sábado, 23 de septiembre de 2006

otoño

Uno se levanta fatal después de maldormir tres o cuatro horas... Que igual fue la cena, en absoluto breve. O el café. O el vino. O todo a la vez.

Y se levanta uno con sabor a esparto en la boca y echa un ojo al cielo azul...

Ayer cené con algunos amigos. Alrededor de M, viejo compinche emigrado hace más de una década a los EEUU, donde lleva años trabajando en Dreamworks. Animador. Mucho que hablar, mucho que contar.

Ha pasado el tiempo, uno se da cuenta casi a traición cuando se sorprende a sí mismo intentando recordar todo lo que quiere contar, todo lo que ha cambiado desde entonces, dónde está cada quién, qué hacen los de siempre y que no se me olvide decirle lo del libro, llevar una copia del álbum...

Ha sido agradable el reencuentro. Extraña sensación, descubrirle acento yanqui. Extraña sensación volver a charlar como si hubiera pasado una semana apenas en lugar de un puñadito de años.

Da gusto ver que le ha ido bien. Cuando se fue lo hizo a la aventura, en un arrebato que muchos le reprocharon. El tiempo demostró que fue, su decisión, la más inteligente.

Gin tonic con jazz de fondo, intercambio de direcciones, la noche estaba menos fría de lo previsible... y eso que el otoño se nos ha instalado esta mañana ya: incluso ahora, el cielo se ha vestido de gris para celebrarlo...




(Va siendo hora de hacer la comida...)

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