Una película que llevaba tiempo queriendo ver, uno de esos títulos con aura mítica y de los que muchos hablan, pero que nunca tuve oportunidad de disfrutar hasta ahora, que ha aparecido en la colección editada por la FNAC.
Picnic en Hanging Rock cuenta una extraña historia de muchachas desaparecidas y misterios que se presumen paranormales. Peter Weir, su director, juega sus cartas con sutileza. El suyo es un trabajo de atmósferas y sugerencias, y ni siquiera ciertos manierismos setenteros consiguen romper la fascinación que la luz, las actrices y una narración de insólitas texturas góticas (insólitas por su condición... soleada, si me permiten el comentario) hilvanan en la pantalla.
Recorre la película una veta telúrica y turbadora que no es ajena a los mundos de Machen, se me ocurre, si bien la celebración del universo de Pan está precisamente en su extremo opuesto: para el escritor de Un fragmento de vida todo lo pánico es reprobable y maligno, y en la película hay una celebración, ya lo he dicho; la cámara se recrea en los escenarios naturales y en la efervescencia vital de lo estival (esas hormigas frenéticas que acaban con los restos del picnic, esas muchachas descalzas que trepan a la roca desnuda, que se adentran en las oscuras cavernas...).
Y está, además, el otro escenario: el colegio para señoritas, elegante y lóbrego, un bosquejo de gótico tradicional que se resuelve en tragedia.
La película es carnal y enigmática, hipnótica; merece más de una revisión. Y se me antoja que, como otros títulos del fantástico menos obvio, cada visionado proporcionará nuevas alegrías.
No se la pierdan.
Picnic en Hanging Rock cuenta una extraña historia de muchachas desaparecidas y misterios que se presumen paranormales. Peter Weir, su director, juega sus cartas con sutileza. El suyo es un trabajo de atmósferas y sugerencias, y ni siquiera ciertos manierismos setenteros consiguen romper la fascinación que la luz, las actrices y una narración de insólitas texturas góticas (insólitas por su condición... soleada, si me permiten el comentario) hilvanan en la pantalla.
Recorre la película una veta telúrica y turbadora que no es ajena a los mundos de Machen, se me ocurre, si bien la celebración del universo de Pan está precisamente en su extremo opuesto: para el escritor de Un fragmento de vida todo lo pánico es reprobable y maligno, y en la película hay una celebración, ya lo he dicho; la cámara se recrea en los escenarios naturales y en la efervescencia vital de lo estival (esas hormigas frenéticas que acaban con los restos del picnic, esas muchachas descalzas que trepan a la roca desnuda, que se adentran en las oscuras cavernas...).
Y está, además, el otro escenario: el colegio para señoritas, elegante y lóbrego, un bosquejo de gótico tradicional que se resuelve en tragedia.
La película es carnal y enigmática, hipnótica; merece más de una revisión. Y se me antoja que, como otros títulos del fantástico menos obvio, cada visionado proporcionará nuevas alegrías.
No se la pierdan.
2 comentarios:
Me interesa. No la conocía.
Gracias.
Está usted de un sibarita...
Yo tampoco. Peter Weir es uno de los pocos que sigue haciendo peliculas con criterios en "El juego de Hollywood".
Un saludo.
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