Al final, a pesar del sueño, me acosté tarde. Resultado: querer morirme cuando el despertador ha sonado esta mañana. Ducha, afeitarse, desayuno, rellenar la mochila con la intendencia del día... y desfilar para el metro. Una vez dentro del vagón... ¡sorpresa! La camiseta de andar por casa. La más mugrienta.
Que viene a ser como salir a la calle en pijama.
Magnífico.
¿Más? Reseñable, apenas nada. Sí, en clase bien: cuatro jovencitas, la profesora y yo, ¿puedo quejarme? Yo creo que no... Después, breve incursión literaria. Tengo en mi poder una cosa de Joyce Carol Oates. (No, no pregunten. El primer amor. Un cuento gótico. Con ese subtítulo, no pude resistirme...) La edición de bolsillo, de Quinteto, es muy barata... y muy mala: papel transparente; las ilustraciones (sí, tiene ilustraciones... No pregunten, insisto), quemadas.
(Juro que hay gente con criterio que me ha recomendado a esta mujer... y me pica la curiosidad de un tiempo a esta parte. Ya contaré por acá...)
Tras el trabajo, reunión, ya dije anoche. Convenio colectivo, problemas de negociación... Complicado tema. Complicada situación. Y momento decisivo, también: como decían en los mapas antiguos, más allá hay dragones... (o algo por el estilo).
Y uno llega a casa un poco roto...