Que vienen a ser como las diurnas, pero escritas sin antifaz. A saber.
Me declaro en una permanente espera, siento que se avecina un cambio. O puede que más de uno. Despacio, como al acecho. En el trabajo, según hoy he escuchado, las cosas enfilan hacia una putada que a nadie va a sorprender, pero que no por ello deja de serlo; una putada, digo. De las grandes. (Queda romperles las piernas a los responsables; o, al menos, a los colaboradores necesarios. No descartemos nada.)
Y luego está lo que se aplica a la vida cotidiana, a la esfera de proyectos y ambiciones. O de cosas que uno quisiera. La inminencia, eso que uno espera y no sabe cuándo o si en el fondo. Cosas que se pusieron en marcha en su momento, y que siguen su curso, es de suponer. Un curso que acabará por desbaratarlo todo y poner nuevo orden, nuevas preferencias, en la vida propia, en el día a día. Y esa otra inminencia: cosas que se ponen en marcha por su cuenta, un poco a espaldas de uno mismo, pero que irán teniendo su importancia. Lo que no quita para que, les confieso, cada día llegue a casa más y más cansado. Y no sé si es cosa del trabajo, de la edad o del invierno, que se agota en sí mismo y acaba soleado y apacible, como los cruceros de la tele.
Y, en el metro, lectura: la biografía de Schulz que firma David Michaelis. El momento en que el joven protagonista, futuro autor de Peanuts, asiste a una exposición de originales de tiras diarias. Algo que supone para él una revelación, y que le lleva a romper todos sus anteriores dibujos para empezar de cero. Y lo leo cuando voy hacia el trabajo, y su lectura pone en marcha algo en mi cabeza, confirma proyectos que no acababa de saber cómo cuajar, cómo abordar. (Y me sorprende, además: lo biográfico me aburre, casi siempre, pero Michaelis escribe tan bien... que me anima a plantearme que, una vez acabe con su libro, y tras el descanso preceptivo, me atreveré con la biografía de Caniff que firma R.C.Harvey. Que parece jugosa y lleva un par de meses acumulando polvo en mi casa.)
Me declaro en una permanente espera, siento que se avecina un cambio. O puede que más de uno. Despacio, como al acecho. En el trabajo, según hoy he escuchado, las cosas enfilan hacia una putada que a nadie va a sorprender, pero que no por ello deja de serlo; una putada, digo. De las grandes. (Queda romperles las piernas a los responsables; o, al menos, a los colaboradores necesarios. No descartemos nada.)
Y luego está lo que se aplica a la vida cotidiana, a la esfera de proyectos y ambiciones. O de cosas que uno quisiera. La inminencia, eso que uno espera y no sabe cuándo o si en el fondo. Cosas que se pusieron en marcha en su momento, y que siguen su curso, es de suponer. Un curso que acabará por desbaratarlo todo y poner nuevo orden, nuevas preferencias, en la vida propia, en el día a día. Y esa otra inminencia: cosas que se ponen en marcha por su cuenta, un poco a espaldas de uno mismo, pero que irán teniendo su importancia. Lo que no quita para que, les confieso, cada día llegue a casa más y más cansado. Y no sé si es cosa del trabajo, de la edad o del invierno, que se agota en sí mismo y acaba soleado y apacible, como los cruceros de la tele.
Y, en el metro, lectura: la biografía de Schulz que firma David Michaelis. El momento en que el joven protagonista, futuro autor de Peanuts, asiste a una exposición de originales de tiras diarias. Algo que supone para él una revelación, y que le lleva a romper todos sus anteriores dibujos para empezar de cero. Y lo leo cuando voy hacia el trabajo, y su lectura pone en marcha algo en mi cabeza, confirma proyectos que no acababa de saber cómo cuajar, cómo abordar. (Y me sorprende, además: lo biográfico me aburre, casi siempre, pero Michaelis escribe tan bien... que me anima a plantearme que, una vez acabe con su libro, y tras el descanso preceptivo, me atreveré con la biografía de Caniff que firma R.C.Harvey. Que parece jugosa y lleva un par de meses acumulando polvo en mi casa.)
2 comentarios:
La de Caniff por Harvey pesa demasiado para llevarla en la metro!
Qué me va usted a contar... (que la de Schulz anda a la par...)
Pero merece la pena el esguince.
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