miércoles, 16 de marzo de 2005
Un día, un hallazgo...
La cubierta la firma Gracia. No me pregunten: cuando era pequeñito, me impactó...
No sé, igual es cosa del cambio de tiempo, como dicen los mayores. El caso es que he dormido como un titán, pero me he despertado esta mañana como si no hubiera pegado ojo... Un asco...
Una mañana productiva, en buena medida: compra, algo de lectura, un post (el de aquí debajo) medio frustrado. Y, después, de camino al trabajo, el hallazgo: bajo el sol (que va siendo ya de justicia), entre otros cien libros igual de viejitos y carcomidos, he encontrado nada menos que Magic, novela de William Goldman que leí hace muchos años (a finales de los setenta; de hecho, la edición es de 1978), cuando no sabía aún quién era, o quién es, el señor Goldman; pero después, eso sí, de leer (y disfrutar) Marathon Man.
La novela, ya lo he dicho, la leí hace un cuarto de siglo, poco más o menos. (Lo cual no deja de provocarme, si me permiten el comentario, un cierto vértigo en absoluto agradable...) Me impactó tanto que estuve unos meses jugando con una baraja, ejercitando mis dedos para ser el ilusionista perfecto. ¡Yo, que he tenido siempre dos manos izquierdas!
Bendita inocencia...
Con el libro a buen recaudo, me han venido a la memoria unos cuantos nombres de esos años, escritores que, de una u otra forma, han tenido que ver conmigo (muy poco, imagino; no han dejado más huella que esa: sus nombres amontonados en una mañana de sol). Frank G. Slaughter, Frank Yerby. ¿Harold Robbins? Incluso Vicky Baum, por qué no... Son gente a la que quizá no leí, pero cuyos libros andaban por casa, o pululaban en los escaparates de las librerías. Y la Colección Reno, en la que podía uno encontrar a toda esta gente junto con Borges, Chesterton, Hamsun, Tomás Salvador (¿alguien ha leído una cosa titulada La nave? Ciencia-Ficción del terruño... sospecho que con cohartada social, o algo... no me da la memoria para tanto...).
Y, con el libro a buen recaudo, me ha venido también a la cabeza mi abuelo, que solía leer de manera indiscriminada, con apetito voraz y una paciencia ejemplar. Gracias a él descubrí unas cuantas cosas. Y, gracias a él, leí a Clark Carrados y a Keith Luger, a Lou Carrigan, a Silver Kane.
El libro, en fin, está ya en casa. Junto con Marathon Man, que también recuperé no hace mucho. (Les mostraré la cubierta en cuanto que lo localice: es perfectamente espantosa; pero no sé si tanto como la de Magic...)
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Esta noche (en un ratito) emitirán, quizá, el ya comentado capítulo perdido de Urgencias.
O eso dicen. (Otra vez...)