Los días pasados se me complicaron un poco (reuniones por las mañanas, festivos trabajados...), así que no me dio tiempo a contarles en su momento que leí algunas cosas que podrían interesarles. O no, pero que a mí sí me interesaron, por una u otra razón.
Les cuento.
El nuevo libro de Sascha Hommer me intrigaba, porque su Insekt (publicados ambos por Sinsentido) me sorprendió y me gustó. Cuatro ojos es una historia de adolescencia y droga narrada con un desapego pulcro, casi antropológico. Demasiado distante para mi gusto, pero técnicamente irreprochable.
Por contra, del nuevo libro de Aude Picault esperaba mucho y no me ha decepcionado. Travesía vuelve a tener a la misma muñequita que hacía chistes sobre la dictadura de la tanga en las dos entregas de Rollos míos, trasunto de la propia autora, pero en esta ocasión la historia que se enhebra tiene más recorrido, aunque no brille por su originalidad: la crisis personal, el estrés de la vida cotidiana, la alienación y esas cosas... y el autodescubrimiento, la aventura personal, esa fascinación un poco papanatas por la vida vagabunda de unos marineros tan encajados en el cliché que casi parecen sacados de un anuncio de colonia masculina... Pero es que, más allá de filosofías de la señorita Pepis, la Picault demuestra su buen pulso para el apunte de costumbres y de tipos, y se sobra con un trabajo gráfico espectacular, expresivo, muy bello en algunos tramos.
Leí también El carro de hierro, de Jason. Y me gustó, si bien es cierto que no está a la altura de sus títulos posteriores. Me gustó porque el autor sabe imponer su propia personalidad, su voz, a la adaptación de una novela policial clásica de su tierra, si bien se ve que todavía está probando recursos y cómo no ha madurado todavía su estilo, tan sintético luego, tan reconocible.
Y leí la tercera entrega de Rosalie Blum, de Camille Jourdy. Este título fue para mí una completa sorpresa. Cuando leí el primer libro disfruté el gusto por el detalle, la narración reposada, la caracterización de los personajes principales. El segundo libro fue una sorpresa doble, porque de pronto el hilo de la narración se desdobla y la historia se desarrolla por caminos inesperados, con una colección de nuevos personajes no por grotescos menos entrañables. Esta tercera entrega cierra bien, transita con gracia los terrenos de la comedia romántica y remata con un final esperado, quizá, pero redondo. Rosalie Blum es uno de esos títulos que uno escogería para regalar a gente que no suele leer tebeos, ya saben: lo del proselitismo y eso.
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