Las cosas viejas no cambian con el año nuevo, y la vieja rabia, como las viejas costumbres, siguen ahí, un viejo lastre de siglos, un lastre de sangre.
(No escucho a menudo a las jerarquías purpuradas hablar de estas cosas, aunque sí condenar el divorcio como instrumento del mal, o poco menos. A las que sangran, por lo general, el consejo que dan es de resignación... si no recuerdo mal.)
2 comentarios:
Estos cabestros tendrían que leerse la Biblia, si no de vez en cuando, de cuando en vez...
O que alguien -da igual, cualquier ser con algo de frente entre cejas y pie de pelo- se la leyera a ellos..., que ya es pavoroso.
Miren ustedes, señores purpurados, y el "maxi", el que proclama la lucha contra la pobreza firmando documentos de Estado sobre mesas rutilantes de oro tallado.
Miren ustedes:
Si es que el propio Jesucristo, al buscar y sondear a los que deberían ser sus auténticos seguidores, fue el primero en poner en tela de juicio a la familia, y lo dejó más que clarito.
Irremediablemente clarito, atrozmente clarito, explícitamente clarito:
No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. (San Mateo 10, 34-36)
Es más, su exigencia contundente llegaba hasta el acaparamiento total:
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. (San Mateo 10, 37)
Hay que joderse ahora oyéndoles decir que la familia es el pilar básico y patachín y patachán... Hablemos en plata: lo que hay es que tener, señores, un par de cilantros para ser verdaderamente cristiano, en el sentido más exacto y respetuoso de esa palabra, que nada tiene que ver con Iglesia S.A. & Fulleros Associated.
Y haberlos, haylos, yo a algunos los he visto. Lo que pasa es que permanecen en el más silencioso, inadvertido y alejado anonimato.
Todo ello sin, por mi parte, despreciar a la familia, que las hay de todo tipo: cálidas, acogedoras, comprensibles, sustentadoras, alentadoras, pero también abominables, tergiversadoras, vampirescas.
Es todo.
Salud!
P.D. Por cierto, ese último versículo de Mateo es mi preferido. Me explica a mí mismo, ya desde edad temprana, el porqué yo no soy digno de Él.
A alguno conozco también yo, amigo. Y estamos de acuerdo en que no se merecen, ni mucho menos, la Iglesia (S.L.) que tienen...
Un saludo.
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