clavos

Partamos de una base, y es que me gusta lo que hace Larcenet en general y me gusta Los combates cotidianos en particular, incluída esta última entrega que acaba de llegar a las librerías. Y me gusta mucho. Maticemos, sin embargo: en esta ocasión sí hay una excesiva presencia del sermoneo; no me molesta que me sermoneen si lo hacen con gracia, con chispa, pero me llama la atención lo articulados y reflexivos que son determinados personajes y cómo parece que vayan apareciendo, por riguroso orden, los diferentes problemas y acontecimientos de la política francesa más reciente. No me molesta, insisto, pero aquí sí se nota y es posible que en otros provoque rechazo. Más allá del matiz, hay que decir que Larcenet está magnífico como dibujante (con ayuda de Patrice Larcenet en el color), minimalista y expresivo, atento a la gestualidad de los personajes, inventivo con la luz y con la mancha. Hay que decir también que es un excelente historietista (un narrador, ya saben), y aquí lo demuestra con generosidad.

Hay algo que hace que este Clavar clavos me guste de una manera especial: las escenas que comparten el protagonista y su niña, resueltas con frescura, con ternura, naturalistas y creíbles. Sólo por esas secuencias podría considerarse el álbum el mejor de los cuatro. (Y mira que me toca las narices esa alabanza de aldea tan francesa, esa especie de obsesión que tienen por allá con el tema del patio y el jardín, merendar descalzos y pasear por el bosque... pero de la mano de la niña, la cosa cambia, no sé.)

No sé si esta entrega será la última de la serie; lo parece. Serían sus últimas páginas un buen final, tal y como yo lo veo.