, ya puedes imaginar qué pasó al final.
Nada... solo decir que comparto tu crítica, que me ha encantado el optimismo, los personajes, las críticas a Bush y todo todito. Que he cogido carrerilla y empiezo poco a poco a leer sus novelas, aunque las leídas hasta ahora no me han enganchado tanto como Brooklyn.
Hasta se suscitó la teoría de que la novia del protagonista (a su vez madre de la "madre perfecta", perdona pero es que olvido enseguida nombres y episodios) moría en lo de las torres gemelas, así que busqué nuevamente por toda la novela a ver si ponía que trabajaba allí, pero no... el final era feliz.

fcnaranjo dijo...

Feliz, sí. Con la sombra de las torres, y esa lluvia de ceniza de la que se habla en un momento... eso me puso los pelos de punta: el punto de justo de amargura para hacer que el final feliz sea lo sea aún más.

thalatta, ¿has probado con El cuaderno rojo? Recuerdo que a mí me gustó mucho. Es muy breve, se lee enseguida.

Mar dijo...

Acabo de terminar "Tombuctú", ayer tenía un par de horitas libres y lo acabé, ha sido muy entrañable, cada vez me gusta más esa búsqueda de la felicidad en lo amargo (al principio pensé que me iba a jartar de llorar y no...)
Seguiré tu consejo :)