lunes, 31 de diciembre de 2007
azufre
No sorprende escuchar a las jerarquías eclesiales discursos sobre las trompetas del juicio final y la inminencia del apocalipsis ante cualquier avance de la sociedad civil. Así ha sido siempre y está en su naturaleza. Su empeño en erigirse en guardianes de una moral que se empeñan en declarar única y emanada de Dios (su dios, que también consideran único) es comprensible; no lo es tanto su insistencia fanática en aplicar a los demás esa moral, ni su fervor a la hora de condenarnos al infierno y señalarnos como heraldos de todo lo malo por venir.
Sí sorprende (o me sorprende a mí, que a lo mejor peco de ingenuo, a mis años) escucharles declarar que la legislación actual, con temas como la interrupción voluntaria del embarazo, el divorcio, la Educación para la Ciudadanía... puede acabar con la democracia, va contra la Constitución y hasta contra la Declaración de los Derechos Humanos. Y sorprende, o a mí me sorprende, cuando uno recuerda las imágenes del dictador bajo palco, acompañado de la jerarquía católica; el mismo dictador del que tan buen recuerdo insisten en tener y reivindicar determinados políticos de hoy (Fraga, Mayor Oreja...). Sorprende cuando se siguen oficiando misas por su memoria (la del dictador, digo).
(Y no, no voy a hablar de homosexualidad, pederastia, cardenales bocazas y esos muchachitos lascivos que, según parece, es que van provocando... Es demasiado fácil.)
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2 comentarios:
dura realidad
pero bueno
sembrando de esta manera ,luego recogeran
o no
ja ja yo en el fondo prefiero que vayan en este plan
que poquito les queda
ultimas pataletas
jali
Eso es optimismo, amigo. Brindo por usted.
Feliz año!
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