No hay nada peor que una tarde de domingo. Hay como una pereza amontonada en los rincones del cuerpo, un no querer hacer nada, ni un poquito. Cero. Ya habrá tiempo.
Y hay una sensación, y esto es lo peor, de estar perdiéndolo. (El tiempo.)
Y hay unas películas perfectamente horrorosas en la televisión.
Mientras tanto, mientras uno mira, aburrido, desde el sillón, duda si aumentar la intensidad del ventilador, se plantea la posibilidad de levantarse a abrir una cerveza fría... sobre la mesa, un montón de libros parecen a punto de desmoronarse, esperando ser leídos.
Pereza, pereza...
(De las cosas por hacer, de los encargos, las fechas de entrega, de todo eso... prohibido hablar. Hoy, al menos.)
Y el calor, que no se va.