jueves, 29 de diciembre de 2011

Lo de Esperanza Aguirre rozaría el esperpento de no ser por la gravedad de lo que dice y, sobre todo, lo que hace. La desvergüenza con que miente, la chulería con que se comporta, son dignos de la peor ralea de político: el que considera a los ciudadanos imbéciles a su servicio. 

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