Un poco al hilo de lo anterior... o casi: el amigo Absence, sabio y sibarita de la imaginación, ha clavado en pocas palabras algo que a los demás nos cuesta mucho explicar, pero que está en el corazón mismo de nuestra manera de entender no ya el mundo real (que importa un poco menos), sino el vasto mundo de la ficción más efervescente.
Cito (y aplaudo):
Hay una escena en Konga que me parece quintaesencial para entender el cine de derribo. El Dr. Decker inyecta su suero de crecimiento en el chimpancé que le sirve de conejillo de Indias y éste se convierte en un gorila, o, siendo riguroso, en un actor con disfraz de gorila. La escena es clave para afrontar el disfrute del filme sin complejos. Uno puede reírse con la inaudita transformación (cosa lógica) o puede considerar que es prueba irrefutable de que la película es una mierda y despeñarse, entonces, por el abismo de los tristes y los faltos de imaginación. Craso error esa segunda vía. Que un chimpancé se transforme en un tipo con traje de gorila es un concepto mágico que muestra cómo la serie bé no tiene ni complejos ni vergüenza y que a la imaginación lo que hay que echarle es cojones.
2 comentarios:
Jo, Francisco, me lees tan atento y con tan buenos ojos que sólo puedo decir gracias.
No se merecen, amigo. Lo que es, es...
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