jueves, 25 de noviembre de 2004

Arqueologías... (3)


Pinchen, por favor, en la imagen; para verla algo mejor... Posted by Hello


Hace catorce años ya...

En aquellos años había una cierta efervescencia creativa (o quizá su sombra, en la distancia es difícil juzgar) en torno a los suplementos infantiles en diarios de tirada nacional. Diario 16 se atrevió con una propuesta (Gente Pequeña) en la que unía las reediciones agenciales y el material nuevo, de creación exclusiva. Miguel Ángel Martín publicó su Días felices, Olivares y José Antonio Calvo (e incluso José Mª Méndez) tuvieron su rincón al sol. Había, en general, un ambiente creativo, un entusiasmo al que no eran ajenas circunstancias novedosas, por entonces: distribución nacional, buen precio por página y una cierta libertad creativa (peleada a diario por el agente más audaz del momento: Lorenzo Díaz, que se enfrentaba con los conceptos "psicologizantes" de la dirección del suplemento; los niños, ya saben, ese público que hay que proteger...).

Tuve la suerte de participar en el proyecto con un invento extravagante, parido un poco entre todos los que por entonces nos veíamos casi todas las semanas, pero puesto sobre el papel gracias al esfuerzo de Ricardo Machuca, que diagramaba y coloreaba las páginas dibujadas previamente por un Rafa Negrete que interpretaba a su aire las indicaciones de un guión firmado por mí, pero elaborado previamente por los tres, o más bien por Ricardo a partir de mi borrador, y puesto en limpio a la larga por mí, en fin... un proceso complicado...

Plink y Puffy pretendió ser un soplo de aire fresco en la Historieta para niños, un divertimento, una sacudida... y pronto se convirtió en una especie de recorrido referencial por la historia del medio, plagado de citas (más o menos explícitas, más o menos gráficas, más o menos, a veces, privadas), en el que no faltaron figurantes de fuste, como Cela o Gloria Fuertes.


Por entonces, recuerdo que yo pasaba los fines de semana en Cuenca, por motivos sentimentales que no vienen, hoy, al caso. Escribía los guiones en una pensión, primero, y en una desangelada casa a cinco minutos de la Plaza Mayor de la ciudad, después. Los lunes llegaba a Madrid a tiempo para la comida en cierto restaurante alemán de la Plaza de los Cubos, y allí mismo, sobre la mesa y a los postres, desplegábamos cada uno su parte del proceso: Rafa el lápiz del último guión, Ricardo el color definitivo de la página anterior y yo el guión de la plancha siguiente. Había más gente con nosotros: Trashorras y ÁNGEL (aquí al lado pueden pinchar sus correspondientes blogs), Carlos Puerta, Almela, Aísa, Lorenzo... Todos, de una u otra forma, participaron de la energía que entonces parecía inundarnos y empujarnos cada semana a elaborar otra página, a elucubrar más proyectos... Una energía que se alimentaba de esa sensación inigualable de ver, cada semana, cada domingo, el resultado de todos nuestros esfuerzos publicado y distribuido en los kioscos de todo el país... (Una energía que dio más frutos, de los que en otro momento hablaremos...)


Fue una época hermosa y muy estimulante.



Hoy, algún editor audaz tiene, entre sus proyectos, reeditar Plink y Puffy completo, con sus páginas inéditas (no terminó de publicarse en el periódico: el material de creación les salía demasiado caro, parece... o eso dijeron). Una opción casi suicida, diría yo...

Ojalá que no pase mucho más tiempo.