lunes, 26 de noviembre de 2007

huellas

O ventanas, quizá. No sé.

Parte del encanto de rebuscar entre libros viejos está en hallar tesoros entre sus páginas: un par de sellos portugueses, recordatorios de primera comunión, postales ajadas, fotografías en blanco y negro, un trozo de papel amarillo con una dirección garabateada, tarjetas de visita... No debe plantearse como una búsqueda metódica, hay que dejar que sea el azar quien guíe la mano y la vista; hojear los libros que a uno llaman la atención, sopesar la posibilidad de llevarlos a casa. Y únicamente entonces, cuando la duda está ahí, tener en cuenta si hay perlas de papel entre sus páginas. (No siempre el libro abandona su sitio, pero a veces sí el hallazgo viaja de vuelta a casa en el bolsillo, un secreto tesoro.)


Viene al caso, por cierto, de que tengo en casa una vieja edición de A la deriva en el Soho, una novelita de Colin Wilson. En primera edición (1964) de Luis de Caralt. Y que dentro había, hay todavía, una tarjeta del Lambert Arms, un hotelito en Oxfordshire, con sus tarifas por noche y su menú.


Buenos días, que hace sol y habría que aprovecharlo un poquito.

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