Uno empieza a ser consciente de que el tiempo pasa cuando se descubre a sí mismo preocupado por la salud de sus electrodomésticos...
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Por otro lado, inauguro el lunes con la noticia de que Superman, el de verdad, el que vimos en las pantallas de cine, el que sí podía volar... ha muerto, después de muchos años de luchar contra lo imposible.
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Decía no hace mucho que cada verano se nos quedan por hacer un buen puñado de cosas. A mí, entre otras, no me dieron los días de este que ya se terminó para volver a las calles que recorría de niño de camino al colegio. Durante cosa de un mes pasé cada mañana muy cerca de ellas, para llegar al único kiosco abierto cerca de casa en agosto. Y pensé cada día en desviarme por ellas, ver cómo habían cambiado. Llegar, por qué no, al mismo colegio, al otro lado de un parque que entonces era un mero descampado en el que se amontonaban los escombros.
No pudo ser. Demasiadas cosas. Demasiada pereza.
Otro año.
(Como siempre... ya habrá tiempo otro año...)
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No lo he dicho: el cielo está gris, hace frío. Octubre se ha vestido, definitivamente, de octubre.