domingo, 31 de octubre de 2004
halloween... y más
Una portada sugerente, desde mi punto de vista. Y un libro, también, satisfactorio. Porque tiene un guión elaborado y resuelto con gracia, en el que no faltan los momentos enigmáticos y los personajes con aire de tener un pasado misterioso y una lengua más venenosa que la serpiente coral. Porque toca temas y escenarios evocadores. Porque se lee en un suspiro, y en ningún momento se tiene claro hacia dónde lleva la narración.
Porque Durán domina ya sus armas, parece seguro de sí mismo y de su talento. Y sabe lo que quiere contar.
A pesar de que, con el color, no ha acertado. (Distrae... y desmerece. Trabaja contra ese dibujo roto, tan característico; dinamita el trazo.)
En mi opinión, el color debería ser plano. Si es que hiciera falta... (que tampoco: las historias de Luis Durán, me parece, lucen más en blanco y negro. Pero es una opinión, claro...)
Y si el papel hubiera sido mate... algo habría ganado el resultado, me parece...
Un álbum, en cualquier caso, que he disfrutado. Y mucho. A pesar de todo: no es decir poco.
(Ah, sí... Edita Astiberri. Que tira la casa por la ventana... Uno se pregunta qué va a pasar ahí en unos meses...)
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Por la mañana, hoy, conversación bizarra. O así.
Ella nació en Puerto Rico, vivió un tiempo en los USA y trabaja ahora por acá, mientras intenta encontrar mejores sueldos o aprobar unas oposiciones fantasmales para restauradora. Morena, alta, desgarbada. Ojos verdes, pequeños. Un acento suave, suave, suave...
Y me cuenta que le encanta Calvin y Hobbes. (Miramos la sunday que trae hoy El País.) Y se descuelga, de repente, con que, en realidad (aquí viene el código: agárrense), el padre de Calvin es la Empresa (el syndicate, en este caso), y el propio Calvin viene a ser trasunto de Watterson. En lucha contra las presiones mercantilistas.
De fuera vendrán, señor Champolion...
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Y, para no dejar ni El País ni a Durán... el chiste de hoy es, más bien, chirriante.
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Para terminar, lecturas: Uzumaki; vaya, se deja leer. Queda una cierta intriga, pero nada que haga perder el sueño. Otra cosa es 20 Century Boys; un trabajo brillante que engancha a las pocas páginas. Lástima de reproducción, por cierto: ¿Cuándo aprenderán en Planeta a hacer las cosas bien? (Como si les importara lo más mínimo...)
García Márquez, brillante. Como casi siempre.
Empecé El buque fantasma, de Trapiello, esta mañana. De momento, se lee con gusto. Que no es poco.