Y, por supuesto, en el tema madrileño de espionajes, dossieres y puñaladas traperas, la cosa empieza a dispersarse: se multiplica por tres, se retira una de las partes, se mueve a derecha e izquierda y... para cuando se acaba, ya nadie se acuerda, y si lo hace señala justo el cubilete que no es.
Trileros, en fin. Una tradición. Madrileña, también.
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