No, señores. No se ataca a la Iglesia acusando a todos de lo que solamente unos pocos hicieron. No me vengan con la majadería de trazar paralelismos con el antisemitismo de cuando los nazis y eso (que, además, les podría salir el tiro por la culata si alguien fuera más allá y rastreara el antisemitismo tradicional católico). Dejen eso para los que justifican la ocupación israelí o sus asesinatos selectivos (o los menos selectivos, en fin). Y qué a tiempo se acuerdan ustedes, por cierto, de la violencia de género, cuando siempre predicaron lo del valle de lágrimas y la resignación. (Ah, claro, ese matiz: motivos culturales, motivos religiosos, ciertos países... que es cosa de moros, vamos. Acabáramos.)
Que no, señores, que no. Que si se señala a la Iglesia no es por lo que unos pocos hicieron (y otros siguen haciendo, es de temer). Se la señala por mirar para otro lado, por callar, por ocultar, por esconder. Por ser cómplices (que, en el mundo real, el de la justicia civil, el nuestro, es también delito...).
5 comentarios:
¡Plas, plas!:-)
La causa de todo esto es el celibato obligatorio. No se puede ser tan soberbio de pretender evitar algo que una de sus patas es pura fisiología.
No digo ya desviaciones perversas, hablo de algo tan natural como que un cura tenga una pareja, hombre o mujer, toda la vida y tenga que ocultarlo formalmente, aunque sea un secreto a voces.
Lo fabuloso del asunto es que en ámbito de influencia de la Iglesia católica no hay debate en torno a esto, prueba de lo bien que les funcionan aún los aparatos de propaganda en sociedades aparentemente abiertas... y de como los primeros engañados son ellos mismos, que siguen sin atinar a comprender el porqué de la caída de las llamadas vocaciones sacerdotales.
Bueno, es su negocio, allá ellos como lo lleven, pero es una pena que el descredito del catolicismo, esa última encarnación de Roma imperial, arrastre al cristianismo, que tiene sus cosas buenas.
¿Por ejemplo?
El amaos los unos a los otros, el acento en la piedad y el perdón -no a los poderosos, sino a los envilecidos-, el sentido de comunidad abierta... lo que es la enseñanza puramente ética, entendiendo de dónde viene, y despojada de mitología -eso de que Cristo se parió a si mismo o poco menos, los milagros y la traca final de la resurrección-, claro está.
No son malos ejemplos... una lástima, en efecto, que tanta mugre rijosa y tantas maniobras orquestales en la oscuridad los eclipsen...
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