domingo, 27 de marzo de 2005

Resurrecto, pero cansado...

Que el sol sigue brillando ahí arriba, pero no deja de soplar un vientecillo impertinente y más bien frío, y además las nubes, y vaya usted a saber si al final. Un tiempo trivial, más bien... primavera, ya saben.


Estos días me han servido para recuperar el sabor dulzón y adictivo de las torrijas de mi mamá, y también para visionar El declive del Imperio Americano y su supuesta secuela, Las invasiones bárbaras, del sorprendente director canadiense Denys Arcand, uno de esos tipos desvergonzadamente inteligentes cuyas películas solían estrenarse en cines de versión original y sin palomitas. La experiencia ha sido positiva, en general: El declive... demuestra que el paso del tiempo no es bueno para determinadas obras de tesis, pero la salva eso, la inteligencia. La otra, la más reciente, es lúcida, terrible... y mucho mejor. Quizá porque se pega más a los personajes que a sus opiniones. Y el final, demoledor...

Me han servido los días santos para acabar, también, con la lectura de Endymion, de Dan Simmons: aventuras espaciales contemporáneas, eso que llaman New Space Opera, o algo. Escrito con buen pulso, quizá demasiado moroso en algún pasaje. Desengrasa neuronas a puñetazos, y eso es muy de agradecer, de vez en cuando.

Me adentro ahora en las páginas del último Eco, del que ya les contaré cosas, y dejo El ascenso de Endymion para después, que tampoco hay que abusar...


Música, televisión, lectura... y los deberes, como les decía, a medio hacer...


(Y el cambio de hora, que a mí me descoloca el sueño, el cuerpo y hasta el alma...)