Hoy nos hemos vestido ya de gris, noviembre se decide a ejercer de lo suyo y es dudoso que los pies vayan a entrarme en calor en todo el día, que es una manera de decir que el invierno está ahí mismo y hay que ver cómo pasa el tiempo y los etcéteras de rigor...
Mejor no aburrir con lo de siempre.
A ver. Estos días de relajo, breves y soleados, han servido, además de lo ya dicho más abajo, para leer un par de cosas. Primero, un Trondheim nuevo, editado por Norma, y que me confirma en mi admiración discreta por este hombre, capaz de transformar en pirueta cada breve anotación de un diario que casi parece mero compromiso, a veces. Luego, la aventura franco-manga del amigo Javi Rodríguez, editada por Glénat en un formato de bolsillo nipón que no le va mal (imagino que en él pensaban sus autores cuando trabajaban), pero que, precisamente porque se mimetiza entre los demás tomos de historieta oriental, pasa a lo mejor desapercibido en las mesas de novedades. El libro se lee bien, Javi cumple con oficio y tiene un par de momentos memorables (en lo plástico: pura textura pop; en lo narrativo: puro manga destilado, con citas conscientes y respetuosas a papá Otomo, como debe ser). El guión, creo, renquea un poquito en los ritmos... pero es cosa de rodaje, me parece. Seguramente las próximas entregas vendrán mejor engrasadas y se leerán con fluidez nipona... (Por lo demás, el libro demuestra que se pueden hacer cosas dignas usando mimbres que parecieran tan ajenos a lo nuestro... y abre puertas, por tanto. Otra cosa es que haya, hoy y aquí, vehículos capaces de sostener el experimento.)
Poco más les cuento, de momento. Seguimos a la espera de que se falle el Premio y esas cosas...
Mejor no aburrir con lo de siempre.
A ver. Estos días de relajo, breves y soleados, han servido, además de lo ya dicho más abajo, para leer un par de cosas. Primero, un Trondheim nuevo, editado por Norma, y que me confirma en mi admiración discreta por este hombre, capaz de transformar en pirueta cada breve anotación de un diario que casi parece mero compromiso, a veces. Luego, la aventura franco-manga del amigo Javi Rodríguez, editada por Glénat en un formato de bolsillo nipón que no le va mal (imagino que en él pensaban sus autores cuando trabajaban), pero que, precisamente porque se mimetiza entre los demás tomos de historieta oriental, pasa a lo mejor desapercibido en las mesas de novedades. El libro se lee bien, Javi cumple con oficio y tiene un par de momentos memorables (en lo plástico: pura textura pop; en lo narrativo: puro manga destilado, con citas conscientes y respetuosas a papá Otomo, como debe ser). El guión, creo, renquea un poquito en los ritmos... pero es cosa de rodaje, me parece. Seguramente las próximas entregas vendrán mejor engrasadas y se leerán con fluidez nipona... (Por lo demás, el libro demuestra que se pueden hacer cosas dignas usando mimbres que parecieran tan ajenos a lo nuestro... y abre puertas, por tanto. Otra cosa es que haya, hoy y aquí, vehículos capaces de sostener el experimento.)
Poco más les cuento, de momento. Seguimos a la espera de que se falle el Premio y esas cosas...
2 comentarios:
Max se lleva el premio.
Alegría
Era de esperar... (El segundo en espera, Rubín y su oso malayo... que no es cosa de poco, por cierto.)
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