Tengo en casa la más reciente novela de John Irving, Hasta que te encuentre. Es un volumen grueso (sobrepasa las mil páginas) y se publicita como el más autobiográfico de sus trabajos, lo que no sé si es o no bueno, pero es un dato.
Yo con Irving he tenido una relación extraña. Me lo recomendó mi amigo (y co-guionista) Lorenzo, y lo cierto es que los primeros libros que leí de él me dejaron completamente enganchado a su literatura: El mundo según Garp, El Hotel New Hampshire, Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra (así se tituló aquí, en su momento, Las reglas de la Casa de la Sidra). Estaban llenos de personajes memorables, llenos de vida, llenos de angustia y de alegría y de emoción, llenos de dolor y llenos de momentos irrepetibles. Rebosaban, también, el puro disfrute de la narración: el escritor, el fabulador, el contador de historias, burbujeaba en cada párrafo, en cada peripecia, en cada figurante.
Títulos posteriores (y alguno de los anteriores, tentativo aún, inmaduro) me dejaron más frío. O, para ser más exactos, menos deslumbrado. Oración por Owen no supe bien cómo asimilarlo, aunque Un hijo del circo me reconcilió con el John Irving que yo conocía y admiraba. Una mujer difícil se me hizo un poco cuesta arriba, pese a un puñado de personajes fascinantes: los mejores momentos correspondían a los cuentos infantiles que uno de ellos escribía. La cuarta mano, odio admitirlo, pudo conmigo: no me enganchó en su momento y no pasé del centenar de páginas. Aguarda una segunda oportunidad en un montón, en mi habitación del pánico.
Ahora, Hasta que te encuentre. ¿Por qué me he dejado tentar otra vez? Quizá no me quiero resignar a abandonar a alguien que me hizo pasar tan buenos ratos. Quiero darle otra oportunidad. Su literatura (alguien, no sé dónde, la calificó de absolutamente masculina... y creo que no le faltaba razón, por poco afortunada que sea la manera de expresarlo) es torrencial y está llena de situaciones y personajes poco convencionales. Hay en ella mujeres fuertes y arrebatadoras, hay casualidades que rozan lo ridículo y hay imágenes recurrentes que sus lectores hemos aprendido a disfrutar: osos, sin ir más lejos.
John Irving ha declarado siempre una admiración sin reservas por Dickens, y en sus libros, en su manera de entender el oficio de narrador, lo demuestra una y otra vez.
No les aseguro que vaya a ser, eso sí, mi lectura inmediata. Esperaré todavía unas semanas antes de decidirme. (La lista de espera no es corta, precisamente...)
Ya les contaré qué tal.
1 comentario:
Yo me lo pasé bien con "Mis líos con el cine"...
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